/ jueves 1 de febrero de 2024

Médula | ¡Por los tuétanos del PRI!

Hablar de traiciones en el PRI es tender una cortina de humo respecto a lo que verdaderamente sucede en el otrora partido hegemónico.

Como decía el ex primer ministro de la Tercera República francesa George Clemenceau “un traidor es un hombre que dejó su partido para inscribirse en otro. Un convertido es un traidor que abandonó su partido para inscribirse en el nuestro”.

Tan relativa es la traición en la política que personajes como el exgobernador Ángel Aguirre Rivero se retrata afectuosamente con el dirigente nacional del PRI de ahora, partido del que no solo se salió cuando era el de antes, sino al que derrotó en elecciones, y del cual es ahora aliado mediante el PRD, del cual se apoderó.

El último exgobernador priísta de Guerrero, Héctor Astudillo Flores, se sentía bien en el PRI de antes, pero no se identifica con el PRI de ahora, del cual se salió.

Aunque el PRI de ahora es el mismo del PRI de antes, nadamás que los priístas no se han querido dar cuenta y prefieren romantizar con ideales cuando en los hechos son tan pragmáticos como cualquiera, al grado que quienes en el pasado se fueron a ocupar escaños y curules a otros partidos han regresado para ser dirigentes y hasta candidatos.

José Francisco Ruiz Massieu, dicen que dijo: “o cambiamos o nos cambian”.

Al PRI ya lo cambiaron, pero no cambia. Botón de muestra: Jorge Sánchez Allec, un cuadro “de nueva generación”, pero de las mismas dinastías o cacicazgos regionales que han caracterizado al tricolor, lleva dos trienios en Zihuatanejo donde pretende heredar la alcaldía a su esposa. El PRI no cambia.

Alejandro “Alito” Moreno ejerce su derecho de chupar los tuétanos al esqueleto y reparte los escasos huesos entre sus allegados, y a su estado natal, Campeche. A quienes no lo apoyaron por la dirigencia nacional les dejó la ya descarnada zona del perineo. O sea, ni siquiera eso que seguro se está imaginando. El PRI no cambia.

Pero, los votos priístas suelen ser decisivos en favor de varias de las iniciativas que interesan al presidente Andrés Manuel López Obrador. Es un PRIMor.

¿Entonces sí ha cambiado? No. Es mera sobrevivencia política, la que algunos actores políticos buscan simulando ser opositores siendo en realidad comparsas, y la que otros hallan por otro lado al cerrarse cada vez más la oferta en ese partido.

Y es que hay tres cosas que no deben perderse de vista en el trasfondo de las recientes renuncias del exgobernador Héctor Astudillo y el excandidato a gobernador Mario Moreno Arcos.

La primera es que son parte de una serie de renuncias que a nivel nacional se vienen dando en cascada ante la incapacidad de Alito para reconciliar al priísmo luego de ganarle la dirigencia a la exgobernadora de Yucatán Ivonne Ortega Pacheco. Entre las que se cuentan las de los guerrerenses Astudillo y Moreno, y otras anteriores como las que presentaron Miguel Ángel Osorio Chong, Eruviel Ávila y Claudia Ruiz Massieu, entre otras figuras relevantes que también se fueron.

La segunda, como lo enfatizó el coordinador de los diputados del PRI en el Congreso de Guerrero, Héctor Apreza Patrón, los efectos que la renuncia, en el caso de Astudillo, tendrá. De los 11 de ese grupo legislativo, nueve son del grupo del exgobernador, como también lo es el propio presidente estatal del PRI, Alejandro Bravo Abarca. Habrá, sí, un reacomodo de fuerzas que ayudará a otras fuerzas políticas, llámese Morena, llámese Movimiento Ciudadano que por fin tendría figuras de peso completo y hasta llegaría a tener algún diputado en la próxima legislatura.

Este PRI debilitado, hay que resaltarlo, será el que participe en una coalición a favor de Xóchitl Gálvez por la presidencia de México.

La tercera, que el PRI está tocando fondo. Puede recuperarse, pero primero debe reconocer su enfermedad. Que priístas de larga tradición familiar estén renunciando a décadas de militancia es un síntoma que no se debe ignorar.

Si quienes quedan en el PRI pretenden dibujarlos como el muchacho que hace berrinche será la más clara demostración de que ese partido no ha estado a la altura del cambio que le demanda el simple hecho de que los mexicanos lo hayan cambiado, y que pretende que lo vuelvan a preferir, sin haber hecho lo propio.

Hablar de traiciones en el PRI es tender una cortina de humo respecto a lo que verdaderamente sucede en el otrora partido hegemónico.

Como decía el ex primer ministro de la Tercera República francesa George Clemenceau “un traidor es un hombre que dejó su partido para inscribirse en otro. Un convertido es un traidor que abandonó su partido para inscribirse en el nuestro”.

Tan relativa es la traición en la política que personajes como el exgobernador Ángel Aguirre Rivero se retrata afectuosamente con el dirigente nacional del PRI de ahora, partido del que no solo se salió cuando era el de antes, sino al que derrotó en elecciones, y del cual es ahora aliado mediante el PRD, del cual se apoderó.

El último exgobernador priísta de Guerrero, Héctor Astudillo Flores, se sentía bien en el PRI de antes, pero no se identifica con el PRI de ahora, del cual se salió.

Aunque el PRI de ahora es el mismo del PRI de antes, nadamás que los priístas no se han querido dar cuenta y prefieren romantizar con ideales cuando en los hechos son tan pragmáticos como cualquiera, al grado que quienes en el pasado se fueron a ocupar escaños y curules a otros partidos han regresado para ser dirigentes y hasta candidatos.

José Francisco Ruiz Massieu, dicen que dijo: “o cambiamos o nos cambian”.

Al PRI ya lo cambiaron, pero no cambia. Botón de muestra: Jorge Sánchez Allec, un cuadro “de nueva generación”, pero de las mismas dinastías o cacicazgos regionales que han caracterizado al tricolor, lleva dos trienios en Zihuatanejo donde pretende heredar la alcaldía a su esposa. El PRI no cambia.

Alejandro “Alito” Moreno ejerce su derecho de chupar los tuétanos al esqueleto y reparte los escasos huesos entre sus allegados, y a su estado natal, Campeche. A quienes no lo apoyaron por la dirigencia nacional les dejó la ya descarnada zona del perineo. O sea, ni siquiera eso que seguro se está imaginando. El PRI no cambia.

Pero, los votos priístas suelen ser decisivos en favor de varias de las iniciativas que interesan al presidente Andrés Manuel López Obrador. Es un PRIMor.

¿Entonces sí ha cambiado? No. Es mera sobrevivencia política, la que algunos actores políticos buscan simulando ser opositores siendo en realidad comparsas, y la que otros hallan por otro lado al cerrarse cada vez más la oferta en ese partido.

Y es que hay tres cosas que no deben perderse de vista en el trasfondo de las recientes renuncias del exgobernador Héctor Astudillo y el excandidato a gobernador Mario Moreno Arcos.

La primera es que son parte de una serie de renuncias que a nivel nacional se vienen dando en cascada ante la incapacidad de Alito para reconciliar al priísmo luego de ganarle la dirigencia a la exgobernadora de Yucatán Ivonne Ortega Pacheco. Entre las que se cuentan las de los guerrerenses Astudillo y Moreno, y otras anteriores como las que presentaron Miguel Ángel Osorio Chong, Eruviel Ávila y Claudia Ruiz Massieu, entre otras figuras relevantes que también se fueron.

La segunda, como lo enfatizó el coordinador de los diputados del PRI en el Congreso de Guerrero, Héctor Apreza Patrón, los efectos que la renuncia, en el caso de Astudillo, tendrá. De los 11 de ese grupo legislativo, nueve son del grupo del exgobernador, como también lo es el propio presidente estatal del PRI, Alejandro Bravo Abarca. Habrá, sí, un reacomodo de fuerzas que ayudará a otras fuerzas políticas, llámese Morena, llámese Movimiento Ciudadano que por fin tendría figuras de peso completo y hasta llegaría a tener algún diputado en la próxima legislatura.

Este PRI debilitado, hay que resaltarlo, será el que participe en una coalición a favor de Xóchitl Gálvez por la presidencia de México.

La tercera, que el PRI está tocando fondo. Puede recuperarse, pero primero debe reconocer su enfermedad. Que priístas de larga tradición familiar estén renunciando a décadas de militancia es un síntoma que no se debe ignorar.

Si quienes quedan en el PRI pretenden dibujarlos como el muchacho que hace berrinche será la más clara demostración de que ese partido no ha estado a la altura del cambio que le demanda el simple hecho de que los mexicanos lo hayan cambiado, y que pretende que lo vuelvan a preferir, sin haber hecho lo propio.