/ viernes 27 de abril de 2018

Las autoridades municipales


La administración municipal es el orden de gobierno inmediato al ciudadano. En ciertos aspectos es más complicada que el ámbito estatal y el federal, porque hay que dar respuesta inmediata a los requerimientos de los vecinos. Los otros órdenes tienen un tiempo de “gracia” con el que no cuenta el municipal, toda vez que es la instancia más próxima del Estado nacional en su relación con los habitantes del territorio.

Sin embargo, es el orden de gobierno que menor margen de maniobra tiene (sobre todo por los recursos económicos y materiales con que cuenta), con respecto a los otros dos. Ello lo hace delicado y complicado.

Por ejemplo, estoy pensando en los actuales ayuntamientos y en los presupuestos con que cuentan, sin considerar las deudas con que cargan. Y allí siempre he creído que, en el caso de los de Guerrero, en lugar de tratar de paliar necesidades individuales, deberían pensar su actuación como ejercicio coordinado a través del tiempo.

Me explico: la Constitución nacional establece ciertas obras y servicios que deben prestar los ayuntamientos. Ahora, situémonos imaginariamente hace cuatro administraciones (es decir hace doce años) y supongamos que aquella administración municipal única y exclusivamente hubiere dedicado todos los recursos a su alcance a realizar las obras de drenaje profundo de Acapulco, por ejemplo.

La siguiente administración ya no hubiera tenido que preocuparse por ese ingente problema, sino que, por ejemplificar, seguiría por la pavimentación. La siguiente ya no hubiera tenido que “quebrarse la cabeza” por drenaje y pavimentación, sino solo dedicarse a, por ejemplo, alumbrado público.

La que le hubiere seguido, siguiendo la línea de imaginación que hemos acordado, que se hubiera dedicado exclusivamente a resolver el problema de agua potable. Así las cosas, la actual administración ya no se ocuparía de resolver lo que las anteriores dedicaron todo su presupuesto y recursos, sino solamente a uno (claro, con el mantenimiento adecuado de aquellos). Se me ocurre seguridad pública o rastro o parques y jardines.

Sin embargo, esto no ha sucedido, y cada administración tiene que dividir su presupuesto para realizar todos los servicios y dar migajitas aquí y allá, sin que se resuelva realmente ningún problema estructural.

Por ello se requiere un pacto o acuerdo generacional o institucional en el que el desarrollo municipal cubra un periodo de veinticinco años, por lo menos para que se realicen, por etapas, por tramos de responsabilidad por cada administración municipal, las obras y servicios públicos; ya sea en Xalpatláhuac o Zihuatanejo, Arcelia o Chilpancingo, Xochihuehuetlán o Acapulco. Tenemos que dar orden y jerarquizar las necesidades, así como optimizar los recursos públicos.



La administración municipal es el orden de gobierno inmediato al ciudadano. En ciertos aspectos es más complicada que el ámbito estatal y el federal, porque hay que dar respuesta inmediata a los requerimientos de los vecinos. Los otros órdenes tienen un tiempo de “gracia” con el que no cuenta el municipal, toda vez que es la instancia más próxima del Estado nacional en su relación con los habitantes del territorio.

Sin embargo, es el orden de gobierno que menor margen de maniobra tiene (sobre todo por los recursos económicos y materiales con que cuenta), con respecto a los otros dos. Ello lo hace delicado y complicado.

Por ejemplo, estoy pensando en los actuales ayuntamientos y en los presupuestos con que cuentan, sin considerar las deudas con que cargan. Y allí siempre he creído que, en el caso de los de Guerrero, en lugar de tratar de paliar necesidades individuales, deberían pensar su actuación como ejercicio coordinado a través del tiempo.

Me explico: la Constitución nacional establece ciertas obras y servicios que deben prestar los ayuntamientos. Ahora, situémonos imaginariamente hace cuatro administraciones (es decir hace doce años) y supongamos que aquella administración municipal única y exclusivamente hubiere dedicado todos los recursos a su alcance a realizar las obras de drenaje profundo de Acapulco, por ejemplo.

La siguiente administración ya no hubiera tenido que preocuparse por ese ingente problema, sino que, por ejemplificar, seguiría por la pavimentación. La siguiente ya no hubiera tenido que “quebrarse la cabeza” por drenaje y pavimentación, sino solo dedicarse a, por ejemplo, alumbrado público.

La que le hubiere seguido, siguiendo la línea de imaginación que hemos acordado, que se hubiera dedicado exclusivamente a resolver el problema de agua potable. Así las cosas, la actual administración ya no se ocuparía de resolver lo que las anteriores dedicaron todo su presupuesto y recursos, sino solamente a uno (claro, con el mantenimiento adecuado de aquellos). Se me ocurre seguridad pública o rastro o parques y jardines.

Sin embargo, esto no ha sucedido, y cada administración tiene que dividir su presupuesto para realizar todos los servicios y dar migajitas aquí y allá, sin que se resuelva realmente ningún problema estructural.

Por ello se requiere un pacto o acuerdo generacional o institucional en el que el desarrollo municipal cubra un periodo de veinticinco años, por lo menos para que se realicen, por etapas, por tramos de responsabilidad por cada administración municipal, las obras y servicios públicos; ya sea en Xalpatláhuac o Zihuatanejo, Arcelia o Chilpancingo, Xochihuehuetlán o Acapulco. Tenemos que dar orden y jerarquizar las necesidades, así como optimizar los recursos públicos.