La gobernadora Evelyn Salgado Pineda dio a conocer a través de su red social que el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, vino a Guerrero, supongo que a Acapulco, y acompañó el breve comunicado con dos fotos: una de AMLO en solitario, sonriente, otra AMLO sentado y todos los demás, incluida la Jefa del Poder Ejecutivo del estado, de pie, aplaudiéndole.
Puedo entender que siendo del mismo partido, puedan considerarlo “el mejor presidente que ha tenido México”, aunque decirlo no signifique que la memoria colectiva lo apruebe, salvo su grupo que pretendieron emular prestar trabajo pagado de un grupo servicial al servicio de un hombre, AMLO, muy diferente al que porta con dignidad ser un Siervo de la Nación, Morelos, que luchó y murió aportando a la creación de esta República y dando sentido ideológico a la lucha armada, en tanto quien hoy gobierna el país, a unos meses de dejar el poder, está dejando un país que ha contado más muertes que vidas.
Pero volvamos a la pregunta inicial ¿a qué vino el Presidente? ¿Otra vez a Acapulco? Claro, me refiero al Acapulco donde está la Zona Naval, sin tocar su plumaje el Acapulco herido por el Huracán Otis y que está ahora en el olvido.
Las acciones que emprendió la mandataria estatal para poner de pie a Acapulco, sin duda loables y encomiables, en su responsabilidad de estar ahí por ser depositaria del Poder Ejecutivo, la condujo a encabezar los trabajos de recuperación y hacerlo bien, aunque colocar permanentemente el nombre del Presidente en sus menciones menoscabe su labor intentando ser atenta con quien tiene un compromiso como Presidente, que no ha cumplido a cabalidad porque su intento está en ser visto como salvador de los municipios afectados sin que se presente la esencia del compromiso de un pueblo que, además, es gobernado por su mismo partido, MORENA.
Al Presidente no le interesa Acapulco ni sus habitantes, le interesa la votación que pueda derivar de la entrega de enseres, de lo contrario, habría caminado junto al pueblo que demandaba agua, atención, esperanza.
Todo eso se fue a la borda porque ni los yates están dentro de la bahía de Santa Lucía, ni los de la maña han perdonado a la población y la han conducido a varias crisis.
Acapulco está siendo olvidado. Y además, se acerca la temporada de huracanes y el pronóstico de que pueda haber algunos de categoría 4 o 5 parece una alerta en letra muerta.
Acapulco no está en condiciones de resistir otro golpe de la naturaleza, no lo está ni económicamente.
Y cuando está a la vuelta la Semana Santa, no se ha dicho cuál es la disposición hotelera y de servicios para recibir a qué número de visitantes.
A los intentos de la Gobernadora del Estado por mantener equilibrios de paz, está la conducta beligerante de AMLO.
Pobre Acapulco que no es visto por el Presidente de México en su dolor si no en la oportunidad electoral de levantarse de pie nuevamente en la elección a partir del dolor, de la miseria, del hambre, pero no de la dignidad. ¿Surrealismo?