/ lunes 19 de diciembre de 2022

El Machete Costeño | La Nochebuena ya viene...

Tomado del diario El Sol de Acapulco, página El Machete Costeño, diciembre de 1995

“La Noche Buena ya viene, / la Noche Buena se va / y nosotros nos iremos y no volveremos más…” Así reza un villancico navideño y al recordarlo me obliga a evocar el pasado con nostalgia y reflexionar sobre estas frases, al recordar con tristeza a todos mis contemporáneos que ya no pueden disfrutar más de las fiestas decembrinas, y que fueron testigos y sintieron lo mismo que sentimos los que aún nuestro Padre Dios nos tiene vigentes y que cuando él diga: ¡Ya!... tendremos que alcanzar a los que se nos adelantaron.

En las navidades de los años cincuenta, con sus evoluciones, innovaciones, carencias, actualizaciones, etc., estoy consciente que todo mundo ha disfrutado y sigue disfrutando de estas tradicionales fiestas cada cual su época. Aquí no cabe aquello de que “antes las fiestas eran mejores”. ¡No! Porque cada quien ha disfrutado en su momento, en su tiempo, y ese tiempo queda guardado en nuestros pensamientos y en nuestros corazones.

Al recordar el 24 y el 25 de diciembre de 1945, lo primero que me asalta son las canciones que para mí son representativas de ese año, como Micaela, El gallo tuerto, El apagón, Qué hombre tan simpático, La Rumbantela, José Belén Santana, La última noche, Dice mi gallo, La vaca lechera, La mosca en la pared, etc. También me viene a la mente la últimarepresentación de la danza “El Chareo” y el palenque donde doña Peita bailaba en la tarima (El fandango de arpa) y tocaba el arpa don Vito (Víctor Solís). Por ese tiempo teníamos carencia de luz, salvo la que nos proporcionaba doña María Bello H. y su hijo Hermelindo Coronado, hasta las 11 de la noche. (NOTA: el músico Macario Luviano nació en Tecpan —de Galeana, Guerrero, México— el 25 de junio de 1936. Para diciembre de 1945 frisaba los diez años. Estas son sus vivencias de niño. Escribió en nuestra página El Machete Costeño de El Sol de Acapulco, a partir de 1994,hasta su muerte en 1998).

Plaza Hermenegildo Galeana 1945./ Foto: @RamónSierra

El baile se tenía que iluminar con lámparas de gasolina blanca, tanto en el palenque como en las dos “loterías” (una de don Maco Escamilla); fuera de todo eso, nada más se veían cintilar las candilejas de las mesillas donde se expendían las viandas de la época, como hojuelas y buñuelos con miel (o melao), empanaditas de leche; algunas señoras con pozole, tostaditas con carne de res, a cinco centavos, y sandwichs (nosotros le decíamos sánguche), eran rodajitas de pan francés o pan blanco con un poco de salmón corriente, jitomate, chile verde y cebolla picados y un poco de queso rallado encima, a diez centavos. Como ustedes se darán cuenta, todavía no se usaba la lechuga y la col, rábano ni zanahoria.

Las mesillas se ubicaban dentro del zócalo (no había glorieta aún) y a los costados del zócalo algunas mesillas expendían cervezas y gaseosas (refrescos elaborados en Tecpan), las ponían a refrescar en tinas con agua (porque todavía no había hielo). El baile tradicional se llevaba a cabo en una fracción del zócalo (frente a la casa de Máma-Chala); la gente que pasaba por el lugar, al llegar al baile, tenía que bajarse por haber bancas atravesadas, nosotros nos divertíamos con lo que había, que no era mucho, pero para nosotros era todo porque no conocíamos otra cosa. Los volantines, primero de don Pedro Hurtado, después de don Maco Escamilla y don Faustino Ocampo, eran nuestras diversiones; si no teníamos dinero nos metíamos a arrear el volantín,y para descansar, nos sentábamos un ratito sobre los rayos, a veces contrataban orquestas. Una ocasión, Faustino Ocampo trajo músicos de Santa María, Valente Barrera (El Chequereque), un Sr. de apellido Gallardo y otro (violín, tololoche y guitarra), pero los subió al volantín tocando parados en los rayos y recostados en el poste central del volantín, obviamente tanta vuelta desde el crepúsculo hasta entrada la noche, se marearon y se vomitaron y la gente empezó a saltar;un poco antes pasó por ahí El Gallo Rosas (Manuel) y grita: “¡Faustino, te trajiste al conjunto Acapulco!” Y le contestó El Chequereque: “¡tu madrejijuelachingaaada!” Y el Gallo se fue riendo.

Entrada al antiguo mercado./ Foto: @RamónSierra

Otra de las diversiones de esa época, para los“teenagers”, muchachos de 10 a 14 años, era el legendario “bombón”: cada año llegaba un señor tipo costeño (según oí decir era de Los Arenales) a las fiestas de Nochebuena, ponía una mesita desvencijada bajo el truenito donde vendía frutas don Mauro y doña Aleja Caro, forrada de un viejo paño de billar. El bombón consistía en un artefacto cilíndrico parado con los extremos más anchos y el tubo más angosto parecido a una mano de pilón para pilar arroz,pero corta; dentro del tubo había tres travesaños distanciados como obstáculos y cruzados en diferentes direcciones, ahí depositaba los dos burdos dados,hechos de hueso de res, con las figuras deformes, pero eso no nos importaba. En la mesa estaban los cuadros con vidrieras donde debíamos de apostar: el ciprés,la luna, el sol, la mona, la calavera, el nopal… eran algunas de las figuras.

Definitivamente la posada más grandiosa (en Tecpan) era la última. Aunque con gastos cuantiosos para quien recibía a los “los Santos”,pero ellos lo hacían con todo cariño sin escatimar nada, sobre todo por la satisfacción de albergar simbólicamente el nacimiento del Niño Dios, que es una bendición para los hogares. En el Tecpan de 1949 ó 50, recibió la última posada don Reyes Martínez (q.e.p.d.), papá del estimado padre Ángel Martínez Galeana.Estando en una cena festejando el cumpleaños del extinto amigo Germán Pegueros,la procesión tuvo que pasar por ahí (Calle Reforma) para llegar a la iglesia.¡Qué impresionante fue esa procesión! Despuntando las pastoras de “descansar”con el canto: “Ya llegamos donde aquí es el portal, / venimos rendidos,licencia de entrar”. Esta cuadrilla de pastoras era ensayada por Rosita la de don Cano Rosales (q.e.p.d.), quien acompañaba con su violín los cantos acostumbrados. Estos cantos son tristes,melancólicos y tiernos, su letra es sencilla y a veces con errores, pero los disfrutábamos con muchísimo cariño.

El "Volantín de Don Maco", hecho de madera./ Foto: @RamónSierra

Seguían las cuadrillas de pastoras de doña Lola Díaz, con una enorme disciplina, las de adelante eran señoritas grandes con mucha responsabilidad, que eran las que llevaban la voz cantante. La capitana era la que llevaba el tambor y las demás muchachas tocaban sonajas y de las señoritas que aun recuerdo en esas fechas de pastoras eran: Juana Serrano, Lucrecia Díaz,Umbelina Hernández, las guapas hermanitas Rosa y Pasita Serrano (hijas de Rodolfo “La Ñaca”), las hijas de Chucho Rarra, Eva y Puchita de La O (hijas de Carlos “La Lira”), Tema la de Paracho; Rufa, Cristina y Cofi Hernández, Tita y Noy Morales y un sin fin de señoritas que me es imposible recordar, por cierto que en ese año se uniformaron con un vestuario azul turquesa y las de la fila derecha con sombreros forrados con papel celofán azul y cantando ese bello canto: “Armen Estrépito, canten de júbilo, / canten las vírgenes al Salvador. / En casas rústicas y en pajas míseras / el ser deífico ya apareció…”

Seguían otras pastoras con báculo (las de doña Lázara o doña María La Cuchita) con los cantos: “Somos doce pastorcitas / que de la sierra bajamos, / unas a adorar al Niño / y otras a adornar los ramos…” Y el otro canto de despedida que dice: “Adiós María soberana / adiós José Carpintero, / ya se van tus pastorcitas / hasta el año venidero”. Y junto a Los Peregrinos seguían cantidad de señoritas vestidas de blanco que eran Las Madrinas y se iban turnando al Niño Dios para arrullarlo hasta llegar a la iglesia y depositarlo en el Nacimiento del recinto sagrado.

También,entre la procesión de regreso a la iglesia, caminaban las “madrinas”, señoritas vestidas de blanco, que se iban turnando para cargar y arrullar al Niño Dios,hasta llegar a la iglesia y depositarlo en el Nacimiento del recinto sagrado.Finalmente, la tradición invitaba a la feligresía a prepararse para el Año Nuevo, para “sentar” al Niño Dios en la iglesia y en todos los nacimientos,acompañados con cantos de pastoras que iban de casa en casa cantando y bailando, los viejos cantos, que recibían de los dueños de los altares o“Nacimientos” las empanaditas de leche, los buñuelos y hojuelas con miel. Otras personas ofrecían aguas frescas de sabores.

Anteriormente escenificaban pastorelas como la última que presentaron los días cinco y sus calabazas, esto fue presentado a fines de los años cuarenta, escenificada en casa del señor Julio Estrada y personificada por Pablo Orbe (El Tuneño), un modesto artesano con dotes histriónicas y con una formidable voz que Dios le concedió, admirada por todos sus contemporáneos;también salieron los Reyes Magos, protagonizados por los jóvenes artistas de esa época: mi extinto tío Eleazar Ruiz Orbe (Chay), como Melchor; seguía el tío Ricardo Abarca Serna (Ricachá), Gaspar; y por último Clemente Galeana (La Mapacha), Baltasar, el rey negro; todos ellos montados a caballo y detrás sus mozos vestidos a la usanza y con tres burritos cargados con juguetes… Por supuesto que todo esto era creación de doña Lola Díaz y su familia.

“La Noche Buena ya viene, / la Noche Buena se va / y nosotros nos iremos y no volveremos más…” Así reza un villancico navideño y al recordarlo me obliga a evocar el pasado con nostalgia y reflexionar sobre estas frases, al recordar con tristeza a todos mis contemporáneos que ya no pueden disfrutar más de las fiestas decembrinas, y que fueron testigos y sintieron lo mismo que sentimos los que aún nuestro Padre Dios nos tiene vigentes y que cuando él diga: ¡Ya!... tendremos que alcanzar a los que se nos adelantaron.

En las navidades de los años cincuenta, con sus evoluciones, innovaciones, carencias, actualizaciones, etc., estoy consciente que todo mundo ha disfrutado y sigue disfrutando de estas tradicionales fiestas cada cual su época. Aquí no cabe aquello de que “antes las fiestas eran mejores”. ¡No! Porque cada quien ha disfrutado en su momento, en su tiempo, y ese tiempo queda guardado en nuestros pensamientos y en nuestros corazones.

Al recordar el 24 y el 25 de diciembre de 1945, lo primero que me asalta son las canciones que para mí son representativas de ese año, como Micaela, El gallo tuerto, El apagón, Qué hombre tan simpático, La Rumbantela, José Belén Santana, La última noche, Dice mi gallo, La vaca lechera, La mosca en la pared, etc. También me viene a la mente la últimarepresentación de la danza “El Chareo” y el palenque donde doña Peita bailaba en la tarima (El fandango de arpa) y tocaba el arpa don Vito (Víctor Solís). Por ese tiempo teníamos carencia de luz, salvo la que nos proporcionaba doña María Bello H. y su hijo Hermelindo Coronado, hasta las 11 de la noche. (NOTA: el músico Macario Luviano nació en Tecpan —de Galeana, Guerrero, México— el 25 de junio de 1936. Para diciembre de 1945 frisaba los diez años. Estas son sus vivencias de niño. Escribió en nuestra página El Machete Costeño de El Sol de Acapulco, a partir de 1994,hasta su muerte en 1998).

Plaza Hermenegildo Galeana 1945./ Foto: @RamónSierra

El baile se tenía que iluminar con lámparas de gasolina blanca, tanto en el palenque como en las dos “loterías” (una de don Maco Escamilla); fuera de todo eso, nada más se veían cintilar las candilejas de las mesillas donde se expendían las viandas de la época, como hojuelas y buñuelos con miel (o melao), empanaditas de leche; algunas señoras con pozole, tostaditas con carne de res, a cinco centavos, y sandwichs (nosotros le decíamos sánguche), eran rodajitas de pan francés o pan blanco con un poco de salmón corriente, jitomate, chile verde y cebolla picados y un poco de queso rallado encima, a diez centavos. Como ustedes se darán cuenta, todavía no se usaba la lechuga y la col, rábano ni zanahoria.

Las mesillas se ubicaban dentro del zócalo (no había glorieta aún) y a los costados del zócalo algunas mesillas expendían cervezas y gaseosas (refrescos elaborados en Tecpan), las ponían a refrescar en tinas con agua (porque todavía no había hielo). El baile tradicional se llevaba a cabo en una fracción del zócalo (frente a la casa de Máma-Chala); la gente que pasaba por el lugar, al llegar al baile, tenía que bajarse por haber bancas atravesadas, nosotros nos divertíamos con lo que había, que no era mucho, pero para nosotros era todo porque no conocíamos otra cosa. Los volantines, primero de don Pedro Hurtado, después de don Maco Escamilla y don Faustino Ocampo, eran nuestras diversiones; si no teníamos dinero nos metíamos a arrear el volantín,y para descansar, nos sentábamos un ratito sobre los rayos, a veces contrataban orquestas. Una ocasión, Faustino Ocampo trajo músicos de Santa María, Valente Barrera (El Chequereque), un Sr. de apellido Gallardo y otro (violín, tololoche y guitarra), pero los subió al volantín tocando parados en los rayos y recostados en el poste central del volantín, obviamente tanta vuelta desde el crepúsculo hasta entrada la noche, se marearon y se vomitaron y la gente empezó a saltar;un poco antes pasó por ahí El Gallo Rosas (Manuel) y grita: “¡Faustino, te trajiste al conjunto Acapulco!” Y le contestó El Chequereque: “¡tu madrejijuelachingaaada!” Y el Gallo se fue riendo.

Entrada al antiguo mercado./ Foto: @RamónSierra

Otra de las diversiones de esa época, para los“teenagers”, muchachos de 10 a 14 años, era el legendario “bombón”: cada año llegaba un señor tipo costeño (según oí decir era de Los Arenales) a las fiestas de Nochebuena, ponía una mesita desvencijada bajo el truenito donde vendía frutas don Mauro y doña Aleja Caro, forrada de un viejo paño de billar. El bombón consistía en un artefacto cilíndrico parado con los extremos más anchos y el tubo más angosto parecido a una mano de pilón para pilar arroz,pero corta; dentro del tubo había tres travesaños distanciados como obstáculos y cruzados en diferentes direcciones, ahí depositaba los dos burdos dados,hechos de hueso de res, con las figuras deformes, pero eso no nos importaba. En la mesa estaban los cuadros con vidrieras donde debíamos de apostar: el ciprés,la luna, el sol, la mona, la calavera, el nopal… eran algunas de las figuras.

Definitivamente la posada más grandiosa (en Tecpan) era la última. Aunque con gastos cuantiosos para quien recibía a los “los Santos”,pero ellos lo hacían con todo cariño sin escatimar nada, sobre todo por la satisfacción de albergar simbólicamente el nacimiento del Niño Dios, que es una bendición para los hogares. En el Tecpan de 1949 ó 50, recibió la última posada don Reyes Martínez (q.e.p.d.), papá del estimado padre Ángel Martínez Galeana.Estando en una cena festejando el cumpleaños del extinto amigo Germán Pegueros,la procesión tuvo que pasar por ahí (Calle Reforma) para llegar a la iglesia.¡Qué impresionante fue esa procesión! Despuntando las pastoras de “descansar”con el canto: “Ya llegamos donde aquí es el portal, / venimos rendidos,licencia de entrar”. Esta cuadrilla de pastoras era ensayada por Rosita la de don Cano Rosales (q.e.p.d.), quien acompañaba con su violín los cantos acostumbrados. Estos cantos son tristes,melancólicos y tiernos, su letra es sencilla y a veces con errores, pero los disfrutábamos con muchísimo cariño.

El "Volantín de Don Maco", hecho de madera./ Foto: @RamónSierra

Seguían las cuadrillas de pastoras de doña Lola Díaz, con una enorme disciplina, las de adelante eran señoritas grandes con mucha responsabilidad, que eran las que llevaban la voz cantante. La capitana era la que llevaba el tambor y las demás muchachas tocaban sonajas y de las señoritas que aun recuerdo en esas fechas de pastoras eran: Juana Serrano, Lucrecia Díaz,Umbelina Hernández, las guapas hermanitas Rosa y Pasita Serrano (hijas de Rodolfo “La Ñaca”), las hijas de Chucho Rarra, Eva y Puchita de La O (hijas de Carlos “La Lira”), Tema la de Paracho; Rufa, Cristina y Cofi Hernández, Tita y Noy Morales y un sin fin de señoritas que me es imposible recordar, por cierto que en ese año se uniformaron con un vestuario azul turquesa y las de la fila derecha con sombreros forrados con papel celofán azul y cantando ese bello canto: “Armen Estrépito, canten de júbilo, / canten las vírgenes al Salvador. / En casas rústicas y en pajas míseras / el ser deífico ya apareció…”

Seguían otras pastoras con báculo (las de doña Lázara o doña María La Cuchita) con los cantos: “Somos doce pastorcitas / que de la sierra bajamos, / unas a adorar al Niño / y otras a adornar los ramos…” Y el otro canto de despedida que dice: “Adiós María soberana / adiós José Carpintero, / ya se van tus pastorcitas / hasta el año venidero”. Y junto a Los Peregrinos seguían cantidad de señoritas vestidas de blanco que eran Las Madrinas y se iban turnando al Niño Dios para arrullarlo hasta llegar a la iglesia y depositarlo en el Nacimiento del recinto sagrado.

También,entre la procesión de regreso a la iglesia, caminaban las “madrinas”, señoritas vestidas de blanco, que se iban turnando para cargar y arrullar al Niño Dios,hasta llegar a la iglesia y depositarlo en el Nacimiento del recinto sagrado.Finalmente, la tradición invitaba a la feligresía a prepararse para el Año Nuevo, para “sentar” al Niño Dios en la iglesia y en todos los nacimientos,acompañados con cantos de pastoras que iban de casa en casa cantando y bailando, los viejos cantos, que recibían de los dueños de los altares o“Nacimientos” las empanaditas de leche, los buñuelos y hojuelas con miel. Otras personas ofrecían aguas frescas de sabores.

Anteriormente escenificaban pastorelas como la última que presentaron los días cinco y sus calabazas, esto fue presentado a fines de los años cuarenta, escenificada en casa del señor Julio Estrada y personificada por Pablo Orbe (El Tuneño), un modesto artesano con dotes histriónicas y con una formidable voz que Dios le concedió, admirada por todos sus contemporáneos;también salieron los Reyes Magos, protagonizados por los jóvenes artistas de esa época: mi extinto tío Eleazar Ruiz Orbe (Chay), como Melchor; seguía el tío Ricardo Abarca Serna (Ricachá), Gaspar; y por último Clemente Galeana (La Mapacha), Baltasar, el rey negro; todos ellos montados a caballo y detrás sus mozos vestidos a la usanza y con tres burritos cargados con juguetes… Por supuesto que todo esto era creación de doña Lola Díaz y su familia.

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