/ lunes 29 de noviembre de 2021

Su incapacidad física no evita que salga a buscar el sustento

Raúl es ciego y con bastón y una caja de chicles recorre las calles de Acapulco para tener dinero y poder cubrir sus necesidades

El sólo sonido de un despertador que tiene en la cabecera de su cama es lo que le marca la hora de salir de su casa para iniciar su peregrinar diaro en las distintas calles de Acapulco, las cuales recorre sólo con un bastón que le sirve de guía para ofrecer sus chicles en los semáforos y banquetas debido a la ceguera que sufre desde nacimiento.

Raúl, es un joven de 38 años de edad, desde niño vivió en el sufrimiento y en el dolor no sólo por la pobreza de su familia, sino también por la ceguera con la que nació y la cual le evitaba ser igual que otros menores de edad a los que sólo escuchaba jugar y correr en las calles de la parte alta de la colonia Sinaí, asentamiento donde tiene su domicilio particular.

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"La vida a pesar de ser muy difícil para personas que sufrimos de pobreza y de una discapacidad, también es muy noble porque nos da la oportunidad de luchar con las limitaciones que se tienen, en mi caso la ceguera no me ha limitado me hace fuerte para luchar y trabajar en las calles vendiendo mis dulces y los chicles no importa que esté toreando los carros cuando se pone el alto de los semáforos camino con mi bastón y vendo lo que se pueda todo es bueno cuando se gana con el esfuerzo que se le ponga a todas las cosas", dijo luego de regresar a la banqueta de la avenida Cuauhtémoc y avenida Universidad una vez que el semáforo volvió a color verde que indica volver a la circulación.

Con un rostro cansado y sudado aún cuando una gorra le cubre la cabeza, Raúl o Rulo como le dicen algunos de sus amigos de la colonia, dijo que su ceguera no lo ha limitado a luchar por lo que quiere, ni de dejar de trabajar en las calles aún cuando sabe que esto le representa un riesgo para su persona.

"Yo salgo sólo de mi casa todos los días y con la ayuda de algunas personas me subo a un camión y me bajo en alguna parte de la Cuauhtémoc para iniciar una jornada de trabajo caminando por las banquetas y luego parado en un semáforo para vender los chicles y los dulces a quien me quiera ayudar comprándome por lo menos uno.

Dijo que hubiera querido tener la oportunidad de haber estudiado pero no tenía los recursos económicos, pero la vida a sus 38 años de edad, le ha dado otras cosas entre estas las fuerzas para sobresalir.

"No veo nada, pero tengo desarrollados otros sentidos como el del olfato y del oído los cuales me han servido para desplazarme en las calles y saber cuando la circulación se detiene en un semáforo para empezar a ofrecer lo poco o mucho que traiga en ese momento.

La jornada de trabajo de Raúl, inicia desde las 08:00 de la mañana que sale de su casa y termina a las 3 o 4 de la tarde cuando llega a su domicilio cansado pero satisfecho de lo logrado durante las horas que estuvo recorriendo las calles vendiendo los chicles y dulces que le ayudan a sobrevivir.

El sólo sonido de un despertador que tiene en la cabecera de su cama es lo que le marca la hora de salir de su casa para iniciar su peregrinar diaro en las distintas calles de Acapulco, las cuales recorre sólo con un bastón que le sirve de guía para ofrecer sus chicles en los semáforos y banquetas debido a la ceguera que sufre desde nacimiento.

Raúl, es un joven de 38 años de edad, desde niño vivió en el sufrimiento y en el dolor no sólo por la pobreza de su familia, sino también por la ceguera con la que nació y la cual le evitaba ser igual que otros menores de edad a los que sólo escuchaba jugar y correr en las calles de la parte alta de la colonia Sinaí, asentamiento donde tiene su domicilio particular.

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"La vida a pesar de ser muy difícil para personas que sufrimos de pobreza y de una discapacidad, también es muy noble porque nos da la oportunidad de luchar con las limitaciones que se tienen, en mi caso la ceguera no me ha limitado me hace fuerte para luchar y trabajar en las calles vendiendo mis dulces y los chicles no importa que esté toreando los carros cuando se pone el alto de los semáforos camino con mi bastón y vendo lo que se pueda todo es bueno cuando se gana con el esfuerzo que se le ponga a todas las cosas", dijo luego de regresar a la banqueta de la avenida Cuauhtémoc y avenida Universidad una vez que el semáforo volvió a color verde que indica volver a la circulación.

Con un rostro cansado y sudado aún cuando una gorra le cubre la cabeza, Raúl o Rulo como le dicen algunos de sus amigos de la colonia, dijo que su ceguera no lo ha limitado a luchar por lo que quiere, ni de dejar de trabajar en las calles aún cuando sabe que esto le representa un riesgo para su persona.

"Yo salgo sólo de mi casa todos los días y con la ayuda de algunas personas me subo a un camión y me bajo en alguna parte de la Cuauhtémoc para iniciar una jornada de trabajo caminando por las banquetas y luego parado en un semáforo para vender los chicles y los dulces a quien me quiera ayudar comprándome por lo menos uno.

Dijo que hubiera querido tener la oportunidad de haber estudiado pero no tenía los recursos económicos, pero la vida a sus 38 años de edad, le ha dado otras cosas entre estas las fuerzas para sobresalir.

"No veo nada, pero tengo desarrollados otros sentidos como el del olfato y del oído los cuales me han servido para desplazarme en las calles y saber cuando la circulación se detiene en un semáforo para empezar a ofrecer lo poco o mucho que traiga en ese momento.

La jornada de trabajo de Raúl, inicia desde las 08:00 de la mañana que sale de su casa y termina a las 3 o 4 de la tarde cuando llega a su domicilio cansado pero satisfecho de lo logrado durante las horas que estuvo recorriendo las calles vendiendo los chicles y dulces que le ayudan a sobrevivir.

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