/ viernes 7 de agosto de 2020

Creencia contra evidencia

Esta semana recibí la llamada de un amigo y un pariente, ambos empresarios -uno micro y el otro mediano- esforzados, muy trabajadores, honrados a carta cabal. Cada uno me hizo saber, después de los saludos de cortesía, sobre las vicisitudes que estaban pasando: que se “cayeron” las ventas, que la mayoría de sus proveedores habían cerrado, que ya no tenían mercancía, que habían tenido que liquidar a varios de sus trabajadores, que ya se les había agotado el recurso para pagar luz y alquiler; que si esto seguía así ya no podrían sostener sus respectivas micro y mediana empresas.

Yo, a mi vez, les platiqué sobre mi circunstancia (que de las cinco empresas que asesoraba, durante 2019, cuatro me dieron las gracias porque ya no podían seguir pagando mis honorarios; y de la quinta, que solo pudo pagarme hasta abril, con la promesa de que si se reactivaba la economía entonces volveríamos a establecer la contraprestación). Que, en términos generales, estábamos pasando por las mismas circunstancias de millones de micro, pequeños y medianos empresarios así como de profesionales, técnicos, o de quienes tienen un oficio. Me lamenté de que el gobierno no haya implementado un plan con medidas anticíclicas como sí lo hicieron otros países. No referí ni a Alemania, ni Francia, ni Chile; pero sí a Costa Rica, Haití y Togo.

Que los más de 300 mil millones de pesos del Fondo de Estabilización se haya ocupado para refaccionar a PEMEX, en lugar de hacerlo en favor de que se conservara el empleo y los salarios de trabajadores, y el funcionamiento de las empresas. Que no auguraba nada bueno la cancelación de inversiones (como la del NAIM, pero también de la cervecera que se quería poner en funcionamiento en Baja California o la de generación de energía eléctrica en Veracruz, por parte de Iberdrola, o la que se va a cancelar en Sinaloa que es de fertilizantes. Mucho menos que se haya cancelado las zonas económicas especiales (que los guerrerenses hubiéramos aprovechado la de Lázaro Cárdenas). Por cierto, mi pariente, el mediano empresario, en ese punto comentó que ya tenía contratos de maquinaria por ese motivo; pero que se le “cayeron” por la cancelación.

Sin embargo, ambos manifestaron su confianza porque “las cosas están cambiando”, “ya no es como antes”, “se está metiendo a la cárcel a políticos corruptos”; porque “ya lo dijo el presidente que vamos muy bien y ya vamos a salir” (repetición de las consignas de la propaganda mañanera). De nada valió que les citara las propias palabras del otrora candidato de que íbamos a crecer al cuatro por ciento, y hoy estamos en menos cero por ciento, con una caída del 18 por ciento en todos los sectores de la economía. Que es la peor caída desde 1932 y que, a criterio de los especialistas, hemos retrocedido una década. .

No fueron siquiera suficientes las citas que hice de la información del INEGI, Coneval, el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas, el Banco de México, la propia SHCP. Nada los movió un ápice de su fe y creencia. Y eso que tienen una educación de nivel medio superior. No me acordaba que ante las creencias no hay evidencias que valgan.

Esta semana recibí la llamada de un amigo y un pariente, ambos empresarios -uno micro y el otro mediano- esforzados, muy trabajadores, honrados a carta cabal. Cada uno me hizo saber, después de los saludos de cortesía, sobre las vicisitudes que estaban pasando: que se “cayeron” las ventas, que la mayoría de sus proveedores habían cerrado, que ya no tenían mercancía, que habían tenido que liquidar a varios de sus trabajadores, que ya se les había agotado el recurso para pagar luz y alquiler; que si esto seguía así ya no podrían sostener sus respectivas micro y mediana empresas.

Yo, a mi vez, les platiqué sobre mi circunstancia (que de las cinco empresas que asesoraba, durante 2019, cuatro me dieron las gracias porque ya no podían seguir pagando mis honorarios; y de la quinta, que solo pudo pagarme hasta abril, con la promesa de que si se reactivaba la economía entonces volveríamos a establecer la contraprestación). Que, en términos generales, estábamos pasando por las mismas circunstancias de millones de micro, pequeños y medianos empresarios así como de profesionales, técnicos, o de quienes tienen un oficio. Me lamenté de que el gobierno no haya implementado un plan con medidas anticíclicas como sí lo hicieron otros países. No referí ni a Alemania, ni Francia, ni Chile; pero sí a Costa Rica, Haití y Togo.

Que los más de 300 mil millones de pesos del Fondo de Estabilización se haya ocupado para refaccionar a PEMEX, en lugar de hacerlo en favor de que se conservara el empleo y los salarios de trabajadores, y el funcionamiento de las empresas. Que no auguraba nada bueno la cancelación de inversiones (como la del NAIM, pero también de la cervecera que se quería poner en funcionamiento en Baja California o la de generación de energía eléctrica en Veracruz, por parte de Iberdrola, o la que se va a cancelar en Sinaloa que es de fertilizantes. Mucho menos que se haya cancelado las zonas económicas especiales (que los guerrerenses hubiéramos aprovechado la de Lázaro Cárdenas). Por cierto, mi pariente, el mediano empresario, en ese punto comentó que ya tenía contratos de maquinaria por ese motivo; pero que se le “cayeron” por la cancelación.

Sin embargo, ambos manifestaron su confianza porque “las cosas están cambiando”, “ya no es como antes”, “se está metiendo a la cárcel a políticos corruptos”; porque “ya lo dijo el presidente que vamos muy bien y ya vamos a salir” (repetición de las consignas de la propaganda mañanera). De nada valió que les citara las propias palabras del otrora candidato de que íbamos a crecer al cuatro por ciento, y hoy estamos en menos cero por ciento, con una caída del 18 por ciento en todos los sectores de la economía. Que es la peor caída desde 1932 y que, a criterio de los especialistas, hemos retrocedido una década. .

No fueron siquiera suficientes las citas que hice de la información del INEGI, Coneval, el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas, el Banco de México, la propia SHCP. Nada los movió un ápice de su fe y creencia. Y eso que tienen una educación de nivel medio superior. No me acordaba que ante las creencias no hay evidencias que valgan.