/ lunes 20 de julio de 2020

Las universidades frente al empleo de millennials y centennials

Actualmente enfrentamos un gran desafío en términos de empleo que involucra al presente y al futuro de nuestra sociedad, a nuestra cultura y a nuestra economía: los jóvenes.

A diferencia de otras pandemias del pasado, como la llamada gripe española que tuvo un efecto económico nivelador, el Covid19 ha profundizado las desigualdades. Y una desigualdad importante es el agravamiento del desempleo juvenil, en particular de las generaciones de los llamados millennials (1980-1995) y centennials (1996-2010).

El desempleo juvenil es un desafío histórico para nuestro Estado, y previendo las consecuencias negativas de la actual recesión, debemos apuntar al segmento más débil del mercado laboral: los llamados NiNis, los jóvenes de 15 a 24 años que no estudian y no trabajan. Debemos elaborar estrategias para llevarlos de nuevo a los circuitos de formación y acompañarlos al trabajo.

Tendremos en el mundo, y por supuesto en México y en Guerrero, un crecimiento del precariado, según la designación del sociólogo Guy Stending. A diferencia de los obreros industriales, que se caracterizan por ser social y culturalmente homogéneos y con disposición a organizarse y movilizar, el precariado es heterogéneo, disperso y muy conectado por medios virtuales como internet y las redes sociales.

La precariedad como condición social es resultado de tres factores: inestabilidad laboral, apoyo público inadecuado y vulnerabilidad económica personal y familiar. Es decir, los precarios son personas económicamente vulnerables con trabajo inestable y prestaciones sociales insuficientes.

Incluye a jóvenes que les ha tocado vivir en mercados cada vez más exigentes y con una escasez mayor de puestos de trabajo. Frente a esto, como previó el sociólogo Daniel Bell refiriéndose al futuro del capitalismo, la Universidad adquiere un rol importante en determinar las oportunidades de vida y de estratificación social.

Según la Encuesta nacional de ocupación y empleo del Inegi, en el segundo trimestre de 2018, el segmento de la población de 15 a 24 años ascendía a 21.8 millones de personas; de este total, los que ni estudian ni trabajan sumaban 3.8 millones en el país. En Guerrero, la eficaz política del gobernador Astudillo llevó a que las cifras de desempleo descendieran en el estado, logrando la menor tasa de desempleo general (1.4%) en el país.

Para acompañar estas políticas debemos prever los que ocurrirá con los jóvenes que están terminando sus estudios en este año de la pandemia, y que serán los más desfavorecidos en los próximos años por carencia de empleos.

El grupo de jóvenes inactivos tendrá cada vez más dificultades para insertarse en una economía que requiere nuevas habilidades y conocimientos. Es muy probable que la recesión provoque una ola de "ninis temporales": jóvenes con buen nivel educativo pero despedidos por las empresas.

A veces son mujeres jóvenes educadas, muchas graduadas, que se quedan en casa para atender responsabilidades familiares, como lo muestra que del total de 3.8 millones mencionado, 3 millones son mujeres y 800 mil son hombres. La brecha de género comienza en esta etapa.

No obstante las dificultades de la crisis, creo que debemos trabajar para un futuro (verde, digital, sostenible e inclusivo). Y en este sentido debemos construir un verdadero "puente al trabajo". Para ello es necesario detectar a los jóvenes fuera del sistema (los NiNis), e incluirlos en el nivel que corresponda (preparatoria o educación superior); vincular la formación profesional con las necesidades de empresas y fomentar la integración a través de prácticas profesionales.

En este plan puente de educación-empleo, la UAGro -como máxima casa de estudios en Guerrero- debe desempeñar un rol central en su vinculación con el sistema productivo y con el Estado. Para ello, a pesar de la austeridad, requerimos aprovechar los fondos y planes federales y estatales, y forjar una alianza entre el sector público y el privado, porque del empleo de los jóvenes dependerá no sólo la economía, sino el futuro de la seguridad para todos .

Estoy convencido que si actuamos unidos, ponemos imaginación y solidaridad, el futuro será más promisorio de lo esperado.

Actualmente enfrentamos un gran desafío en términos de empleo que involucra al presente y al futuro de nuestra sociedad, a nuestra cultura y a nuestra economía: los jóvenes.

A diferencia de otras pandemias del pasado, como la llamada gripe española que tuvo un efecto económico nivelador, el Covid19 ha profundizado las desigualdades. Y una desigualdad importante es el agravamiento del desempleo juvenil, en particular de las generaciones de los llamados millennials (1980-1995) y centennials (1996-2010).

El desempleo juvenil es un desafío histórico para nuestro Estado, y previendo las consecuencias negativas de la actual recesión, debemos apuntar al segmento más débil del mercado laboral: los llamados NiNis, los jóvenes de 15 a 24 años que no estudian y no trabajan. Debemos elaborar estrategias para llevarlos de nuevo a los circuitos de formación y acompañarlos al trabajo.

Tendremos en el mundo, y por supuesto en México y en Guerrero, un crecimiento del precariado, según la designación del sociólogo Guy Stending. A diferencia de los obreros industriales, que se caracterizan por ser social y culturalmente homogéneos y con disposición a organizarse y movilizar, el precariado es heterogéneo, disperso y muy conectado por medios virtuales como internet y las redes sociales.

La precariedad como condición social es resultado de tres factores: inestabilidad laboral, apoyo público inadecuado y vulnerabilidad económica personal y familiar. Es decir, los precarios son personas económicamente vulnerables con trabajo inestable y prestaciones sociales insuficientes.

Incluye a jóvenes que les ha tocado vivir en mercados cada vez más exigentes y con una escasez mayor de puestos de trabajo. Frente a esto, como previó el sociólogo Daniel Bell refiriéndose al futuro del capitalismo, la Universidad adquiere un rol importante en determinar las oportunidades de vida y de estratificación social.

Según la Encuesta nacional de ocupación y empleo del Inegi, en el segundo trimestre de 2018, el segmento de la población de 15 a 24 años ascendía a 21.8 millones de personas; de este total, los que ni estudian ni trabajan sumaban 3.8 millones en el país. En Guerrero, la eficaz política del gobernador Astudillo llevó a que las cifras de desempleo descendieran en el estado, logrando la menor tasa de desempleo general (1.4%) en el país.

Para acompañar estas políticas debemos prever los que ocurrirá con los jóvenes que están terminando sus estudios en este año de la pandemia, y que serán los más desfavorecidos en los próximos años por carencia de empleos.

El grupo de jóvenes inactivos tendrá cada vez más dificultades para insertarse en una economía que requiere nuevas habilidades y conocimientos. Es muy probable que la recesión provoque una ola de "ninis temporales": jóvenes con buen nivel educativo pero despedidos por las empresas.

A veces son mujeres jóvenes educadas, muchas graduadas, que se quedan en casa para atender responsabilidades familiares, como lo muestra que del total de 3.8 millones mencionado, 3 millones son mujeres y 800 mil son hombres. La brecha de género comienza en esta etapa.

No obstante las dificultades de la crisis, creo que debemos trabajar para un futuro (verde, digital, sostenible e inclusivo). Y en este sentido debemos construir un verdadero "puente al trabajo". Para ello es necesario detectar a los jóvenes fuera del sistema (los NiNis), e incluirlos en el nivel que corresponda (preparatoria o educación superior); vincular la formación profesional con las necesidades de empresas y fomentar la integración a través de prácticas profesionales.

En este plan puente de educación-empleo, la UAGro -como máxima casa de estudios en Guerrero- debe desempeñar un rol central en su vinculación con el sistema productivo y con el Estado. Para ello, a pesar de la austeridad, requerimos aprovechar los fondos y planes federales y estatales, y forjar una alianza entre el sector público y el privado, porque del empleo de los jóvenes dependerá no sólo la economía, sino el futuro de la seguridad para todos .

Estoy convencido que si actuamos unidos, ponemos imaginación y solidaridad, el futuro será más promisorio de lo esperado.