/ lunes 29 de octubre de 2018

Violeta del Anáhuac

Los medios de comunicación se convierten en parte de nuestra familia. Entran a nuestros hogares, a nuestra conversación, por lo tanto, entran a nuestra mente y emociones. Si un medio tiene compromiso asume la responsabilidad de entregar a esas mentes no sólo la realidad, sino la reflexión sobre la misma para generar cambios. EL SOL DE ACAPULCO en sus primeros 40 años, forma parte de esa transformación favorable que ha tenido el estado. Felicidades por ello y gracias por permitirme compartir su camino desde estas páginas de opinión.

Las esferas distintas donde he tenido oportunidad de moverme en la Ciudad de México me llevan a compartir el sentimiento que tienen hacia el Puerto de Acapulco. Este centro de descanso no es un lugar de veraneo y ya. Es parte de la historia de quienes la visitan, es el sueño por estar en sus playas, disfrutar de sus tibias aguas, de los amaneceres y atardeceres y toda la infraestructura que se ha construido para que tengan una estancia que les haga regresar. Sólo que, ahora temen regresar.

Creí que el tema de la violencia era solo un inquietante tema de los que vivimos en este estado. Que lo que aquí suceda es asunto nuestro. Y no es así. Viví en Octubre de 1997, con el Huracán “Paulina” una muestra de que el afecto que se tiene al Puerto de Acapulco y de que el dolor que vivía no era un dolor solitario, sino un dolor que alcanzaba a quienes han estado en esta Bahía y a quienes aspiran conocerla.

Los hechos de violencia, todos, han inquietado. Pero no se han podido quedar en un duelo porque otro más arriba. Aún estaba en los medios nacionales el de las mujeres asesinadas cuando otros dos vuelven a tomar la inquietud de lo que está pasando en Acapulco.

Entendí que gobernar Acapulco no es sólo estar al frente de una ciudad con sus municipios. No era sólo atender la responsabilidad que el periodo comprende para hacer en ese lapso algo que cambie favorablemente la realidad. Que gobernar Acapulco es gobernar también para los que están fuera de sus límites territoriales.

El asesinato de Gabriel movió a las y los periodistas a la inquietante pregunta del valor que tienen en el Puerto y las garantías a su labor. El del empresario generó impacto en quienes buscan invertir en esta zona o tienen inversiones ya. Pero en el gran número de ciudadanas y ciudadanos que aspiran a volver a este lugar, el dolor es grande. Se sienten arrebatados de la misma seguridad que quieren sus habitantes. Quieren las mismas garantías para estar y para vivir el lapso que logran arrebatarle al año para disfrutar y reconfortar el alma con un descanso en el destino que consideran favorito del mundo.

De quienes hoy gobiernan, por lo tanto, se espera mucho. Se espera más de una mujer preparada. Se espera más de una idea de transformación. Se espera con la misma fuerza con que se empujó el cambio. El reto no sólo es de Adela, también de los gobiernos Estatal y Federal.

Los medios de comunicación se convierten en parte de nuestra familia. Entran a nuestros hogares, a nuestra conversación, por lo tanto, entran a nuestra mente y emociones. Si un medio tiene compromiso asume la responsabilidad de entregar a esas mentes no sólo la realidad, sino la reflexión sobre la misma para generar cambios. EL SOL DE ACAPULCO en sus primeros 40 años, forma parte de esa transformación favorable que ha tenido el estado. Felicidades por ello y gracias por permitirme compartir su camino desde estas páginas de opinión.

Las esferas distintas donde he tenido oportunidad de moverme en la Ciudad de México me llevan a compartir el sentimiento que tienen hacia el Puerto de Acapulco. Este centro de descanso no es un lugar de veraneo y ya. Es parte de la historia de quienes la visitan, es el sueño por estar en sus playas, disfrutar de sus tibias aguas, de los amaneceres y atardeceres y toda la infraestructura que se ha construido para que tengan una estancia que les haga regresar. Sólo que, ahora temen regresar.

Creí que el tema de la violencia era solo un inquietante tema de los que vivimos en este estado. Que lo que aquí suceda es asunto nuestro. Y no es así. Viví en Octubre de 1997, con el Huracán “Paulina” una muestra de que el afecto que se tiene al Puerto de Acapulco y de que el dolor que vivía no era un dolor solitario, sino un dolor que alcanzaba a quienes han estado en esta Bahía y a quienes aspiran conocerla.

Los hechos de violencia, todos, han inquietado. Pero no se han podido quedar en un duelo porque otro más arriba. Aún estaba en los medios nacionales el de las mujeres asesinadas cuando otros dos vuelven a tomar la inquietud de lo que está pasando en Acapulco.

Entendí que gobernar Acapulco no es sólo estar al frente de una ciudad con sus municipios. No era sólo atender la responsabilidad que el periodo comprende para hacer en ese lapso algo que cambie favorablemente la realidad. Que gobernar Acapulco es gobernar también para los que están fuera de sus límites territoriales.

El asesinato de Gabriel movió a las y los periodistas a la inquietante pregunta del valor que tienen en el Puerto y las garantías a su labor. El del empresario generó impacto en quienes buscan invertir en esta zona o tienen inversiones ya. Pero en el gran número de ciudadanas y ciudadanos que aspiran a volver a este lugar, el dolor es grande. Se sienten arrebatados de la misma seguridad que quieren sus habitantes. Quieren las mismas garantías para estar y para vivir el lapso que logran arrebatarle al año para disfrutar y reconfortar el alma con un descanso en el destino que consideran favorito del mundo.

De quienes hoy gobiernan, por lo tanto, se espera mucho. Se espera más de una mujer preparada. Se espera más de una idea de transformación. Se espera con la misma fuerza con que se empujó el cambio. El reto no sólo es de Adela, también de los gobiernos Estatal y Federal.