/ miércoles 20 de septiembre de 2023

El Muelle de Acapulco guarda la historia del comercio con Filipinas

El puerto fue el segundo más importante del Virreinato mexicano y el Fuerte de San Diego fue crucial en la protección de los navíos que llegaban

Acapulco fue el segundo puerto más importante del virreinato mexicano y como zona estratégica cumplió una doble función al ser el puerto de destino final del comercio transpacífico en América y el enlace directo con Filipinas, por lo que se tuvo que construir un fuerte para proteger a los navíos de los barcos “piratas”.

Este atracadero se construyó en 1555, se colocaron pilotes y un andador de madera, para recibir los galeones que llegaban para comerciar. En este punto es necesario precisar que en 1573, se le designó como puerto oficial autorizado del recorrido final del Galeón de Manila, hacía América.

Lea también: “El Mostaza”, un dolor de cabeza para turistas de cruceros

A partir de ese momento, Acapulco fue el nexo de todo tipo de comunicaciones entre Europa-Nueva España-Asia, pues era el único lugar desde donde el navío podía zarpar con dirección al archipiélago, pero a medida que aumentaba el arribo de embarcaciones, crecía el temor de una incursión enemiga.

En aquel entonces no existía ninguna fortaleza, para la época los medios defensivos de Acapulco eran provisionales, sólo contaba con trincheras improvisadas y un reducto semejante a una fortaleza medieval, totalmente inutil para rechazar un ataque desde el mar.

Fue en ese entonces que el virrey de Nueva España, Marqués de Guadalcázar, encargó la construcción de otro reducto al ingeniero Adrián Boot, responsable en aquella época de las obras de desagüe de la Ciudad de México, pero rechazó la propuesta por tratarse de una construcción pequeña e insuficiente.

Fue entonces que Boot, envió un proyecto de fortificación que constaba de cinco torres que unidas con salientes y daban una forma pentagonal, pero se tuvo que consultar el proyecto antes de iniciar la obra y fue a finales de 1616, cuando se empezó a construir la nueva fortificación en lo alto de un cerro.

Su costo fue de cien mil pesos de aquel entonces y la obra se concluyó el 15 de abril de 1617. La nueva fortificación tenía un cometido, impedir los ataques de barcos piratas que ingresaban por la bocana de la bahía del puerto.

La aduana se utiliza para la exportación de vehículos. / Foto: Celso Castro | El Sol de Acapulco

El edificio se caracterizó, en un principio, por ser “una primitiva estructura irregular” levantada sobre grandes desniveles en el suelo. Tenía cinco torres elevadas y su figura distaba mucho de ser regular, pero su vista permitía avistar al enemigo.

El terremoto de 1776 dañó notablemente la fortificación, por consiguiente la planta nuevamente fue trazada y se hicieron las reparaciones, pero también se agregaron más anexos y quedó terminada en 1783.

Sus temores se confirmaron, al llegar más galeones, las incursiones enemigas eran más frecuentes y les generaban cuantiosos gastos de guerra, por lo que el virrey de Nueva España proyectó aplicar durante seis años un impuesto especial del 2 por ciento a las mercancías.

Según relatos históricos, todo el cargamento que ingresara en el puerto tenía que pagar este arancel, así que cuando se inició la nueva obra, se cargó para su edificio uno por ciento perpetuo al comercio de Filipinas, mientras durase la construcción.

Una vez que quedó terminada la fortificación, el puerto fue más seguro y Acapulco se situó como uno de los puertos más importantes de la época, del cual se valió el Virreinato mexicano para fortalecer su relación comercial con Filipinas.

La Policía Fiscal y la Armada de México se encargan de la vigilancia. / Foto: Celso Castro | El Sol de Acapulco

Los barcos procedentes del país asiatico transportaban mercancías con una gran demanda en América, como sedas, objetos artísticos y decorativos, muebles, marqueterías, porcelana, loza, tejidos de algodón, estoraque, cera, oro, entre otros artículos de gran requerimiento, además también llegaban las llamadas “indias chinas”, esclavos y criados de origen asiático.

Para ese entonces se construyó un muelle más grande y permitía que atracaran más navíos, cuya ruta tardaban en cubrir tres meses de Acapulco a Manila, pero era distinto cuando navegaban en sentido opuesto, pues eran 7 y 8 meses de viaje.

Cuando se terminó la relación comercial a raíz que un tribunal de Cádiz emitió una real orden que suprimió la Nao de Acapulco, el último navío que llegó al puerto de Acapulco fue el “San Fernando”, en 1815, dejándolos en libertad a los filipinos comerciar en barcos particulares.

Es de hacerse notar que nunca más se pudo restablecer esta ruta comercial, pues cuando México logró su independencia, se pone punto final, pero queda el muelle fiscal y la fortaleza del fuerte de San Diego, que fueron producto de la época cuando floreció el comercio con el galeón de Manila.

Acapulco fue el segundo puerto más importante del virreinato mexicano y como zona estratégica cumplió una doble función al ser el puerto de destino final del comercio transpacífico en América y el enlace directo con Filipinas, por lo que se tuvo que construir un fuerte para proteger a los navíos de los barcos “piratas”.

Este atracadero se construyó en 1555, se colocaron pilotes y un andador de madera, para recibir los galeones que llegaban para comerciar. En este punto es necesario precisar que en 1573, se le designó como puerto oficial autorizado del recorrido final del Galeón de Manila, hacía América.

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A partir de ese momento, Acapulco fue el nexo de todo tipo de comunicaciones entre Europa-Nueva España-Asia, pues era el único lugar desde donde el navío podía zarpar con dirección al archipiélago, pero a medida que aumentaba el arribo de embarcaciones, crecía el temor de una incursión enemiga.

En aquel entonces no existía ninguna fortaleza, para la época los medios defensivos de Acapulco eran provisionales, sólo contaba con trincheras improvisadas y un reducto semejante a una fortaleza medieval, totalmente inutil para rechazar un ataque desde el mar.

Fue en ese entonces que el virrey de Nueva España, Marqués de Guadalcázar, encargó la construcción de otro reducto al ingeniero Adrián Boot, responsable en aquella época de las obras de desagüe de la Ciudad de México, pero rechazó la propuesta por tratarse de una construcción pequeña e insuficiente.

Fue entonces que Boot, envió un proyecto de fortificación que constaba de cinco torres que unidas con salientes y daban una forma pentagonal, pero se tuvo que consultar el proyecto antes de iniciar la obra y fue a finales de 1616, cuando se empezó a construir la nueva fortificación en lo alto de un cerro.

Su costo fue de cien mil pesos de aquel entonces y la obra se concluyó el 15 de abril de 1617. La nueva fortificación tenía un cometido, impedir los ataques de barcos piratas que ingresaban por la bocana de la bahía del puerto.

La aduana se utiliza para la exportación de vehículos. / Foto: Celso Castro | El Sol de Acapulco

El edificio se caracterizó, en un principio, por ser “una primitiva estructura irregular” levantada sobre grandes desniveles en el suelo. Tenía cinco torres elevadas y su figura distaba mucho de ser regular, pero su vista permitía avistar al enemigo.

El terremoto de 1776 dañó notablemente la fortificación, por consiguiente la planta nuevamente fue trazada y se hicieron las reparaciones, pero también se agregaron más anexos y quedó terminada en 1783.

Sus temores se confirmaron, al llegar más galeones, las incursiones enemigas eran más frecuentes y les generaban cuantiosos gastos de guerra, por lo que el virrey de Nueva España proyectó aplicar durante seis años un impuesto especial del 2 por ciento a las mercancías.

Según relatos históricos, todo el cargamento que ingresara en el puerto tenía que pagar este arancel, así que cuando se inició la nueva obra, se cargó para su edificio uno por ciento perpetuo al comercio de Filipinas, mientras durase la construcción.

Una vez que quedó terminada la fortificación, el puerto fue más seguro y Acapulco se situó como uno de los puertos más importantes de la época, del cual se valió el Virreinato mexicano para fortalecer su relación comercial con Filipinas.

La Policía Fiscal y la Armada de México se encargan de la vigilancia. / Foto: Celso Castro | El Sol de Acapulco

Los barcos procedentes del país asiatico transportaban mercancías con una gran demanda en América, como sedas, objetos artísticos y decorativos, muebles, marqueterías, porcelana, loza, tejidos de algodón, estoraque, cera, oro, entre otros artículos de gran requerimiento, además también llegaban las llamadas “indias chinas”, esclavos y criados de origen asiático.

Para ese entonces se construyó un muelle más grande y permitía que atracaran más navíos, cuya ruta tardaban en cubrir tres meses de Acapulco a Manila, pero era distinto cuando navegaban en sentido opuesto, pues eran 7 y 8 meses de viaje.

Cuando se terminó la relación comercial a raíz que un tribunal de Cádiz emitió una real orden que suprimió la Nao de Acapulco, el último navío que llegó al puerto de Acapulco fue el “San Fernando”, en 1815, dejándolos en libertad a los filipinos comerciar en barcos particulares.

Es de hacerse notar que nunca más se pudo restablecer esta ruta comercial, pues cuando México logró su independencia, se pone punto final, pero queda el muelle fiscal y la fortaleza del fuerte de San Diego, que fueron producto de la época cuando floreció el comercio con el galeón de Manila.

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