/ viernes 18 de septiembre de 2020

Desgaste

El formato de comunicación presidencial ha sido ampliamente laureado. Desde el principio del sexenio, las mañaneras se convirtieron en una potente herramienta para exponer la visión y acciones de gobierno. La principal característica de este instrumento fue su capacidad de marcar agenda, definir prioridades, minimizar críticas y orientar a la opinión pública. Sin duda alguna, gran parte del modelo de gobierno de la actual administración se basa y depende de las conferencias que diariamente imparte el presidente.

En un mundo hiperconectado, donde la comunicación de los actores políticos ha evolucionado radicalmente, hoy se exigen dinámicas claras: contacto directo con la audiencia y diálogo circular. El presidente López Obrador ha destacado por hacer uso de estas variables. Al mismo tiempo, a partir del uso de potentes símbolos, impulsa su propia narrativa y la participación en la discusión nacional de su base más cercana.

Esta dinámica de comunicación le ha permitido enfrentarse a diarios nacionales, al grado de estigmatizarlos y se ha puesto por encima de instituciones al evidenciar la falta de apoyo popular de que éstas tienen. Así, las mañaneras, al combinar mecanismos tradicionales con instrumentos digitales, le han garantizado tener penetración masiva, junto a una sólida conexión con su base de apoyo.

No obstante, dicha dinámica también conlleva un riesgo de desgaste, especialmente cuando de convocatoria y movilización se trata. La movilización digital que ha provocado este gobierno para provocar la participación en la conversación ha sido potente, sin embargo, parecería que no lo es tanto cuando se trata de ejecutar acciones en tierra. Esta semana nos dejó dos ejemplos claros para el análisis:

En primer lugar, frente a la propuesta de vender seis millones de cachitos para “rifar” el avión presidencial, el gobierno enfrentó un duro revés. Después de debates y polémica, en las que quedó claro que el famoso sorteo sería mucho más simbólico que real, pues el avión fue un mero pretexto mediático, hay quienes han apuntado que tras restar el monto de lo que por “sugerencia presidencial” invirtieron los empresarios y los cachitos que compró el propio gobierno, apenas unos 140,000 boletos fueron adquiridos por ciudadanos de a pie (2.3%).

En segundo término, el presidente convocó a que los ciudadanos consiguieran un millón y medio de firmas para realizar una consulta popular sobre si debe o no enjuiciarse a los ex presidentes. Principalmente Morena y el Partido del Trabajo promovieron la instalación de mesas alrededor del país, con el fin de conseguir apoyos ciudadanos. La fecha límite para conseguirlos era el 15 de septiembre. Aún cuando se anunció que juntaron dos millones de firmas, el presidente prefirió hacer dicha solicitud personalmente -tal vez por escepticismo de que las firmas fueran validadas- pese a que antes dijo que prefería no hacerlo.

A la luz de los resultados, sirvan estos dos ejemplos para ilustrar que las convocatorias no lograron sus objetivos iniciales en cuanto a movilización en tierra. En los hechos, hubo poca participación de la ciudadanía. También queda la duda de si con esto Morena mostró las deficiencias de organización territorial que adolece como fenómeno mediático.

La #SociedadHorizontal se manifiesta y articula a partir de las causas que le hacen sentido; sin él, no logra actuar con la potencia que la descentralización hoy permite. ¿Será que la convocatoria gubernamental en tierra, muestra ya signos de desgaste?

El formato de comunicación presidencial ha sido ampliamente laureado. Desde el principio del sexenio, las mañaneras se convirtieron en una potente herramienta para exponer la visión y acciones de gobierno. La principal característica de este instrumento fue su capacidad de marcar agenda, definir prioridades, minimizar críticas y orientar a la opinión pública. Sin duda alguna, gran parte del modelo de gobierno de la actual administración se basa y depende de las conferencias que diariamente imparte el presidente.

En un mundo hiperconectado, donde la comunicación de los actores políticos ha evolucionado radicalmente, hoy se exigen dinámicas claras: contacto directo con la audiencia y diálogo circular. El presidente López Obrador ha destacado por hacer uso de estas variables. Al mismo tiempo, a partir del uso de potentes símbolos, impulsa su propia narrativa y la participación en la discusión nacional de su base más cercana.

Esta dinámica de comunicación le ha permitido enfrentarse a diarios nacionales, al grado de estigmatizarlos y se ha puesto por encima de instituciones al evidenciar la falta de apoyo popular de que éstas tienen. Así, las mañaneras, al combinar mecanismos tradicionales con instrumentos digitales, le han garantizado tener penetración masiva, junto a una sólida conexión con su base de apoyo.

No obstante, dicha dinámica también conlleva un riesgo de desgaste, especialmente cuando de convocatoria y movilización se trata. La movilización digital que ha provocado este gobierno para provocar la participación en la conversación ha sido potente, sin embargo, parecería que no lo es tanto cuando se trata de ejecutar acciones en tierra. Esta semana nos dejó dos ejemplos claros para el análisis:

En primer lugar, frente a la propuesta de vender seis millones de cachitos para “rifar” el avión presidencial, el gobierno enfrentó un duro revés. Después de debates y polémica, en las que quedó claro que el famoso sorteo sería mucho más simbólico que real, pues el avión fue un mero pretexto mediático, hay quienes han apuntado que tras restar el monto de lo que por “sugerencia presidencial” invirtieron los empresarios y los cachitos que compró el propio gobierno, apenas unos 140,000 boletos fueron adquiridos por ciudadanos de a pie (2.3%).

En segundo término, el presidente convocó a que los ciudadanos consiguieran un millón y medio de firmas para realizar una consulta popular sobre si debe o no enjuiciarse a los ex presidentes. Principalmente Morena y el Partido del Trabajo promovieron la instalación de mesas alrededor del país, con el fin de conseguir apoyos ciudadanos. La fecha límite para conseguirlos era el 15 de septiembre. Aún cuando se anunció que juntaron dos millones de firmas, el presidente prefirió hacer dicha solicitud personalmente -tal vez por escepticismo de que las firmas fueran validadas- pese a que antes dijo que prefería no hacerlo.

A la luz de los resultados, sirvan estos dos ejemplos para ilustrar que las convocatorias no lograron sus objetivos iniciales en cuanto a movilización en tierra. En los hechos, hubo poca participación de la ciudadanía. También queda la duda de si con esto Morena mostró las deficiencias de organización territorial que adolece como fenómeno mediático.

La #SociedadHorizontal se manifiesta y articula a partir de las causas que le hacen sentido; sin él, no logra actuar con la potencia que la descentralización hoy permite. ¿Será que la convocatoria gubernamental en tierra, muestra ya signos de desgaste?