/ viernes 4 de marzo de 2022

Pie de Nota | La World War Wired

Para la mala suerte de Rusia, la invasión que lanzó sobre Ucrania está vigilada no sólo por la inteligencia de Occidente, sino por decenas de smartphones que comparten las imágenes de su avance

La última vez que una potencia económica mandó tropas para iniciar una guerra de impactos globales no existían Tik Tok, Instagram, Facebook o Twitter. La Era de la Hipercomunicación era, si acaso, una promesa.

Podemos asegurar que de haber existido los excesos militares y errores estratégicos de Estados Unidos en Afganistán, y poco después en Iraq, se hubiesen sabido antes. Nos hubiésemos enterado sin cortapisas que en medio de La Guerra Contra el Terror existía todo un pueblo inocente pagando las consecuencias antes que el Talibán o Sadam Huseín.

La agresión rusa en Ucrania que acapara hoy nuestra atención no tendrá la misma cortesía.

Además de con rifles, los ucranianos están hoy armados con smarthphones. La Guerra en Ucrania es la primera de su calibre en transmitirse en tiempo real.

En términos de documentación de crímenes de guerra esto no tiene referente en la historia humana. La cuota de destrucción contra blancos civiles está siendo capturada al momento mismo de ocurrir. Los departamentos, kindergardens y albergues de mascotas incinerados ya no son una anécdota periodística, son un reel viral de Tik Tok.

En lo que toca a la estrategia militar esto tiene implicaciones profundas. El sigilo y sorpresa son cosa del pasado cuando es de dominio público la dirección en la que van enfiladas las columnas de tanques antes de cruzar fronteras. No fueron los fortines y las zanjas las que mataron la blitzkrieg, fueron los satélites.

En paralelo el Big Tech ya empezó a tomar partido en esta guerrilla digital. Google está informando en tiempo real con data satelital del movimiento de tropas, Facebook, YouTube y Twitter están eliminando cuentas de medios y personajes pro rusos. Microsoft está blindando la estructura digital del gobierno ucraniano contra virus, y Space X de Ellon Musk proporciona internet de banda ancha para la resistencia a través del sistema satelital Starlink.

El gobierno ucraniano ya recibe donaciones en criptomonedas para financiar la lucha también.

A esto se suman las severas sanciones económicas para Rusia que pasan por el bloqueo de cuentas, la terminación de acuerdos comerciales, la inversión y del flujo aéreo. Además de balas para la resistencia ucraniana, el mundo occidental planea ahogar a los rusos en inflación, parálisis económica y desprestigio.

No se equivocaba el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, al asegurar que Vladimir Putin –y por descontado Rusia– se había convertido en un paria global. Literalmente es Rusia contra el mundo, pero un mundo diferente al de otras guerras, uno en el que las interconexiones económicas, humanas y de información tienen implicaciones reales en el campo de batalla.

El escritor Thomas L. Friedman ya le puso nombre: The World War Wired.

Antes de que empezaran a caer los cohetes le escribí aquí hace unas semanas que Ucrania importaba y en consecuencia había que empezar a ponerle atención. Aún así no alcanzaba a ver la dimensión entera de sus impactos.

Caigo en cuenta que en Ucrania se está peleando por el modelo de sociedad del Siglo XXI como lo conocemos. Es la democracia globalizada contra el autoritarismo insular.

Habría que empezar a darnos cuenta entonces de que estamos en una encrucijada de las eras, que nuestros tiempos, los de las pandemias, la guerra global y la hiperconexión, serán materia de estudio para generaciones futuras.

El desenlace de este conflicto aún está lejos. El pueblo ucraniano es uno templado en el yunque de la opresión y la guerra, no va a dejar sin pelear que su joven democracia se le vaya de las manos. El régimen ruso, en tanto, ha empeñado ya demasiado como para echarse para atrás. La derrota no es negociable desde ambos lados.

De las pocas certezas que quedan es que La Guerra ya cambió, y con ella, el mundo.

La última vez que una potencia económica mandó tropas para iniciar una guerra de impactos globales no existían Tik Tok, Instagram, Facebook o Twitter. La Era de la Hipercomunicación era, si acaso, una promesa.

Podemos asegurar que de haber existido los excesos militares y errores estratégicos de Estados Unidos en Afganistán, y poco después en Iraq, se hubiesen sabido antes. Nos hubiésemos enterado sin cortapisas que en medio de La Guerra Contra el Terror existía todo un pueblo inocente pagando las consecuencias antes que el Talibán o Sadam Huseín.

La agresión rusa en Ucrania que acapara hoy nuestra atención no tendrá la misma cortesía.

Además de con rifles, los ucranianos están hoy armados con smarthphones. La Guerra en Ucrania es la primera de su calibre en transmitirse en tiempo real.

En términos de documentación de crímenes de guerra esto no tiene referente en la historia humana. La cuota de destrucción contra blancos civiles está siendo capturada al momento mismo de ocurrir. Los departamentos, kindergardens y albergues de mascotas incinerados ya no son una anécdota periodística, son un reel viral de Tik Tok.

En lo que toca a la estrategia militar esto tiene implicaciones profundas. El sigilo y sorpresa son cosa del pasado cuando es de dominio público la dirección en la que van enfiladas las columnas de tanques antes de cruzar fronteras. No fueron los fortines y las zanjas las que mataron la blitzkrieg, fueron los satélites.

En paralelo el Big Tech ya empezó a tomar partido en esta guerrilla digital. Google está informando en tiempo real con data satelital del movimiento de tropas, Facebook, YouTube y Twitter están eliminando cuentas de medios y personajes pro rusos. Microsoft está blindando la estructura digital del gobierno ucraniano contra virus, y Space X de Ellon Musk proporciona internet de banda ancha para la resistencia a través del sistema satelital Starlink.

El gobierno ucraniano ya recibe donaciones en criptomonedas para financiar la lucha también.

A esto se suman las severas sanciones económicas para Rusia que pasan por el bloqueo de cuentas, la terminación de acuerdos comerciales, la inversión y del flujo aéreo. Además de balas para la resistencia ucraniana, el mundo occidental planea ahogar a los rusos en inflación, parálisis económica y desprestigio.

No se equivocaba el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, al asegurar que Vladimir Putin –y por descontado Rusia– se había convertido en un paria global. Literalmente es Rusia contra el mundo, pero un mundo diferente al de otras guerras, uno en el que las interconexiones económicas, humanas y de información tienen implicaciones reales en el campo de batalla.

El escritor Thomas L. Friedman ya le puso nombre: The World War Wired.

Antes de que empezaran a caer los cohetes le escribí aquí hace unas semanas que Ucrania importaba y en consecuencia había que empezar a ponerle atención. Aún así no alcanzaba a ver la dimensión entera de sus impactos.

Caigo en cuenta que en Ucrania se está peleando por el modelo de sociedad del Siglo XXI como lo conocemos. Es la democracia globalizada contra el autoritarismo insular.

Habría que empezar a darnos cuenta entonces de que estamos en una encrucijada de las eras, que nuestros tiempos, los de las pandemias, la guerra global y la hiperconexión, serán materia de estudio para generaciones futuras.

El desenlace de este conflicto aún está lejos. El pueblo ucraniano es uno templado en el yunque de la opresión y la guerra, no va a dejar sin pelear que su joven democracia se le vaya de las manos. El régimen ruso, en tanto, ha empeñado ya demasiado como para echarse para atrás. La derrota no es negociable desde ambos lados.

De las pocas certezas que quedan es que La Guerra ya cambió, y con ella, el mundo.

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