El puerto de Acapulco vivió el romanticismo con su vida nocturna y una inevitable decadencia en el siglo pasado, pero dejó huella y destacó por sus alternativas de diversión con lo más innovador en discotecas, entre las que destacó El Ledome.
Este recinto estaba ubicado sobre la costera Miguel Alemán, frente al hotel Calinda, fue una construcción con su interior circular y que terminaba en forma de domo, de ahí su nombre pero en francés "Le Dome", que nació de la sociedad entre el empresario Enrique Molina Sobrino y José Luis Bustos.
Era un 22 de diciembre de 1968, que este antro abrió sus puertas y ofreció su propio concepto de juegos de luces y música, a cargo del mejor operador de sonido de ese momento Alfredo Martinez, que logró darle su propio sello y ser competitivos con otros recintos del mismo estilo de aquel entonces.
En las memorias del analista y consultor turístico, José Cedano Galera, recuerda que el Tequila Agogo y su hermano el Champagne Agogo, El Bocaccio, El BabyO, El UBQ, Tiberios, el Le Jardín, Sótano Beer, entre otros, ofrecían una variedad de espectáculos para atraer al turismo ínternacional y nacional.
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Por lo que El Le Dome, no se quedó atrás y ofrecía tardeadas los fines de semana, pero por la noche, se llevaban a cabo concursos de baile al estilo John Travolta. También presentaba a los artistas del momento que le daba un toque distinto sobre sus competidores.
Derivado de la efervescencia de la cultura de la discoteca en el puerto de Acapulco, era necesario estar innovando, porque la mejor opción en esos tiempos era el Armando’s Le Club, que acaparaba a las luminarias de Hollywood, las grandes celebridades y personalidades de la política, incluyendo magnates, cantantes y deportistas.
Esto propicio que aplicaran una regla estricta para poder entrar al Le Dome, pues era necesario vestir adecuadamente, porque ir de jeans y camiseta, simplemente no pasaban, pero una vez que obtenían el visto bueno y accedías al interior, la diversión estaba garantizada y al salir quedaban con ganas de volver a este centro de música y glamour, para tener ese roce con lo más granado de la élite de la sociedad.
Uno de los trabajadores que sirvió en el area del bar, dijo que los empresarios no escatimaron en gastos y para el primer aniversario contrataron al cantante de moda Carles Aznavour con su orquesta, que por cierto se colocó en la boca de la rana, que era la forma de la pista.
Como dato curioso, este ex empleado quien pidió el anonimato, señaló que en los primeros días de iniciar operaciones, hubo quejas por fallas en la acústica por tener demasiada resonancia por el domo, por lo que se pensó contratar a un especialista foráneo, pero el operador del sonido recomendó a un técnico que vivía en Costa Azul.
Este personaje llegó y realizó una rápida inspección en el interior, solicitó un presupuesto y mandó construir un candil de cuentas de cristal para que quitara el rebote del sonido, fue así como mejoró la acústica y este sirvió de adornó, pero también fue el distintivo de El Ledome.
Con el paso de los años, no hubo renovación de la infraestructura turística, crecieron los problemas del puerto, se incrementó el comercio informal, la inseguridad se salió de control, las marchas y bloqueos, fueron factores que alejó al turismo extranjero y empezó el declive de las discotecas.
La mayoría cerraron, al igual que Le Dome, su gerente Oscar Bustos, estuvo hasta el final, después aceptó administrar la nueva discoteque Extravaganza, que se construyó sobre la avenida Escénica, que fue la que le dio el tiro de gracia al resto de las discotecas que funcionaban a lo largo de la costera.
Mientras que el predio donde estaba el emblemático Le Dome, se vendió y los nuevos dueños ordenaron su demolición para edificar la plaza Arrecifes, borrando todo vestigio de este recinto y no quedó nada de esas noches de juego de luces y música.
Hoy este destino turístico vive a la sombra de su pasado, en la memoria de los pocos afortunados que aún están com vida, quienes tuvieron la oportunidad de vivir esa época esplendorosa del viejo Acapulco que se fue y que se extraña, aunque sin posibilidad alguna de volverse a repetir, pues hoy son otros tiempos y otros conceptos de diversión nocturna.