Su rostro ha perdido la sonrisa, pero está atento a prestar el servicio de taxi a quien se lo solicite, mientras espera su turno en la larga fila en donde dan comida gratis a los afectados por el huracán Otis.
Su nombre es Daniel Angelito Peña, de oficio taxista desde 1993 y es uno de los miles de damnificados que dejó la devastación en el puerto de Acapulco, el fenómeno meteorológico categoría 5 en la escala Saffir Simpson.
Al abordarlo, en un principio se niega hablar, pero su necesidad de desahogarse sin proponerselo se le escapan las palabras y refiere que hace sitio frente al antes hotel Acapulco Plaza, hoy HS Hotsson Smart.
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"Nuestra caseta ya no existe, se la llevó el huracán, los carros salieron dañados. Nadie salió librado de esta tempestad y tampoco esperabamos que fuera de esta magnitud, además se nos adelantó y nos sorprendió a muchos", relató un tanto afligido.
"A mi me agarró en la Costera Miguel Alemán, me quebró el parabrisas, tuve que dejar el taxi y caminando me dirigí a mi casa a reunirme con mi familia, pero por la intensidad de la lluvia me tuve que resguardar con otras personas en un negocio".
"A las 4:00 de la madrugada cuando bajó la intensidad de los vientos y la lluvia, volví a caminar con dirección a mi casa, pero había destrozos por donde quiera, árboles caídos, postes de luz derribados y escombro, tuve que esperar casi tres horas hasta que una camioneta del ayuntamiento me dio raíd con otras personas hasta Las Cruces".
Al llegar el panorama era de destrucción total, "me asuste y volví a caminar a reunirme con mi familia en la Unidad Habitacional El Coloso, cuando llevaba un tramo caminando, otra camioneta, pero ésta del Ejército Mexicano me dio otro aventón y así pude llegar a mi vivienda a ver como estaba mi familia".
El trabajador del volante Daniel Angelito Peña hace una pausa, describió que en su casa todos sus árboles fueron arrancados, tenía sus ventanas rotas, se le mojaron sus muebles, pero su esposa e hijos estaban a salvo, durante tres días hizo limpieza y reparó alguno de los daños.
No espero y más tarde fue en busca de su taxi, pero no escapó a la rapiña y lo huachicolearon, por lo que lo llevó a un taller mecánico y lo puso otra vez en circulación, pues es su única fuente de ingresos y regreso hacer sitio frente al hotel Playa Suites, pero no hay turismo.
Ahora hace dejadas a quien lo contrata, pero también se forma en donde dan comida caliente y así la va pasando, lo poco que gana lo lleva a su familia, pero les comparte que todos los hoteles están dañados y no llegan los turistas.
Dice el gobierno que nos va ayudar, pues ojalá y así sea, porque con todo lo que pasó, no solo por la devastación que dejó el huracán Otis, sino por los saqueos a todos los comercios no hay actividad comercial, si a esto le añadimos el mal estado de las hoteles, la recuperación va para rato y la vamos a sufrir todos.
En ese momento corta la plática, porque empieza la distribución de la comida que generosamente ofrecen ejecutivos del hotel Playa Suites, en ésta ocasión el guiso es de puré de papa y carne de cerdo, acompañada con verduras y arroz.
Después de recibir su comida se voltea y amablemente dice al reportero: "¿Gusta? Pues formese antes que llegue más gente, porque aquí la comida vuela" y enseguida se retira en busca de un lugar discreto en donde no lo vean degustar sus alimentos.