/ sábado 21 de octubre de 2023

El mar fue la tumba de Chabelita, la gran heroína de Acapulco 

Isabel Barreto sacrificó su vida para salvar a víctimas de la epidemia que azotó el puerto

El puerto de Acapulco ha sido cuna de mujeres guerreras y heroínas, tal fue el caso de Isabel Barreto, mejor conocida como Chabelita, quien sacrificó su vida por salvar a las víctimas de la epidemia de la Malaria, pero al contagiarse, pidió como último deseo que el mar fuera su tumba.

Corría el año de 1697, era la época de la Feria de Acapulco, que inició cuando floreció el comercio con la Nao de Manila, que demandaba hospedaje, alimentos y todo tipo de servicios, que eran muy caros pero que provocaba que se multiplicara la población.

Lea también: Una tragedia aérea puso a Acapulco en la mira nacional

Esto daba pie que a existiera una mezcla caótica y que prevaleciera la promiscuidad, tal y como lo describió el cronista don José Manuel López Victoria, quien retrata puntualmente la difícil situación que significaba vivir en habitaciones calientes, fangosas e incomodas.

Como era de esperarse, en esas condiciones el puerto de Acapulco era un terreno fértil para todo tipo de epidemias, pero la que impactó entre la población fue la terrible Malaria, que diezmo a la población al enfermar, hombres, mujeres y niños.

Es aquí cuando surge esta gran mujer Isabel Barreto, residente del puerto de Acapulco y casada con un antiguo capitán de la Nao de Malina, quien en ningún momento duda en procurar alivio a los contagiados por la enfermedad y dar consuelo a los dolientes.

Su gran corazón la lleva a acondicionar una de sus propiedades como hospital provisional, a pesar de las súplicas de su marido, que se oponía determinantemente que siguiera con su papel de enfermera, cuando no tenía conocimientos de medicina.

Pese a estos reclamos, Chabelita, como la empezaron a conocer a este ángel de bondad, instala en la lomita tepetacosa de fácil acceso y bastante airada, donde más tarde se construiría el Convento de San Francisco y tiempo después el palacio municipal del centro, un lugar para atender a sus enfermos.

A pesar de sus limitaciones, Chabelita enfrenta aquella espantosa tragedia en su centro de atención inmediata, obviamente lo hace como puede junto con algunos voluntarios, que se le suman a esta titánica labor de atender a los enfermos que llegaban a diario.

Con la angustia reflejada en su rostro por no contar con la quinina como cura milagrosa de la Malaria, tiene que hacer uso de hierbas y lo que Dios le da a entender para bajar las altas temperaturas por la fiebre y disminuir el terrible dolor que provoca a los picados por la hembra del mosco “Anopheles”.

Los cuadros en los menores de edad, estruja el corazón del más valiente, pues serán particularmente más dramáticos y necesariamente mortales, situación que hace vacilar a esta anegada mujer, pero finalmente no se rinde y continúa con su labor humanitaria.

Su marido le vuelve a pedir que abandone esta labor y la pone sobre aviso que puede enfermar, pero en respuesta Chabelita le recuerda que ya vivió una experiencia similar de la que salió indemne, por tanto, sigue atendiendo a los contagiados por la epidemia.

Siempre repite que la vida de un semejante merece cualquier sacrificio, particularmente si de niños se trata, pero el fatal día llegó y contrae la enfermedad, lo que la obliga a suspender la atención a sus enfermos y guardar cama.

Al paso de los días su estado de salud se agrava y es cuando pide a su marido, que su tumba sea el mar como la de todos los marinos del mundo y es que ella lo había sido, pero no quiere cualquier mar, sino quedar en la bahía de Acapulco, donde fue tan feliz.

El día fatal llega, Isabel Barreto, pierde la batalla ante la mortal enfermedad y su deceso causa expresiones de dolor de todos los habitantes del puerto, que le reconocen su labor humanitaria y le dan trato de auténtica santa, le dan consuelo al esposo, que también llora la partida de su compañera de vida.

Una vez que termina el velorio, el marinero se dispone a cumplir el último deseo de su amada y la amortaja, prepara la nave que conducirá los restos de Chabelita a su última morada en la bahía, pero la autoridad portuaria se lo impide.

Le notifican que existe una prohibición de lanzar cadáveres al fondo de la bahía, cuando antes era una vieja costumbre no precisamente funeraria, pero el viejo lobo de mar no va a rendirse para cumplir con el último deseo de su amada.

Es cuando solicita el permiso de zarpar con rumbo al puerto de Zihuatanejo, que es en donde Chabelita le pidió que arrojara sus restos y que fuera su última morada, permiso que le es concedido y entre lágrimas de la gente, se dispone a cumplir su última voluntad.

Una multitud impresionante se aglomera para darle el último adiós a su ángel salvador y la ven partir entre desgarradoras escenas de llanto de hombres, mujeres y niños, porque a muchos los salvo de tan mortal enfermedad a la que finalmente sucumbió.

El capitán antes de llegar a la Bocana, ordena aminorar la marcha del barco y da un giro inesperado a la embarcación. Toma el cuerpo amortajado con ayuda de sus hombres y lo lanza a las aguas azul intenso por estribor, en donde desaparece y así se cumple la última voluntad de Chabelita.

La operación no la vio la multitud que permanecía viendo la partida de la nave. Y aquel capitán abandona el puerto para no volver jamás. Tiempo después aquel secreto fue develado por uno de los hombres que participo en el acto fúnebre.

A partir de ese entonces no faltaran las flores de cempasúchil flotando en las aguas de la bahía, como humilde ofrenda para la bienhechora Chabelita, pero con los años se perdió está tradición y el tiempo borro casi todo de la historia de esta gran mujer.

El puerto de Acapulco ha sido cuna de mujeres guerreras y heroínas, tal fue el caso de Isabel Barreto, mejor conocida como Chabelita, quien sacrificó su vida por salvar a las víctimas de la epidemia de la Malaria, pero al contagiarse, pidió como último deseo que el mar fuera su tumba.

Corría el año de 1697, era la época de la Feria de Acapulco, que inició cuando floreció el comercio con la Nao de Manila, que demandaba hospedaje, alimentos y todo tipo de servicios, que eran muy caros pero que provocaba que se multiplicara la población.

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Esto daba pie que a existiera una mezcla caótica y que prevaleciera la promiscuidad, tal y como lo describió el cronista don José Manuel López Victoria, quien retrata puntualmente la difícil situación que significaba vivir en habitaciones calientes, fangosas e incomodas.

Como era de esperarse, en esas condiciones el puerto de Acapulco era un terreno fértil para todo tipo de epidemias, pero la que impactó entre la población fue la terrible Malaria, que diezmo a la población al enfermar, hombres, mujeres y niños.

Es aquí cuando surge esta gran mujer Isabel Barreto, residente del puerto de Acapulco y casada con un antiguo capitán de la Nao de Malina, quien en ningún momento duda en procurar alivio a los contagiados por la enfermedad y dar consuelo a los dolientes.

Su gran corazón la lleva a acondicionar una de sus propiedades como hospital provisional, a pesar de las súplicas de su marido, que se oponía determinantemente que siguiera con su papel de enfermera, cuando no tenía conocimientos de medicina.

Pese a estos reclamos, Chabelita, como la empezaron a conocer a este ángel de bondad, instala en la lomita tepetacosa de fácil acceso y bastante airada, donde más tarde se construiría el Convento de San Francisco y tiempo después el palacio municipal del centro, un lugar para atender a sus enfermos.

A pesar de sus limitaciones, Chabelita enfrenta aquella espantosa tragedia en su centro de atención inmediata, obviamente lo hace como puede junto con algunos voluntarios, que se le suman a esta titánica labor de atender a los enfermos que llegaban a diario.

Con la angustia reflejada en su rostro por no contar con la quinina como cura milagrosa de la Malaria, tiene que hacer uso de hierbas y lo que Dios le da a entender para bajar las altas temperaturas por la fiebre y disminuir el terrible dolor que provoca a los picados por la hembra del mosco “Anopheles”.

Los cuadros en los menores de edad, estruja el corazón del más valiente, pues serán particularmente más dramáticos y necesariamente mortales, situación que hace vacilar a esta anegada mujer, pero finalmente no se rinde y continúa con su labor humanitaria.

Su marido le vuelve a pedir que abandone esta labor y la pone sobre aviso que puede enfermar, pero en respuesta Chabelita le recuerda que ya vivió una experiencia similar de la que salió indemne, por tanto, sigue atendiendo a los contagiados por la epidemia.

Siempre repite que la vida de un semejante merece cualquier sacrificio, particularmente si de niños se trata, pero el fatal día llegó y contrae la enfermedad, lo que la obliga a suspender la atención a sus enfermos y guardar cama.

Al paso de los días su estado de salud se agrava y es cuando pide a su marido, que su tumba sea el mar como la de todos los marinos del mundo y es que ella lo había sido, pero no quiere cualquier mar, sino quedar en la bahía de Acapulco, donde fue tan feliz.

El día fatal llega, Isabel Barreto, pierde la batalla ante la mortal enfermedad y su deceso causa expresiones de dolor de todos los habitantes del puerto, que le reconocen su labor humanitaria y le dan trato de auténtica santa, le dan consuelo al esposo, que también llora la partida de su compañera de vida.

Una vez que termina el velorio, el marinero se dispone a cumplir el último deseo de su amada y la amortaja, prepara la nave que conducirá los restos de Chabelita a su última morada en la bahía, pero la autoridad portuaria se lo impide.

Le notifican que existe una prohibición de lanzar cadáveres al fondo de la bahía, cuando antes era una vieja costumbre no precisamente funeraria, pero el viejo lobo de mar no va a rendirse para cumplir con el último deseo de su amada.

Es cuando solicita el permiso de zarpar con rumbo al puerto de Zihuatanejo, que es en donde Chabelita le pidió que arrojara sus restos y que fuera su última morada, permiso que le es concedido y entre lágrimas de la gente, se dispone a cumplir su última voluntad.

Una multitud impresionante se aglomera para darle el último adiós a su ángel salvador y la ven partir entre desgarradoras escenas de llanto de hombres, mujeres y niños, porque a muchos los salvo de tan mortal enfermedad a la que finalmente sucumbió.

El capitán antes de llegar a la Bocana, ordena aminorar la marcha del barco y da un giro inesperado a la embarcación. Toma el cuerpo amortajado con ayuda de sus hombres y lo lanza a las aguas azul intenso por estribor, en donde desaparece y así se cumple la última voluntad de Chabelita.

La operación no la vio la multitud que permanecía viendo la partida de la nave. Y aquel capitán abandona el puerto para no volver jamás. Tiempo después aquel secreto fue develado por uno de los hombres que participo en el acto fúnebre.

A partir de ese entonces no faltaran las flores de cempasúchil flotando en las aguas de la bahía, como humilde ofrenda para la bienhechora Chabelita, pero con los años se perdió está tradición y el tiempo borro casi todo de la historia de esta gran mujer.

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