Las huellas de sus pequeños pasos por la vida van quedando marcadas en la arena de algunas playas porteñas que recorren a diario, pero que, con el paso del tiempo se van borrando y quedando en la memoria del trabajo infantil que realizan para ayudar a sus padres.
Originarios de la zona rural de Acapulco, tres hermanos (dos mujeres y un hombre) recorren los balnearios vendiendo sillas construidas de ramas de árboles que sus padres cortan en el campo y que decoran con cordones de colores llamativos.
Sus nombres no los proporcionaron, su madre, que los acompañaba a corta distancia, no permitió hablar mucho con ellos.
Con otro pequeño más que la acompañaba, la mamá los observa cuando comienzan su peregrinar para sumarse a la enorme lista de vendedores ambulantes que laboran en la zona turística de la ciudad.
A ratos descalzos en el pavimento hirviente por los rayos del sol para sortear algunos obstáculos cercanos al mar y otros en la arena mojada que refresca sus pies, los pequeños caminan cerca de 3.5 kilómetros para ofrecer su mercancía a turistas o lugareños.
Desde playa Icacos hasta el Papagayo, caminan los fines de semana, a veces de jueves a domingo y otras jornadas pueden empezar el viernes, para buscar quién les compre las tradicionales y coloridas “sillitas”.
Con costos de entre 80 y 50 pesos, dependiendo el tamaño, los pequeños vendedores comienzan una faceta de su infancia que quedará imborrable en sus mentes conforme vayan creciendo.
Su caso no es único, ya que, en Acapulco una gran cantidad de niños, trabajan en las calles limpiando parabrisas, vendiendo chicles u ofreciendo otros productos en distintas calles o avenidas para apoyar a sus padres en su alimentación.
El Sistema de Desarrollo Integral para la Familia DIF Acapulco, tiene detectados a más de 100 menores laborando en la costera Miguel Alemán, Vía Rápida, el Bulevar Vicente Guerrero, así como como la avenida Cuauhtémoc.
Las jornadas laborales para los niños pueden ser variables, para ganar el sustento que permita alimentar al resto de la familia y no dormir con hambre en medio de la crisis económica que ha dejado miles de desempleados en el puerto.