Sacrificios económicos y familiares, así como la falta de empatía de padres de familia en el involucramiento en la enseñanza de los niños, son los problemas a los que se enfrentan actualmente algunas educadoras.

Su labor la mayoría de las veces no es valorado con la importancia que tiene ya que ellas ven el inicio de la lectura, del lenguaje hablado y escrito y el reforzamiento de la lengua materna.

Al fomentarles la lectura deben hacerlo de manera dinámica para no aburrirlos y lograr que nazcan nuevos lectores.

Las educadoras se adentran desde la alimentación, hábitos, lenguajes, valores y hasta psicólogas de las madres de familia porque algunas son muy jóvenes.

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Ellas trabajan en las emociones ya que la pandemia dejó muchas carencias, debilidades en las emociones de los niños, abarcando todo con ese tacto pedagógico que los identifica.

Deben mostrar siempre una sonrisa, felicidad y amor a pesar de los problemas y dificultades que atraviesen, porque los pequeños se dan cuenta y adoptan esos estados de ánimo.

En algunos casos son presas de hostigamiento laboral y acoso sexual por parte de algunos padres de familia y otros más no tienen el interés de apoyar a sus hijos reforzando las tareas en casa.

Ser educadora es una labor muy noble que no ha sido valorada por muchos. Lo aprendido en la Normal educativa que se formaron es muy diferente a lo que se enfrentan en las aulas.

Ante todas las actividades que ellas realizan durante más de 4 horas al día el salario no es el suficiente para remunerar todo el desempeño.