Llegó al Informe regional del gobernador Astudillo. La ceremonia se ubicaba en el Foro Mundo Imperial. Bajó con su característica: jovialidad de un hombre seguro, poderoso, firme y, todas las ventajas proporcionadas por un chofer al pie, una camioneta blindada, un millón de pesos en cada bolsillo y el pasaporte de ser René Juárez Cisneros.
Tengo una extraña impresión: a nosotros, quienes nos hacíamos bola y nos acumulábamos en el ático tratando de ser tomados en cuenta, nos vio pequeños. Igual debió haber sido la perspectiva humana en Lilliput, nación ficticia de los Viajes de Gulliver: gigantón frente a la menudencia.
Las puertas se abrieron para darle paso al pavorreal.
René no es un embrión, sino todo lo contrario, un político zocato. Inició un día las faenas primarias de su vida como ayudante de mesero en el restaurante Paradise de playa La Condesa: filón turístico de la familia Rodríguez Escalona, donde don Chuy era el patriarca de una concesión federal.
En Chilpancingo luego, estudiando y trabajando (eso sí es capaz y esforzado) encontró la punta del hilo de la madeja para llegar a presidente municipal de Acapulco, legislador federal, secretario en varios gabinetes, gobernador del Estado (adiós pobreza), senador, subsecretario de Gobernación, presidente nacional del PRI y diputado federal; sinecura que aún disfruta.
De aquel prietito playero no queda ni su sombra. El René de hoy tiene prisa, zigzaguea, anda a zancadas, saluda de volada, no ve a los ojos, se desprende con facilidad de cada mano estrechada. Con la diestra palmea, su rostro transluce una soberbia mal disimulada: es altivo, evasivo… ¿vivirá en el cielo y bajará solamente a saludar a los mortales?
Actoral, orgulloso, distante, involuntario, las suyas son las características del déspota. De un déspota ni siquiera ilustrado.
La pregunta es obligatoria: ¿gente como Juárez Cisneros va a devolverle al PRI la preferencia electoral ciudadana perdida?, precisamente por mantenerse apartados de los militantes. Siguen usando estrategias caducas, tal vez útiles cuando José Francisco Ruiz Massieu hace un cuarto de siglo: “ni te oigo ni te veo”.
Sí, tan lejos de las tribulaciones de la gente, separados del pueblo por el abismo infranqueable de la riqueza y el poder: los pobres por insolventes son diferentes a los ricos. Sólo sirven para quitarte el tiempo y… en horas imprevisibles, para votar.
Esta teoría no tiene tesis. Es un engendro de la incultura. Al PRI le falta ideología. El último de sus pensadores fue don Jesús Reyes Heroles. Hoy, carecen de una figura señera. Se encuentran a la deriva. Sólo abundan los René Juárez con un objetivo personal: enriquecerse, sin importarles la forma ni el modo y a costa de cualquier ignominia.
Dónde quedaron arrumbados los líderes sociales, aquellos dirigentes naturales que representaban fuerza vital. Priistas AD. Sí, de Antes de la Devaluación democrática, cuando un tribuno que dio esplendor a la oratoria, un sabio Vicente Fuentes Díaz, jamás soñó con ceder su escaño a un resabio como Félix Salgado Macedonio.
El PRI de Claudia Ruiz Salinas dejó de ser revolucionario. Para rencontrar sus raíces deben visitar las universidades, el campo, donde aún quedan espíritus nacionalistas; acudir a las fábricas y maquiladoras y atender con sentido de justicia la miseria donde sobreviven 70 millones de mexicanos.
Esta es una tarea para hombres de alma y gran corazón. No puede realizarla un acaudalado, capitalista, millonario. No es para quienes practican la política, porque únicamente la idealizan como un trampolín para hacer dinero y amasar fortuna. No René. Mejor retírate.
PD: “México, creo en ti”: Ricardo López Méndez.