Aunque las palomas que habitan el centro de Chilpancingo se han convertido en una atracción para los visitantes y mucha gente toma como rutina el ir a darles comida, este tipo de animales representa un serio riesgo para los edificios históricos como en este caso el museo regional de Guerrero y la catedral de la Asunción de María, asimismo puede ser un factor de transmisión de enfermedades.
De acuerdo con la directora del museo, Maura Liliana Ortiz Carrasco, desde hace casi una década que se identificó el problema en el museo y en el año 2016 se realizó una restauración del inmueble que incluyó la colocación de pinchos en todo el cerco del museo y áreas específicas en las que se albergaban y anidaban las palomas.
Estos pinchos sin una especie de agujas que se colocan en los cantos del edificio y cuando el ave quiere sentarse encuentra incómodo el espacio y se retira a buscar otro sitio, la protección no genera daño a las aves únicamente les hace saber que en ese lugar no son bienvenidas y ellas buscan donde anidar.
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Explicó que en el caso del museo la construcción tiene más de un siglo, y la mayoría de los adornos que tiene son obras talladas en piedra cantera, que esta tiene la particularidad de ser suave para moldearla, pero también es muy reactiva al ácido que contiene el excremento de las aves y prácticamente se va desintegrando la roca.
Los pinchos que se colocaron solucionaron gran parte del problema en el museo, sin embargo, cuando las palomas se fueron llegaron aves de menor tamaño que también buscaban sitios donde anidar y se tuvo que poner una nueva capa de alfileres de un tamaño menor y con espacios más reducidos para ahuyentarlos.
Algunos espacios incluso fueron cubiertos con mallas para protegerlos, de esta forma se logró tener un edificio limpio y bien conservado que es la meta que tiene el Instituto Nacional de Antropología e Historia que es el ente encargado de su cuidado y salvaguarda.
Explicó que en Chilpancingo la presencia de palomas no ha llegado al nivel de considerarse una plaga como lo es en Guanajuato, donde hasta en los negocios se ponen letreros pidiendo a la población que no alimente las palomas, porque se dañan los edificios.
