Empujando su carriola tipo "Prinsel", en la que carga sus sillas tejidas de plástico, don Juan sale a vender a la franja turística del puerto de Acapulco y poder llevar el sustento a su hogar.
Con 10 años de experiencia en el tejido en línea tradicional con hilo de plástico, revela que hay un herrero que fabrica las sillas de metal cerca de su domicilio, en La Cima.
Se las compro ya pintadas y me encargo de tejerlas con hilo de plástico de diversos colores, para atraer al cliente y las vendo; la más grande en 900 pesos, la mediana en 700 y la chica en 450 pesos, dice.
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Pero no siempre se dedicó a tejer y vender sillas, pues viajó a la ciudad de Tijuana, en donde laboró de parrillero durante 7 años y tuvo que dejar su oficio por la pandemia del Covid-19.
Don Juan confió que se divorció y recientemente se juntó con una buena mujer, es madre soltera, por lo que tiene que tejer sus sillas para poder llevar el sustento familiar.
Refirió que siempre empieza desde la playa Papagayo hasta el Farallón, de ahí vuelve a regresar y cuando termina el día, deja encargadas sus sillas con algún amigo.
Dijo que le ha ido bien y ahora utiliza una carriola, para cargar su mercancía y así le es más fácil trasladarse de un lado a otro, porque antes tenía que cargarlas y era muy pesado.
Una vez que lo considera pertinente, este hombre de 57 años de edad, se acomoda la gorra y con paso lento, empuja su carriola y busca a potenciales compradores en la franja turística.