A principio de los años sesenta, esta memoria me lo recuerda como un carrusel que pasa sin perder detalle, don Leopoldo Bernal, un operador de camión para el acarreo de agua, leña y arena, tenía que esconderse para que no lo ubicara el PRI, pues por su actividad mercantil, su independencia económica y su carácter civil de ciudadano libre, reunía el perfil para ser regidor del cabildo en la Comuna porteña.
Don Polo -como socialmente se le conocía-, no era la excepción. A nadie que tuviese trabajo, negocio, profesión o modus vivendi seguro, se le cooptaba fácilmente para aparecer junto al presidente municipal cortando listones y engolando discursos. Pero algo había de inédito. No cobraban salario. Ser síndico resultaba una graciosa entrega de las personas notables a la figura edilicia. Un presupuesto tan raquítico entonces que no alcanzaba siquiera para cubrir el sueldo de secretarias y policías.
No existían oficinas con aire climatizado. Tampoco vehículos 4x4 que disfrutaran los funcionarios. La austeridad tenía el sello de la obligatoriedad. Por ello se fugaban a lugares ignotos aquellos quienes pudieran ser notificados de que la Comuna los requería.
Cómo han pasado los años. Parte del quebranto económico de la actual municipalidad acapulqueña corre a cargo de sus regidores y síndicos. Entre todos se embolsan en un trienio 150 millones. 1,500 millones de pesos en diez años que hubiesen servido para múltiples obras y beneficios y que han sido utilizados para enriquecer a fantoches de sin excepción, todos los partidos políticos.
Conociendo estas cifras, ahora entendemos por qué y cómo riñen gente de toda laya por obtener una regiduría, una diputación local o, no bajarse de la prebenda económica en que se han convertido a fuerza de corrupción las colocaciones en los estratos del gobierno.
El servicio público dejó de ser una vacación ciudadana y se ha convertido en un botín familiar. Los padres y los hijos, los maridos y su cónyuge -Víctor Jorrín, Fermín Alvarado-, las amantes, parientes, compadres, los apegados al fuero, los enamorados de la nómina.
La política es una ciencia luminosa. Una misión filosófica con raíces heroicas en la Grecia clásica. Actividad-profesión de varones y capitanes que creyeron construir en la sociedad el bienestar de una Arcadia y el equilibrio de la felicidad colectiva.
La han degrado los mercaderes y chapulines, los escatófagos, los buitres insaciables. Los que brincan de presupuesto en presupuesto como los sapos lo hacen de charca en charca. Quienes cambian de partido tan sólo por no sufrir la hemorragia de vivir en el error fuera del presupuesto.
Como en La Montaña se trueca la hija menor de edad por la dote de un matrimonio ventajoso. En Acapulco se vende una reputación ciudadana por una regiduría. Puedes exponerte a la ignominia, que al final te quedas con el dinero.
PD: “Vende caro tu amor, aventurera”: Agustín Lara.