Después de la hecatombe que ensombreció al puerto de Acapulco, el segundo alcalde del siglo XX, Nicolás Uruñuela Elliot, le tocó inaugurar en 1910 la Casa Municipal y el reloj público, pero también organizar los primeros festejos del Centenario de la Independencia Nacional.
El nuevo edil sustituyó en el cargo al empresario Antonio Pintos Sierra, a quien le tocó la tragedia del teatro Flores, por lo que la nueva autoridad después de recibir las felicitaciones a través de un telegrama de la presidencia de la República, se le instruye a ejercer una buena gobernanza.
También se le encomienda recibir a la delegación japonesa que arribó por mar a la bahía, como invitados especiales al festejo del Centenario, para luego atenderlos en la sede de los poderes del municipio, que era una casa con techo de teja de barro, edificada en la plaza de armas.
Cabe mencionar que meses antes, los empresarios italianos Rómulo y Nicola Allegretti Crushani, en agradecimiento por recibir sus cartas de naturalización y así poder dedicarse a la industrialización del limón, le regalaron al gobierno municipal un reloj, construido en Suiza.
Por lo que el munícipe Uruñuela Elliot ordena en 1910 la construcción de una torre de madera de 9 metros de altura, empotrada al sureste de la fachada del palacio municipal, de tal suerte que las cuatro carátulas se iluminaban al anochecer y sus campanas se escuchaban en todos los rincones del poblado.
Los porteños se fueron acostumbrando ver la gran maquinaria suiza y consultar la hora desde cualquier ángulo, por lo que con el paso del tiempo lo empiezan a llamar “El Reloj del Palacio”, que llegó a ser el distintivo de esa época de la naciente urbe.
El alcalde Nicolás Urueñuela, tuvo el detalle de que, durante el tradicional grito de independencia de 1910, su arenga la iniciará con las once campanadas del reloj del palacio y que paralelamente se iluminará la casona municipal y las calles adyacentes, utilizando lámparas de acetileno que destellaba una luz blanquísima.
Por cierto, es pertinente señalar que gobernaba el porfiriato y por consiguiente, el discurso era diseñado por los aduladores del presidente de la República, Porfirio Díaz, por lo que no debía omitir ni una coma o punto y hacerlo a todo pulmón.
En esa época, los miembros del cabildo, el síndico Andrés Saucedo y los regidores Gregorio Balboa, Aristeo Lobato, Alberto Jiménez y Domingo González, acompañaron al edil y un dato es que ninguno de ellos cobraba un centavo, es decir, servían al municipio sin recibir salario alguno.
Al día siguiente el desfile cívico fue encabezado las dos únicas escuelas que había en Acapulco, las primarias “Ignacio Manuel Altamirano” y “Real Miguel Hidalgo”, esta última exclusiva para varones, así como integrantes de la guarnición militar al mando del coronel Emilio Gallardo.
En el presídium, el alcalde, Urueñuela Elliot, portaba el labora patrio y a su lado estaba su cuerpo edilicio, así como administrador del timbre postal, entre otros invitados, que presenciaron el paso de los contingentes, que cerró con una columna de niños que imitaban tocando tambores y tocando cornetas imaginarias, como lo hacían sus mayores.
El reloj del palacio, tenía sus días contados, después de dos años de haber sido instalado, un huracán con vientos de 200 kilómetros por hora, lo hace añicos y pone fin a la maquinaria helvética, el 12 de octubre de 1912, provocando daños también a todo el poblado.
No fue posible repararlo, porque días después otro huracán azota al puerto, volviendo a ocasionar daños a las viviendas, así como a la torre del faro de la isla de la Roqueta, que también cae por la fuerza de los vientos, por lo que se trabaja en la reparación de los daños que dejo el meteoro.
Meses más tarde, el alcalde Nicolás Uruñuela, presenta su renuncia ante los miembros del cabildo y ciudadanos notables, cuando se entera que el coronel Silvestre Mariscal, marcha hacía el puerto de Acapulco con la intención de tomar la plaza.
En aquel entonces solo se valía de la guarnición militar, por lo que a fin de salvar la vida huye con su familia, quedando como alcalde provisional el prefecto José de Jesús Nieto, mientras que, en Chilpancingo, el gobernador Damián Flores, también abandona el cargo y es sustituido por el licenciado Teófilo Escudero.