/ jueves 19 de julio de 2018

De lo porvenir...

Una gran incertidumbre, todavía para algunos, y una gran esperanza para otros, así como una gran certeza para los demás es lo que se refleja en el ánimo y en la actitud de nuestra población en general y, en especial, en aquella que participó en las urnas el retropróximo 1 de Julio, y por el resultado de tal participación.

Al respecto, además de la incredulidad de muchos, tanto de los que esperaban estos resultados como de los que no los deseaban, finalmente ya se están haciendo a la idea de que no hay para donde correr. Que dejen de asombrase de la gran decisión mayoritaria del pueblo mexicano por elegir a sus gobernantes. El resultado está a la vista. Fue apabullante. Demoledor. Ahora está en cuestión la designación de algunos representantes populares por antecedentes discutibles para unos e indiscutibles para otros.

Lo que sí es evidente es que al candidato virtualmente ganador de la contienda por la presidencia de la República, lo han estado acondicionando tanto, que tal pareciera que a unos les pareciera correcto y a otros no. Me explicaré.

Desde la primera vez que se lanzó como candidato a la presidencia de la República, se encontró con una oposición tenaz de parte de lo que él llamó la “ mafia en el poder”. Hicieron lo imposible por desprestigiarlo y lo lograron. Las “buenas conciencias” de nuestro pueblo se asustaron ante la posibilidad de que ganara.

En el siguiente intento se esparció la especie que resultó demoledora dijeron que “ era un peligro para México” y “las buenas conciencias” se lo creyeron, sin perjuicio de que en ambas campañas se adujo de que le robaron la elección.

Es el caso que se vio tan condicionado, tan exigido de no ser ni parecer al “malo de la película” que durante las giras posteriores a toda la República, enarboló una bandera de “amor y paz” que muchos no le creyeron y que, sin embargo, lo constriñeron a tomar actitudes que fueran satisfaciendo a los dudosos de siempre, a los indecisos y a los de plano contestatarios.

El asunto es que ahora algunos dudan de la autenticidad de tales actitudes, desean saber si las posturas adoptadas son reales y sinceras, sin perjuicio de todo el sistema que se vio apabullado por la decisión popular, caso insólito en los últimos tiempos de la historia de nuestro país. Nadie puede dudar de que se dio un ejercicio democrático que resultó apabullante y avasallador, con un denominador común que se traduce en la necesidad imperiosa de un cambio tanto en las estructuras políticas del país, como en la realización fáctica de los valores por los que una sociedad lucha para mejorar sus niveles de vida y, en especial en un país lleno de gente en pobreza extrema, consecuencia de los pésimos y siniestros “gobiernos” que hemos padecido, en especial en las últimas decenas de años.

De esta guisa la sociedad está a la expectativa. Está pendiente de la designación de los miembros del gabinete, de los próximos titulares de las secretarías de estado, de los organismos públicos centralizados y descentralizados, en fin de todo el aparato gubernamental del poder ejecutivo, pues del judicial y del legislativo ya se conocen.

En suma, el ejercicio democrático que se practicó en nuestro país dio un resultado avasallador. La sociedad en general está pendiente no solo de los nombramientos, sino básicamente de los cambios tan anhelados, tan necesitados por todos que se desean, obviamente para bien. No olvidemos que triunfó la decisión mayoritaria del pueblo y que la autocracia y la democracia no son sino dos formas de producción jurídica y solo en un país de leyes se pueden dar estos resultados. Ergo, no estemos a la expectativa pasiva, sino que asumamos una actitud critica (no de censura) para apoyar lo deseable, hacerlo factible, dentro de lo disponible. O usted, esperanzado lector, ¿Qué opina?

Una gran incertidumbre, todavía para algunos, y una gran esperanza para otros, así como una gran certeza para los demás es lo que se refleja en el ánimo y en la actitud de nuestra población en general y, en especial, en aquella que participó en las urnas el retropróximo 1 de Julio, y por el resultado de tal participación.

Al respecto, además de la incredulidad de muchos, tanto de los que esperaban estos resultados como de los que no los deseaban, finalmente ya se están haciendo a la idea de que no hay para donde correr. Que dejen de asombrase de la gran decisión mayoritaria del pueblo mexicano por elegir a sus gobernantes. El resultado está a la vista. Fue apabullante. Demoledor. Ahora está en cuestión la designación de algunos representantes populares por antecedentes discutibles para unos e indiscutibles para otros.

Lo que sí es evidente es que al candidato virtualmente ganador de la contienda por la presidencia de la República, lo han estado acondicionando tanto, que tal pareciera que a unos les pareciera correcto y a otros no. Me explicaré.

Desde la primera vez que se lanzó como candidato a la presidencia de la República, se encontró con una oposición tenaz de parte de lo que él llamó la “ mafia en el poder”. Hicieron lo imposible por desprestigiarlo y lo lograron. Las “buenas conciencias” de nuestro pueblo se asustaron ante la posibilidad de que ganara.

En el siguiente intento se esparció la especie que resultó demoledora dijeron que “ era un peligro para México” y “las buenas conciencias” se lo creyeron, sin perjuicio de que en ambas campañas se adujo de que le robaron la elección.

Es el caso que se vio tan condicionado, tan exigido de no ser ni parecer al “malo de la película” que durante las giras posteriores a toda la República, enarboló una bandera de “amor y paz” que muchos no le creyeron y que, sin embargo, lo constriñeron a tomar actitudes que fueran satisfaciendo a los dudosos de siempre, a los indecisos y a los de plano contestatarios.

El asunto es que ahora algunos dudan de la autenticidad de tales actitudes, desean saber si las posturas adoptadas son reales y sinceras, sin perjuicio de todo el sistema que se vio apabullado por la decisión popular, caso insólito en los últimos tiempos de la historia de nuestro país. Nadie puede dudar de que se dio un ejercicio democrático que resultó apabullante y avasallador, con un denominador común que se traduce en la necesidad imperiosa de un cambio tanto en las estructuras políticas del país, como en la realización fáctica de los valores por los que una sociedad lucha para mejorar sus niveles de vida y, en especial en un país lleno de gente en pobreza extrema, consecuencia de los pésimos y siniestros “gobiernos” que hemos padecido, en especial en las últimas decenas de años.

De esta guisa la sociedad está a la expectativa. Está pendiente de la designación de los miembros del gabinete, de los próximos titulares de las secretarías de estado, de los organismos públicos centralizados y descentralizados, en fin de todo el aparato gubernamental del poder ejecutivo, pues del judicial y del legislativo ya se conocen.

En suma, el ejercicio democrático que se practicó en nuestro país dio un resultado avasallador. La sociedad en general está pendiente no solo de los nombramientos, sino básicamente de los cambios tan anhelados, tan necesitados por todos que se desean, obviamente para bien. No olvidemos que triunfó la decisión mayoritaria del pueblo y que la autocracia y la democracia no son sino dos formas de producción jurídica y solo en un país de leyes se pueden dar estos resultados. Ergo, no estemos a la expectativa pasiva, sino que asumamos una actitud critica (no de censura) para apoyar lo deseable, hacerlo factible, dentro de lo disponible. O usted, esperanzado lector, ¿Qué opina?