/ domingo 14 de enero de 2018

Sobre campañas electorales

Para las campañas electorales, a nivel nacional, en promedio, cada día se transmitirán 298,656 mensajes. En otras palabras, se emitirán 12,444 cada hora; 207 cada minuto.

Aunado a esto, habrá los relativos a los candidatos locales en nuestra entidad federativa. Ignoro el número, pero se percibe que los medios de comunicación estarán saturados de propaganda electoral.

Ojalá los partidos políticos aprovechen para decirnos sus respectivos planteamientos; sus planes, programas y líneas de acción sobre cómo resolver los problemas que aquejan a la Nación, a los guerrerenses y/o a los habitantes de los correspondientes municipios; según sea el caso.

Porque a la fecha, ningún precandidato (de nivel nacional y los locales) ha propuesto una sola idea (concepción y disposición que se ordena en la imaginación para la formación de un plan o una obra. Ingenio para disponer, inventar y trazar una cosa).

Ninguna. Todo ronda en ocurrencias, en descalificaciones, en consignas ideológicas, en fórmulas mágicas y milagrosas que solo un tonto las creería y, en el mejor de los casos, en generalidades y obviedades.

La falta de madurez ciudadana también contribuye a que se juegue con la inteligencia de los electores. Se le apuesta a “spots” con la música más pegajosa, como si eso fuera garantía de que alguien (un partido o un candidato) tenga ideas; o a presentar las imágenes, lo mejor retocadas posible para conseguir simpatía y benevolencia, como si eso fuera suficiente para acreditar las capacidades de alguien.

Pongamos varios ejemplos, a modo de ejercicio: tratándose de medicina, ¿usted, estimado lector, se pondría en manos de un médico por su sonrisa y/o simpatía o porque tiene acreditada su experiencia y pericia en el ramo? Lo mismo preguntaría en materia de arquitectura e ingeniería, si se fuera a construir un edificio o realizar una gran obra o poner en funcionamiento o mantenimiento un servicio; o en el ámbito de la navegación aérea también, si tuviera que subirse a un avión; o en la marítima, ¿con el más simpático o con el capaz?

Pero esas capacidades tienen que acreditarse formal y materialmente, mostrando una carrera o experiencia en ese ámbito y el grado o porcentaje de efectividad y resultados que en el ejercicio de los anteriores encargos ha tenido (la hoja de servicios, “las horas de vuelo” y, sobre todo, la reputación).

De los partidos, ni hablar: la ideología ha sido relegada o aherrojada en pos de la conveniencia por hacerse del poder. Se han unido partidos cuyas declaraciones de principios son contrarias. Es decir, se junta el agua con el aceite. Y de planes, proyectos, programas nada de nada. Sólo promesas, como las que manifiestan los merolicos en los mercados sobre sus “milagrosos” productos.

Para las campañas electorales, a nivel nacional, en promedio, cada día se transmitirán 298,656 mensajes. En otras palabras, se emitirán 12,444 cada hora; 207 cada minuto.

Aunado a esto, habrá los relativos a los candidatos locales en nuestra entidad federativa. Ignoro el número, pero se percibe que los medios de comunicación estarán saturados de propaganda electoral.

Ojalá los partidos políticos aprovechen para decirnos sus respectivos planteamientos; sus planes, programas y líneas de acción sobre cómo resolver los problemas que aquejan a la Nación, a los guerrerenses y/o a los habitantes de los correspondientes municipios; según sea el caso.

Porque a la fecha, ningún precandidato (de nivel nacional y los locales) ha propuesto una sola idea (concepción y disposición que se ordena en la imaginación para la formación de un plan o una obra. Ingenio para disponer, inventar y trazar una cosa).

Ninguna. Todo ronda en ocurrencias, en descalificaciones, en consignas ideológicas, en fórmulas mágicas y milagrosas que solo un tonto las creería y, en el mejor de los casos, en generalidades y obviedades.

La falta de madurez ciudadana también contribuye a que se juegue con la inteligencia de los electores. Se le apuesta a “spots” con la música más pegajosa, como si eso fuera garantía de que alguien (un partido o un candidato) tenga ideas; o a presentar las imágenes, lo mejor retocadas posible para conseguir simpatía y benevolencia, como si eso fuera suficiente para acreditar las capacidades de alguien.

Pongamos varios ejemplos, a modo de ejercicio: tratándose de medicina, ¿usted, estimado lector, se pondría en manos de un médico por su sonrisa y/o simpatía o porque tiene acreditada su experiencia y pericia en el ramo? Lo mismo preguntaría en materia de arquitectura e ingeniería, si se fuera a construir un edificio o realizar una gran obra o poner en funcionamiento o mantenimiento un servicio; o en el ámbito de la navegación aérea también, si tuviera que subirse a un avión; o en la marítima, ¿con el más simpático o con el capaz?

Pero esas capacidades tienen que acreditarse formal y materialmente, mostrando una carrera o experiencia en ese ámbito y el grado o porcentaje de efectividad y resultados que en el ejercicio de los anteriores encargos ha tenido (la hoja de servicios, “las horas de vuelo” y, sobre todo, la reputación).

De los partidos, ni hablar: la ideología ha sido relegada o aherrojada en pos de la conveniencia por hacerse del poder. Se han unido partidos cuyas declaraciones de principios son contrarias. Es decir, se junta el agua con el aceite. Y de planes, proyectos, programas nada de nada. Sólo promesas, como las que manifiestan los merolicos en los mercados sobre sus “milagrosos” productos.