/ sábado 5 de noviembre de 2022

El Machete Costeño | Lunadas de luna llena

Tomado del libro “Así masca la iguana” de Ramón Sierra López

En un tiempo sin prisas, entre arpegios de guitarras mezclados con agudas voces femeninas y graves masculinas, por un camino culebrero y al paso cansino de los bueyes, una caravana de carretas avanzaba hacia el mar; mientras el conejo de la luna marcaba con precisión la sombra de las palmeras y untaba de plata las faldas de los vestidos.

Eran las “idas a la playa”, costumbre tecpaneca de los tiempos idos. Eran el estero, la playa, el mar, la luna, el solaz y el esparcimiento en plena convivencia con los hermanos de la espuma, de la garza, de la palma y del sol. Eran los tiempos en que el tiempo se detenía para que la bullanga juvenil, madura y senil juntara la noche con el día. Era el ritual en que grandes y chicos se ofrendaban a la naturaleza. Cuando los tiempos de la revolución se juntaban con los tiempos del agrarismo, ya existían los viajes nocturnos a la playa, que se hacían en carretas que ya traían el secreto de don Jesús María Severiano, que pasó a su vez a don Toño Daniel Serrano, quien en 1925 conoció la técnica que garantizaba por cinco años la construcción de las mismas que, con mansos y bien amaestrados bueyes, aseguraban los placenteros viajes.

Había dos destacadas mujeres que invitaban a la población: doña Seferina Jacintos y doña Virginia Rumbo. Pero el alma del equipo era el abuelo de don Toño Daniel,que era medio “traviesón”. Y el nieto recuerda que se hacían los preparativos por la tarde, se efectuaba el viaje en caravana por la noche y llegaban amaneciendo: “se oía la gritería de las mujeres: ¡a la playa! ¡a la playa! Y ya en la playa, andábamos buscando la manera de dormir, en las enramadas,acomodando ramas… (nos platicaba don Antonio Daniel Serrano en una entrevista).Mi abuelo era el representante para decir qué juego se iba a realizar en la noche. Y decía: a la noche vamos a jugar el ‘juego de la Semana Santa’ Y había un viejo que le decían Tiviche, flaco él, grandote, así. Y dice mi abuelo: Tiviche va a ser el Señor Crucificado, el Cristo. Váyanse a buscar unos palos para hacer una cruz. Lo amarraron así y le pusieron un palo para que se parara,y mi abuelo iba a ser el cura. La gente presenciando la ‘Semana Santa’ y mi abuelo pronunciando el sermón. Así las cosas, mi abuelo aconsejó a otros y les dijo:cuando yo diga en el sermón ‘que se rompa el velo del templo’, entonces le quitan la sábana con que va a estar cubierta la cruz; y tú fulano, le jalas la cinta del calzón. Eran calzones de cinta los que se usaban. Tiviche estaba arremangado hasta aquí, haciendo el papel del Señor medio desnudo. Entonces en la escena se hizo lo que mi abuelo aconsejó. Cuando ya estaba dando el sermón,que dice: ‘que se rompa el velo del templo’, que quitan la sábana y otro que le jala la cinta del calzón a Tiviche y que se queda en pelotas. Tiviche nomás se retorcía. Y aquella gente las ‘risadas’. Y la gritería. Y unos: ¡tápenlo!¡tápenlo!... Y otros: ¡No, no… Espérense tantito! ¡déjenlo!... Cuando lo desataron, decía Tiviche: no fue otro que Regino Sotelo –así se llamaba mi abuelo, pero le decían Regino Chimenea—, y agarró un machete y que empieza a buscar a mi abuelo gritando: ¡agárrenme a Chimenea!... A esa hora se vino mi abuelo de la playa.”

Carreta y mujeres listas para el viaje a la playa./ Foto: Cortesía Ramón Sierra

La costumbre de las idas a la playa de Tetitlán, ubicada a unos 12 kilómetros al sur de Tecpan, se remonta a principios del siglo pasado. Don Antonio Daniel Serrano nos contaba en entrevista de las travesuras de su abuelo, pero su tía Laria Galeana, también participaba de esta tradición de Tecpan, de Galeana,Guerrero, México, y de ella también nos platicó: “para juntar a la gente tiraban cohetes; mi tía Laria se encargaba de andar levantando a la gente. Era una cosa ruidosa. Andaba mi tía Laria tirando cohetes y ya los carreteros empezaban a uncir sus bueyes… Y aquel gentío.” Iniciada la caravana de carretas, se enfilaba por el rumbo del Cerrito, un poblado al sur de la ciudad.Las mujeres empezaban a cantar. “Mi tía Laria cantaba la Nube que azul…—contaba don Toño—, ¡Ay, el barco va a partir; / y que pronto va a surcar el mar, / hasta no llegar a mí…! Y la cantadera de las mujeres. ¡Ah! tu abuela María Mendoza hacía la comida allá en la playa, no la vendía, era para regalarla. Les decía a los que andaban sin comer: ¡vente a comer! Y a los que pasaban por su enramada: ¡vente a comer!... Todo eso se acabó cuando vino el pleito de la Ley Agraria. No dejaban pasar a las carretas.”

Pero las generaciones posteriores inmediatamente reanudaron la tradición. Los carreteros más solicitados eran don Marianillo, don José el de Tranquilina, don José Otero, entre otros. Mi mamá,Carmen López Martínez, también me contó en una entrevista: “desde temprano se hacían los nejos. Me acuerdo que mi papá le decía a mi mamá: prepara bastimento porque nos vamos a ir a la playa. Y mi mamá no iba muy de acuerdo. No le gustaba. Y le decía a mi papá: ya vas a empezar con tus viajes. —Sí mujer, hay que ir, —le decía mi papá. —Ya te traje maíz para los nejos. Y hacía mi mamá una ‘medida’ de maíz de nejos. Luego compraba la carne de marrano, y como siempre tenía animalitos, se mataba dos o tres pollos y los guisaba en chilito colorado…”

“Entonces ya salía la luna y ya llegaban las carretas para irnos a la playa —recuerda doña Carmen—, yo estaba muy chamaca entonces, y me acuerdo que se hacía el alboroto.Se juntaban Luisa Morales, Chana Rumbo, Úrsula y Feliciana Mendoza, que cantaban muy bonito. Llegábamos a la playa y ya estaban listos los pangos para pasar el estero. No nos íbamos con doña María Mendoza, porque ella llevaba muchas cosas: la olla del pozole, la carne, el nixtamal y todo para hacer la comida allá. A ella la pasaba Manuel El Panguero. En la playa mi papá nos acostaba en una enramada. Como estábamos chamacas, no quería que fuéramos a los juegos. Pero eran unos juegos tan bonitos y tan divertidos; se juntaba pura gente alegre: Pache, el Gato Rumbo, doña Tomasa Alvarado, doña Virginia Rumbo con sus hijos, Chucho Radilla, don Chelo Hernández, la mamá de Las hierbabuenas… Se jugaba El Enfermo y muchos juegos que no recuerdo sus nombres… ¡Ah! y se jugaba también la Chirriona Mona. Una vez le descompusieron el brazo a Teresa Sotelo, con el juego de la Chirriona Mona y a esa hora se la trajeron para Tecpan desde la playa”.

"Una ocasión se suspendió el viaje porque se murió don Rutilo, el papá de Toño,Manuel y Nando Hernández. Ya estaba lista la gente, todos con sus bastimentos para irse a la playa, y muérese don Rutilo y el viaje se suspendió. Cuentan que a los pocos días —el recuerdo se apoderó de doña Carmen— andando tomando mi esposo Ramiro con Toño, el hijo de don Rutilo, que vive en Acapulco, éste le dice: oye Ramiro, acompáñame al camposanto, quiero ir a despedirme de mi papá, no he ido a verlo, ¿vamos? Así es que se fueron al camposanto, en la madrugada, en la borrachera. Dicen que Toño le decía: papá, ya me voy, ya estuve aquí muchos días, pero ya me voy para Acapulco con mis hijos, nomás vine a despedirme de ti… Entonces dice Ramiro: ‘pérate, pérate’, yo también quiero decirle algo: ¡oye Rutilo, por qué fuiste tan cabrón, ¡cómo se te ocurrióm orirte el día que íbamos a la playa ése sábado, mi pobre ‘máma’ se quedó con todo el bastimento, causa tuya...! Dicen que Toño le dijo: ‘¡pérate’ pues Ramiro, no le digas así a mi papá! —¡Cómo chingaos no le voy a decir, si dejó a mi máma con todo hecho…!”

Carreta con jovencitas custodiadas por caballerangos./ Foto: Cortesía Ramón Sierra

Las “idas a la playa” se iniciaban después del Día de muertos”. Cuando ya salía la luna, como a eso de las once de la noche, después de llena. Don Macario Escamilla, otro de los organizadores del viaje a la playa, tiraba una bomba que despertaba los ánimos y propiciaba el “alboroto de gentillales”, que incluso ya estaban listos, porque decían: “ya va a tirar la bomba Maco”. Su carretero, don Chico Lino (y en ocasiones don Santos Reyes), llegaba a su casa para subir el tambo de los “nejos”, las cazuelas con carne de cuche o de res, pollo, arroz crudo, café en polvo, azúcar, panocha…Don Juvencio Jacintos, don Santos Reyes, don Ernesto Ruiz, don Mariano(Marianillo) Ayvar, don Francisco Lino, José Otero, don Mateo (El Culón) Campos, entre otros, se encargaban de trasladar a los paseantes. Eran los carreteros, diestros con la rienda y la garrocha, conocedores de la cuarta y el yugo, que nunca fueron llamados “abandonaos”, porque no ensebaran los ejes de sus carretas.

Don Macario Escamilla, que tenía en aquel entonces un “volantín” de madera, una especie de carrusel, como el de los “caballitos”, se llevaba la manta que cubría al mismo, para guarecerse del sol en la ardiente playa de Tetitlán.Cuenta su hija “La Güera”: “cuando llegábamos a la playa, lo primero que ponía mi papá era el ‘pabellón’ del volantín, un manteado grande, en el que cabía mucha gente; luego en la noche, ponía lámparas de gasolina blanca. Por la noche se juntaba mucha gente para los juegos: doña Juana Serrano, doña María Galeana,Cande Serrano, don Cobián, Casto Bello, Chana Ríos, Luisa Morales, La Mime y Chica Rumbo, Las Navarrete, don Toño Daniel Serrano y su familia, doña María Serrano, Las Abarca: Conchita y Rochi Abarca… Se jugaba al Enfermo, don Chucho Radilla era bueno para eso, se revolcaba y ¡ay, tengo el dolor!... Se repartían los nombres entre los que jugaban: que el alcohol, la inyección, la pastilla,la lavativa, el dolor… Y cuando el ‘enfermo’ los mencionaba, tenían que gritar rápidamente: ¡señor! El que se equivocaba, le tocaba prenda. Así es que don Chucho se retorcía: ¡tengo un dolor! —¡señor! —¡que me traigan la lavativa! —¡señor! —¡la inyección! —¡señor! —¡el alcohol! —¡señor!... Los castigos para sacar las prendas iban desde un baño a esa hora en el mar, hasta un abrazo o un beso a fulano o a fulana…”

Doña Carmen López también nos contó que las idas a la playa eran en tiempos tranquilos, con diversiones sanas, con travesuras sin trascendencia. “Una vez nos quedamos dos noches porque se perdió el buey pinto de la carreta de don Mariano —aún se acordaba—. Se fueron en la tarde por los animales, ya para uncirlos,y nosotros listos para irnos al estero. Pasamos el estero, pero el buey no aparecía. Estaba mi papá preocupado porque al otro día (lunes) tenía que ir a trabajar. Entonces fueron doña Virginia Rumbo, doña Felisa Sotelo y otras mujeres y se hincaron a mitad del médano gritando: ¡que no aparezca el buey,San Isidro Labrador, que no aparezca el buey… para quedarnos otro día más!”

Eran los primeros días de noviembre, después del Día de Muertos, cuando don Maco Escamilla salía con su carcachita modelo 48 (esto es narrado por su hijo Joaquín Escamilla)color verde-marihuana, llamada El Pajarito, motivo por el cual el pueblo conocía al mencionado carro como “el pajarito de don Maco”, a invitar al pueblo entero a las idas a la playa. Don Maco paseaba un pizarrón en el que venía anotada la invitación a la playa de Tetitlán; llevaba como propaganda la música de viento de ‘Los Liras’, así se conocía en el pueblo la orquesta integrada por don Delfino de La O (La Lira), don Chelo Hernández, el Cuate Sotelo, don Pedro Bello y otros más.

El pizarrón decía: “Se invita a todo el pueblo de Tecpan a las tradicionales lunadas en la playa de Tetitlán, los días 5 y 6 de noviembre del presente año.Para mayor información en la casa de Macario Escamilla, Daniel Serrano o ChuchoTegua. No faltes.” La salida siempre era a eso de las 3 de la mañana, frente a la casa de don Puyo Sánchez, de donde salían las carretas de don Chico Lino, don Tin caro, El Gato Rumbo, don Ernesto Ruiz, don Juvencio Jacintos, don José La Coñeja y sin faltar una de las más famosas carretas jalada por aquel legendario “buey pinto”, la de don Marianillo Ayvar. La misión de las carretas era llevar a todas las mujeres y niños, así como todas las cazuelas con los ricos guisados de relleno, mole, picadillo, frijoles con chorizo, nacatamales, sin faltar, desde luego, la carne de cuche en chile rojo y tamales nejos. El arroz macán se llevaba crudo,en la playa se ponía a cocer en grandes ollas de barro con agua del estero y hojas de pozquelite en sus paredes. Las ollas de arroz eran atizadas casi siempre por don Fortino Galeana, con pencas secas de palma de coco.

Aparte de las carretas, las demás personas que asistían se iban a caballo, en mulas y burros —los que tenían— y los demás se la echaban “a pata”, pero eso sí, con mucho entusiasmo. Siempre iban tanto adelante como detrás del convite, grupos de guitarristas del pueblo, entonando canciones de la época. Entre ellos se pueden mencionar a José Texta, su hermano Modesto, Pablo El Tuneño, Rigoberto Chequerilla, El Requinto, Julio Castañeda y muchos más. Las canciones que entonaban eran los éxitos de momento: Aranda,Juan Charrasqueado, El Cafetal, El alacrán tumbando caña, Limoncito, Zenaida Ingrata, La Barca de oro, El soldado raso, Estrellita del sur y otras.

El día anterior, don Maco tenía por costumbre irse en pangos con sus amigos Daniel Serrano, Chucho Tegua, Chucho Albarrán, Vicente y Adrián Díaz, Fortino Cadena,Tacho Galeana y el oficial de carpintería que trabajaba con él, casi muchachillo, grandulón relajo y dicharachero, conocido como Ramirón. Todo ese grupo se iba en pangos por el viejo río Tecpan, cargando sus respectivas “tarrayas” de cáñamo, teñidas con candelilla y hojas de limoncillo, con el fin de esperar con pescado fresco y distribuirlo en las enramadas, al total del contingente del convite esperado.

Para amenizar las lunadas, don Maco llevaba sus diez lámparas de gasolina que tenía y otras que le rentaban a doña Marciala Hurtado. Las lunadas en la playa eran un éxito, pues la gente se divertía con los juegos que organizaban las carismáticas Luisa Morales, Chica Rumbo y los siempre divertidos Lupe El Platero y en especial, en ese tiempo, el “niño grande”: Ramiro Sierra Mendoza(Ramirón), quienes en grupo, nos hacían pasar momentos inolvidables de risas,carcajadas y con sus actuaciones en la “Chirriona Mona”, “Miliano no está aquí”, “La boda del Viejo y la Vieja” y sin faltar el acto estrella del“Enfermo y el doctor”, interpretado magistralmente por Ramirón y don Lupe El Platero.

Pasada la euforia de esos tres días de sol y playa, desvelos y cansancio, la gente regresaba a Tecpan más prieta que cualquier “nito” de la Costa Chica, con la espalda y la nariz peladas por el sol, que de lejos parecían “güindures”, pero eso sí, gritando“¡fuimos a la playa…!”

Acapulco, Guerrero, noviembre de 1993.

En un tiempo sin prisas, entre arpegios de guitarras mezclados con agudas voces femeninas y graves masculinas, por un camino culebrero y al paso cansino de los bueyes, una caravana de carretas avanzaba hacia el mar; mientras el conejo de la luna marcaba con precisión la sombra de las palmeras y untaba de plata las faldas de los vestidos.

Eran las “idas a la playa”, costumbre tecpaneca de los tiempos idos. Eran el estero, la playa, el mar, la luna, el solaz y el esparcimiento en plena convivencia con los hermanos de la espuma, de la garza, de la palma y del sol. Eran los tiempos en que el tiempo se detenía para que la bullanga juvenil, madura y senil juntara la noche con el día. Era el ritual en que grandes y chicos se ofrendaban a la naturaleza. Cuando los tiempos de la revolución se juntaban con los tiempos del agrarismo, ya existían los viajes nocturnos a la playa, que se hacían en carretas que ya traían el secreto de don Jesús María Severiano, que pasó a su vez a don Toño Daniel Serrano, quien en 1925 conoció la técnica que garantizaba por cinco años la construcción de las mismas que, con mansos y bien amaestrados bueyes, aseguraban los placenteros viajes.

Había dos destacadas mujeres que invitaban a la población: doña Seferina Jacintos y doña Virginia Rumbo. Pero el alma del equipo era el abuelo de don Toño Daniel,que era medio “traviesón”. Y el nieto recuerda que se hacían los preparativos por la tarde, se efectuaba el viaje en caravana por la noche y llegaban amaneciendo: “se oía la gritería de las mujeres: ¡a la playa! ¡a la playa! Y ya en la playa, andábamos buscando la manera de dormir, en las enramadas,acomodando ramas… (nos platicaba don Antonio Daniel Serrano en una entrevista).Mi abuelo era el representante para decir qué juego se iba a realizar en la noche. Y decía: a la noche vamos a jugar el ‘juego de la Semana Santa’ Y había un viejo que le decían Tiviche, flaco él, grandote, así. Y dice mi abuelo: Tiviche va a ser el Señor Crucificado, el Cristo. Váyanse a buscar unos palos para hacer una cruz. Lo amarraron así y le pusieron un palo para que se parara,y mi abuelo iba a ser el cura. La gente presenciando la ‘Semana Santa’ y mi abuelo pronunciando el sermón. Así las cosas, mi abuelo aconsejó a otros y les dijo:cuando yo diga en el sermón ‘que se rompa el velo del templo’, entonces le quitan la sábana con que va a estar cubierta la cruz; y tú fulano, le jalas la cinta del calzón. Eran calzones de cinta los que se usaban. Tiviche estaba arremangado hasta aquí, haciendo el papel del Señor medio desnudo. Entonces en la escena se hizo lo que mi abuelo aconsejó. Cuando ya estaba dando el sermón,que dice: ‘que se rompa el velo del templo’, que quitan la sábana y otro que le jala la cinta del calzón a Tiviche y que se queda en pelotas. Tiviche nomás se retorcía. Y aquella gente las ‘risadas’. Y la gritería. Y unos: ¡tápenlo!¡tápenlo!... Y otros: ¡No, no… Espérense tantito! ¡déjenlo!... Cuando lo desataron, decía Tiviche: no fue otro que Regino Sotelo –así se llamaba mi abuelo, pero le decían Regino Chimenea—, y agarró un machete y que empieza a buscar a mi abuelo gritando: ¡agárrenme a Chimenea!... A esa hora se vino mi abuelo de la playa.”

Carreta y mujeres listas para el viaje a la playa./ Foto: Cortesía Ramón Sierra

La costumbre de las idas a la playa de Tetitlán, ubicada a unos 12 kilómetros al sur de Tecpan, se remonta a principios del siglo pasado. Don Antonio Daniel Serrano nos contaba en entrevista de las travesuras de su abuelo, pero su tía Laria Galeana, también participaba de esta tradición de Tecpan, de Galeana,Guerrero, México, y de ella también nos platicó: “para juntar a la gente tiraban cohetes; mi tía Laria se encargaba de andar levantando a la gente. Era una cosa ruidosa. Andaba mi tía Laria tirando cohetes y ya los carreteros empezaban a uncir sus bueyes… Y aquel gentío.” Iniciada la caravana de carretas, se enfilaba por el rumbo del Cerrito, un poblado al sur de la ciudad.Las mujeres empezaban a cantar. “Mi tía Laria cantaba la Nube que azul…—contaba don Toño—, ¡Ay, el barco va a partir; / y que pronto va a surcar el mar, / hasta no llegar a mí…! Y la cantadera de las mujeres. ¡Ah! tu abuela María Mendoza hacía la comida allá en la playa, no la vendía, era para regalarla. Les decía a los que andaban sin comer: ¡vente a comer! Y a los que pasaban por su enramada: ¡vente a comer!... Todo eso se acabó cuando vino el pleito de la Ley Agraria. No dejaban pasar a las carretas.”

Pero las generaciones posteriores inmediatamente reanudaron la tradición. Los carreteros más solicitados eran don Marianillo, don José el de Tranquilina, don José Otero, entre otros. Mi mamá,Carmen López Martínez, también me contó en una entrevista: “desde temprano se hacían los nejos. Me acuerdo que mi papá le decía a mi mamá: prepara bastimento porque nos vamos a ir a la playa. Y mi mamá no iba muy de acuerdo. No le gustaba. Y le decía a mi papá: ya vas a empezar con tus viajes. —Sí mujer, hay que ir, —le decía mi papá. —Ya te traje maíz para los nejos. Y hacía mi mamá una ‘medida’ de maíz de nejos. Luego compraba la carne de marrano, y como siempre tenía animalitos, se mataba dos o tres pollos y los guisaba en chilito colorado…”

“Entonces ya salía la luna y ya llegaban las carretas para irnos a la playa —recuerda doña Carmen—, yo estaba muy chamaca entonces, y me acuerdo que se hacía el alboroto.Se juntaban Luisa Morales, Chana Rumbo, Úrsula y Feliciana Mendoza, que cantaban muy bonito. Llegábamos a la playa y ya estaban listos los pangos para pasar el estero. No nos íbamos con doña María Mendoza, porque ella llevaba muchas cosas: la olla del pozole, la carne, el nixtamal y todo para hacer la comida allá. A ella la pasaba Manuel El Panguero. En la playa mi papá nos acostaba en una enramada. Como estábamos chamacas, no quería que fuéramos a los juegos. Pero eran unos juegos tan bonitos y tan divertidos; se juntaba pura gente alegre: Pache, el Gato Rumbo, doña Tomasa Alvarado, doña Virginia Rumbo con sus hijos, Chucho Radilla, don Chelo Hernández, la mamá de Las hierbabuenas… Se jugaba El Enfermo y muchos juegos que no recuerdo sus nombres… ¡Ah! y se jugaba también la Chirriona Mona. Una vez le descompusieron el brazo a Teresa Sotelo, con el juego de la Chirriona Mona y a esa hora se la trajeron para Tecpan desde la playa”.

"Una ocasión se suspendió el viaje porque se murió don Rutilo, el papá de Toño,Manuel y Nando Hernández. Ya estaba lista la gente, todos con sus bastimentos para irse a la playa, y muérese don Rutilo y el viaje se suspendió. Cuentan que a los pocos días —el recuerdo se apoderó de doña Carmen— andando tomando mi esposo Ramiro con Toño, el hijo de don Rutilo, que vive en Acapulco, éste le dice: oye Ramiro, acompáñame al camposanto, quiero ir a despedirme de mi papá, no he ido a verlo, ¿vamos? Así es que se fueron al camposanto, en la madrugada, en la borrachera. Dicen que Toño le decía: papá, ya me voy, ya estuve aquí muchos días, pero ya me voy para Acapulco con mis hijos, nomás vine a despedirme de ti… Entonces dice Ramiro: ‘pérate, pérate’, yo también quiero decirle algo: ¡oye Rutilo, por qué fuiste tan cabrón, ¡cómo se te ocurrióm orirte el día que íbamos a la playa ése sábado, mi pobre ‘máma’ se quedó con todo el bastimento, causa tuya...! Dicen que Toño le dijo: ‘¡pérate’ pues Ramiro, no le digas así a mi papá! —¡Cómo chingaos no le voy a decir, si dejó a mi máma con todo hecho…!”

Carreta con jovencitas custodiadas por caballerangos./ Foto: Cortesía Ramón Sierra

Las “idas a la playa” se iniciaban después del Día de muertos”. Cuando ya salía la luna, como a eso de las once de la noche, después de llena. Don Macario Escamilla, otro de los organizadores del viaje a la playa, tiraba una bomba que despertaba los ánimos y propiciaba el “alboroto de gentillales”, que incluso ya estaban listos, porque decían: “ya va a tirar la bomba Maco”. Su carretero, don Chico Lino (y en ocasiones don Santos Reyes), llegaba a su casa para subir el tambo de los “nejos”, las cazuelas con carne de cuche o de res, pollo, arroz crudo, café en polvo, azúcar, panocha…Don Juvencio Jacintos, don Santos Reyes, don Ernesto Ruiz, don Mariano(Marianillo) Ayvar, don Francisco Lino, José Otero, don Mateo (El Culón) Campos, entre otros, se encargaban de trasladar a los paseantes. Eran los carreteros, diestros con la rienda y la garrocha, conocedores de la cuarta y el yugo, que nunca fueron llamados “abandonaos”, porque no ensebaran los ejes de sus carretas.

Don Macario Escamilla, que tenía en aquel entonces un “volantín” de madera, una especie de carrusel, como el de los “caballitos”, se llevaba la manta que cubría al mismo, para guarecerse del sol en la ardiente playa de Tetitlán.Cuenta su hija “La Güera”: “cuando llegábamos a la playa, lo primero que ponía mi papá era el ‘pabellón’ del volantín, un manteado grande, en el que cabía mucha gente; luego en la noche, ponía lámparas de gasolina blanca. Por la noche se juntaba mucha gente para los juegos: doña Juana Serrano, doña María Galeana,Cande Serrano, don Cobián, Casto Bello, Chana Ríos, Luisa Morales, La Mime y Chica Rumbo, Las Navarrete, don Toño Daniel Serrano y su familia, doña María Serrano, Las Abarca: Conchita y Rochi Abarca… Se jugaba al Enfermo, don Chucho Radilla era bueno para eso, se revolcaba y ¡ay, tengo el dolor!... Se repartían los nombres entre los que jugaban: que el alcohol, la inyección, la pastilla,la lavativa, el dolor… Y cuando el ‘enfermo’ los mencionaba, tenían que gritar rápidamente: ¡señor! El que se equivocaba, le tocaba prenda. Así es que don Chucho se retorcía: ¡tengo un dolor! —¡señor! —¡que me traigan la lavativa! —¡señor! —¡la inyección! —¡señor! —¡el alcohol! —¡señor!... Los castigos para sacar las prendas iban desde un baño a esa hora en el mar, hasta un abrazo o un beso a fulano o a fulana…”

Doña Carmen López también nos contó que las idas a la playa eran en tiempos tranquilos, con diversiones sanas, con travesuras sin trascendencia. “Una vez nos quedamos dos noches porque se perdió el buey pinto de la carreta de don Mariano —aún se acordaba—. Se fueron en la tarde por los animales, ya para uncirlos,y nosotros listos para irnos al estero. Pasamos el estero, pero el buey no aparecía. Estaba mi papá preocupado porque al otro día (lunes) tenía que ir a trabajar. Entonces fueron doña Virginia Rumbo, doña Felisa Sotelo y otras mujeres y se hincaron a mitad del médano gritando: ¡que no aparezca el buey,San Isidro Labrador, que no aparezca el buey… para quedarnos otro día más!”

Eran los primeros días de noviembre, después del Día de Muertos, cuando don Maco Escamilla salía con su carcachita modelo 48 (esto es narrado por su hijo Joaquín Escamilla)color verde-marihuana, llamada El Pajarito, motivo por el cual el pueblo conocía al mencionado carro como “el pajarito de don Maco”, a invitar al pueblo entero a las idas a la playa. Don Maco paseaba un pizarrón en el que venía anotada la invitación a la playa de Tetitlán; llevaba como propaganda la música de viento de ‘Los Liras’, así se conocía en el pueblo la orquesta integrada por don Delfino de La O (La Lira), don Chelo Hernández, el Cuate Sotelo, don Pedro Bello y otros más.

El pizarrón decía: “Se invita a todo el pueblo de Tecpan a las tradicionales lunadas en la playa de Tetitlán, los días 5 y 6 de noviembre del presente año.Para mayor información en la casa de Macario Escamilla, Daniel Serrano o ChuchoTegua. No faltes.” La salida siempre era a eso de las 3 de la mañana, frente a la casa de don Puyo Sánchez, de donde salían las carretas de don Chico Lino, don Tin caro, El Gato Rumbo, don Ernesto Ruiz, don Juvencio Jacintos, don José La Coñeja y sin faltar una de las más famosas carretas jalada por aquel legendario “buey pinto”, la de don Marianillo Ayvar. La misión de las carretas era llevar a todas las mujeres y niños, así como todas las cazuelas con los ricos guisados de relleno, mole, picadillo, frijoles con chorizo, nacatamales, sin faltar, desde luego, la carne de cuche en chile rojo y tamales nejos. El arroz macán se llevaba crudo,en la playa se ponía a cocer en grandes ollas de barro con agua del estero y hojas de pozquelite en sus paredes. Las ollas de arroz eran atizadas casi siempre por don Fortino Galeana, con pencas secas de palma de coco.

Aparte de las carretas, las demás personas que asistían se iban a caballo, en mulas y burros —los que tenían— y los demás se la echaban “a pata”, pero eso sí, con mucho entusiasmo. Siempre iban tanto adelante como detrás del convite, grupos de guitarristas del pueblo, entonando canciones de la época. Entre ellos se pueden mencionar a José Texta, su hermano Modesto, Pablo El Tuneño, Rigoberto Chequerilla, El Requinto, Julio Castañeda y muchos más. Las canciones que entonaban eran los éxitos de momento: Aranda,Juan Charrasqueado, El Cafetal, El alacrán tumbando caña, Limoncito, Zenaida Ingrata, La Barca de oro, El soldado raso, Estrellita del sur y otras.

El día anterior, don Maco tenía por costumbre irse en pangos con sus amigos Daniel Serrano, Chucho Tegua, Chucho Albarrán, Vicente y Adrián Díaz, Fortino Cadena,Tacho Galeana y el oficial de carpintería que trabajaba con él, casi muchachillo, grandulón relajo y dicharachero, conocido como Ramirón. Todo ese grupo se iba en pangos por el viejo río Tecpan, cargando sus respectivas “tarrayas” de cáñamo, teñidas con candelilla y hojas de limoncillo, con el fin de esperar con pescado fresco y distribuirlo en las enramadas, al total del contingente del convite esperado.

Para amenizar las lunadas, don Maco llevaba sus diez lámparas de gasolina que tenía y otras que le rentaban a doña Marciala Hurtado. Las lunadas en la playa eran un éxito, pues la gente se divertía con los juegos que organizaban las carismáticas Luisa Morales, Chica Rumbo y los siempre divertidos Lupe El Platero y en especial, en ese tiempo, el “niño grande”: Ramiro Sierra Mendoza(Ramirón), quienes en grupo, nos hacían pasar momentos inolvidables de risas,carcajadas y con sus actuaciones en la “Chirriona Mona”, “Miliano no está aquí”, “La boda del Viejo y la Vieja” y sin faltar el acto estrella del“Enfermo y el doctor”, interpretado magistralmente por Ramirón y don Lupe El Platero.

Pasada la euforia de esos tres días de sol y playa, desvelos y cansancio, la gente regresaba a Tecpan más prieta que cualquier “nito” de la Costa Chica, con la espalda y la nariz peladas por el sol, que de lejos parecían “güindures”, pero eso sí, gritando“¡fuimos a la playa…!”

Acapulco, Guerrero, noviembre de 1993.

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