El pasado 15 de septiembre vimos el estado emocional de quien dirige al país, sus arengas y el frenesí con el que tocó la campana; su lenguaje verbal lo dijo todo. Para algunos generó emoción, para muchos preocupación, toda la ceremonia y todo el contexto estuvo pensado para un solo ego, para un solo hombre y para una demostración de poder de quien ya lo pierde y lo sabe y se resiste a aceptarlo. Frenesí tiene varios significados y todos parten de una violenta exaltación y perturbación del ánimo.
Podemos estar de acuerdo o no, lo evidente es que conforme pasa el tiempo y se acerca el fin del sexenio, la actitud, los dichos y los hechos deben de ocuparnos y preocuparnos. Está visto que en estos últimos meses habrá una exagerada y frenética forma de tratar de borrar el ya evidente fracaso de la mal llamada Cuarta Transformación, se inauguran obras inconclusas, se ven montajes y se sigue buscando la confrontación. Las campanadas dadas desde el balcón de Palacio Nacional son el ejemplo de este cierre de sexenio, habrá que interpretarlas en todo contexto (desde una llamada a cerrar filas, hasta la de preparación para un enfrentamiento social) todo en López Obrador es criptico, el resultado final siempre tendrá su justificación personal: él no es culpable de nada y se asume como víctima de todo.
El "muera la CORRUPCIÓN" que con tanto frenesí expreso Andrés Manuel, es el claro ejemplo de que se niega a aceptar lo corrupto que ha resultado su gobierno a través de sus obras, sus hijos, sus funcionarios y su proyecto corruptor hacia las fuerzas armadas, lo electoral también hace su parte en su ya deteriorado estado emocional, "sus datos" no son tan halagüeños, así lo demuestran sus dichos y sus hechos, es proclive a cometer un error, la soberbia y el temor a no pasar a la historia (su historia), lo harán traicionar a quienes lo creen infalible, otros se aprestan justificar su deslealtad, su llamado a la FRATERNIDAD UNIVERSAL suena desesperado, ya a destiempo aunque su arenga diga VIVA EL AMOR.
