/ viernes 1 de julio de 2022

Arriesga su vida como "notarrojero" desde hace 20 años

Martín dice que no es un orgullo informar sobre violencia; "se soltó el diablo", es la frase que les indica que tendrán una jornada con mucha actividad

Martín ha dedicado por lo menos los últimos 20 años de su vida a cubrir hechos violentos. Es un “notarrojero” como popularmente se les conoce a quienes cubren este tipo de información.

Se especializa en informar principalmente sobre ataques armados y asesinatos, y aunque manifiesta que no es un orgullo informar sobre esos hechos, desgraciadamente señala que "lo que más consume la población es la sangre".

Fue alrededor del año 2000 cuando se le abrió una oportunidad para salir a reportear, y vivió en carne propia el cambio radical que trajo el internet y las redes sociales a la vida cotidiana y también al hecho de informar.

A la fuerza se tuvo que adaptar a aplicaciones como el WhatsApp y a las transmisiones en vivo, que significaron un parteaguas a la hora de informar. Él mismo, se declara malo para narrar los hechos ante el público.

Lee también: De mesera en una taquería a administradora de una tienda

No solo fue es uno de los cambios que experimentó, sino que vio de primera mano la evolución de la violencia en Chilpancingo y en sus alrededores, pues la situación pasó de accidentes a masacres producto de la delincuencia organizada.

Fue así como Martín comenzó a llenarse de imágenes verdaderamente crudas, de personas colgadas, desmembradas y acribilladas.

Al igual que otros de sus colegas, los reporteros que cubren nota roja, no cuentan con certeza laboral las páginas para las que trabajan les ofrecen salarios mínimos, no cuentan con seguridad social ni las herramientas para desempeñar su labor.

Más de uno de los que se dedican a cubrir ese tipo de información, ha sido en alguna ocasión encañonado, amenazado, y retenido.

La sensibilidad es algo que se va perdiendo, dice Martín, aunque también asume que se deben cuidar las formas a la hora de informar, sin tener que renunciar a llevar la noticia.

Lo que se cuenta es que antes no había problemas para informar había cierta libertad, y ahora las condiciones son muy distintas, no hay certeza de nada.

Esto obliga a que ahora, los reporteros tengan un protocolo para desempeñar su labor, tales como ir a los hechos en grupo, después de verificar que haya condiciones de seguridad.

“Se soltó el diablo”, ha sido una de las frases de los reporteros en una noche lamentable, pero a la vez productiva para ellos y sus audiencias.

Martín ha dedicado por lo menos los últimos 20 años de su vida a cubrir hechos violentos. Es un “notarrojero” como popularmente se les conoce a quienes cubren este tipo de información.

Se especializa en informar principalmente sobre ataques armados y asesinatos, y aunque manifiesta que no es un orgullo informar sobre esos hechos, desgraciadamente señala que "lo que más consume la población es la sangre".

Fue alrededor del año 2000 cuando se le abrió una oportunidad para salir a reportear, y vivió en carne propia el cambio radical que trajo el internet y las redes sociales a la vida cotidiana y también al hecho de informar.

A la fuerza se tuvo que adaptar a aplicaciones como el WhatsApp y a las transmisiones en vivo, que significaron un parteaguas a la hora de informar. Él mismo, se declara malo para narrar los hechos ante el público.

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No solo fue es uno de los cambios que experimentó, sino que vio de primera mano la evolución de la violencia en Chilpancingo y en sus alrededores, pues la situación pasó de accidentes a masacres producto de la delincuencia organizada.

Fue así como Martín comenzó a llenarse de imágenes verdaderamente crudas, de personas colgadas, desmembradas y acribilladas.

Al igual que otros de sus colegas, los reporteros que cubren nota roja, no cuentan con certeza laboral las páginas para las que trabajan les ofrecen salarios mínimos, no cuentan con seguridad social ni las herramientas para desempeñar su labor.

Más de uno de los que se dedican a cubrir ese tipo de información, ha sido en alguna ocasión encañonado, amenazado, y retenido.

La sensibilidad es algo que se va perdiendo, dice Martín, aunque también asume que se deben cuidar las formas a la hora de informar, sin tener que renunciar a llevar la noticia.

Lo que se cuenta es que antes no había problemas para informar había cierta libertad, y ahora las condiciones son muy distintas, no hay certeza de nada.

Esto obliga a que ahora, los reporteros tengan un protocolo para desempeñar su labor, tales como ir a los hechos en grupo, después de verificar que haya condiciones de seguridad.

“Se soltó el diablo”, ha sido una de las frases de los reporteros en una noche lamentable, pero a la vez productiva para ellos y sus audiencias.

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