/ viernes 24 de julio de 2020

Áristos o Kàkistos

En unos cuantos meses estaremos inaugurando el proceso electoral para renovar ayuntamientos y diputados locales y federales. Serán postulados, no los “mejores hombres y mujeres”, sino aquellos que venzan en contiendas o sean escogidos en selecciones internas de sus respectivos partidos políticos. José Elías Romero Apis ha escrito que solo juegan en la liza política aquellos que tienen “tema, tribuna y grupo”. Coincido con esa afirmación, por cuanto se refiera a políticos; pero yo introduzco dos variantes como disyunción de la primera hipótesis: un valedor (poderoso), grupo y dinero, por lo que se refiere a los politicastros. Los primeros valen por sí mismos (su instrucción académica, experiencia, pericia), mientras que los segundos solo son validos. En las cámaras y/o en los cabildos aquéllos serán parte de la élite parlamentaria o edilicia; mientras que éstos solo serán “tropa”.

Las postulaciones -para los diferentes ámbitos (legislativo o ejecutivo) o las esferas de competencia (municipal, estatal o federal)- obedecerán más a presentar a quienes sean atrayentes (de votos) y no tanto si son competentes (para gobernar y/o administrar). Lo que no excluye la posibilidad de que en una persona se reúnan ambas características, lo que haría la “excepción a la regla”. Porque es muy difícil o excepcional que quien tiene “luces” (talento, pericia, competencia y destrezas para gobernar), al mismo tiempo posea el carisma necesario para atraer sufragios. Y al revés, es harto difícil, si no es que imposible, que el carismático sepa gobernar. Aquél sabe, pero no gana. Éste gana, pero no sabe.

Como sociedad todavía tenemos un camino largo que recorrer para ganar en madurez ciudadana para que sean efectivamente los mejores quienes gobiernen y no los demagogos.

La instrucción (estamos en los últimos lugares dentro de los países de la OCDE), la cultura (solo en lecturas, 58 de cada 100 personas no lee un solo libro al año, y el resto solo 2.9 libros al año, en promedio), la información (solo el 46 por ciento de la población lee periódicos y revistas) y los partidos políticos (esos grupos que conforman la sociedad política) son los instrumentos para que a la sociedad le atraigan los competentes, para que tengamos administraciones y gobierno con los óptimos (Άριστος: áristos) y no los encantadores incompetentes (κάκιστος: kàkistos), los peores.

En unos cuantos meses estaremos inaugurando el proceso electoral para renovar ayuntamientos y diputados locales y federales. Serán postulados, no los “mejores hombres y mujeres”, sino aquellos que venzan en contiendas o sean escogidos en selecciones internas de sus respectivos partidos políticos. José Elías Romero Apis ha escrito que solo juegan en la liza política aquellos que tienen “tema, tribuna y grupo”. Coincido con esa afirmación, por cuanto se refiera a políticos; pero yo introduzco dos variantes como disyunción de la primera hipótesis: un valedor (poderoso), grupo y dinero, por lo que se refiere a los politicastros. Los primeros valen por sí mismos (su instrucción académica, experiencia, pericia), mientras que los segundos solo son validos. En las cámaras y/o en los cabildos aquéllos serán parte de la élite parlamentaria o edilicia; mientras que éstos solo serán “tropa”.

Las postulaciones -para los diferentes ámbitos (legislativo o ejecutivo) o las esferas de competencia (municipal, estatal o federal)- obedecerán más a presentar a quienes sean atrayentes (de votos) y no tanto si son competentes (para gobernar y/o administrar). Lo que no excluye la posibilidad de que en una persona se reúnan ambas características, lo que haría la “excepción a la regla”. Porque es muy difícil o excepcional que quien tiene “luces” (talento, pericia, competencia y destrezas para gobernar), al mismo tiempo posea el carisma necesario para atraer sufragios. Y al revés, es harto difícil, si no es que imposible, que el carismático sepa gobernar. Aquél sabe, pero no gana. Éste gana, pero no sabe.

Como sociedad todavía tenemos un camino largo que recorrer para ganar en madurez ciudadana para que sean efectivamente los mejores quienes gobiernen y no los demagogos.

La instrucción (estamos en los últimos lugares dentro de los países de la OCDE), la cultura (solo en lecturas, 58 de cada 100 personas no lee un solo libro al año, y el resto solo 2.9 libros al año, en promedio), la información (solo el 46 por ciento de la población lee periódicos y revistas) y los partidos políticos (esos grupos que conforman la sociedad política) son los instrumentos para que a la sociedad le atraigan los competentes, para que tengamos administraciones y gobierno con los óptimos (Άριστος: áristos) y no los encantadores incompetentes (κάκιστος: kàkistos), los peores.