El color de las flores, la música, el olor de alimentos y bebidas preferidas de los seres queridos que se adelantaron en el camino sin retorno, revivió a los muertos que yacen en sus tumbas en los panteones de Acapulco.
Como cada día primero y dos de noviembre de cada año, las miles de tumbas que se encuentran en los cuatro panteones de la ciudad vuelven a ser visitadas por miles de ciudadanos que cargados con grandes ramos de flores de cempasúchil, comida, música y veladoras acuden a recordar a sus familiares que se adelantaron en el camino.
Ayer, desde muy temprana hora, los cuatro mausoleos administrados por el gobierno municipal, Cruces, Garita, San Francisco y El Palmar, fueron invadidos por familias enteras de acapulqueños, que buscaban la tumba donde se encontraban los restos de sus familiares para empezar a lavarlas, pintarlas y adornarlas con flores, velas y alguno que otra figura de papel que colgaban de las puertas de cada capillita construida.
En otro de los casos, algunos difuntos fueron recordados con las canciones que en vida escuchaban, como fue el caso de Arturo Estrada Díaz, un joven de 20 años de edad, que murió a consecuencia de un traumatismo craneoencefálico que sufrió en un accidente automovilístico en marzo del 2016, cuando conducía su vehículo por el Bulevar Vicente Guerrero, donde fue embestido por un camión de carga.
“Hoy un año más sin Arturo físicamente, pero espiritualmente está siempre en nuestros corazones y en la mente de sus padres y sus tres hermanos, porque era un joven bueno, estudioso y trabajador, y ahora aquí estamos al pie de su tumba con la música de banda que a él le gustaba escuchar, ahora nosotros estamos felices y tranquilos porque sabemos que él está bien junto a Nuestro Padre Dios y desde el cielo nos cuida y nos protege en esta ciudad llena de violencia”, dijo doña Ana Elena Díaz, quien desde muy temprano llego al panteón de Las Cruces para visitar a quien fuera el menor de sus hijos.
Mientras que los familiares de Arturo cargaron hasta con las trompetas y guitarras para recordarlo en este Día de Muertos, otros como los Castro Estrada llegaron a las 08:00 de la mañana a la tumba donde están los restos de Matilde Castro, una joven mujer de 23 años de edad, estudiante y madre soltera de un pequeño de nombre Arturito, que a los cuatro años perdió a su madre por una enfermedad que le ganó la batalla pese a todo el esfuerzo que hicieron para salvarle la vida.
“Matilde murió de cáncer, esta maldita enfermedad que no respeta, condición social, ni raza ni religión, nosotros seguimos sufriendo su partida, pero nos dejó algo muy hermoso, un nieto al que queremos mucho y lo cuidamos, porque ese es el compromiso que hicimos ante mi hija al momento que estaba agonizando, lo recuerdo muy bien y me da mucha tristeza, pero luego digo que Dios la necesitaba y por eso se la llevó al cielo, desde donde diariamente nos cuida, y protege a este pequeño al que ella llamaba mi pedacito de corazón”, dijo aun con lágrimas en sus ojos, don Carlos Castro.
Los panteones, este día dos de noviembre, no sólo fueron invadidos por los miles de acapulqueños que llegaron para depositar las flores, coronas y las veladoras a las tumbas, sino también por un gran número de comerciantes ambulantes y establecidos que, a través de un permiso expedido por las autoridades municipales, ofrecieron fuera y dentro de los camposantos desde los bolillos con relleno, hasta las botellas de agua, refrescos, chilate, churros, paletas y tamales.
Sin lugar a dudas el panteón de Las Cruces ayer viernes dos de noviembre, fue el más concurrido por los miles de ciudadanos que fueron a recordar a sus muertos, así como por los comerciantes que una vez más hicieron su agosto vendiendo a un alto costo desde ramos de flores, hasta las botellas con agua natural que, por las altas temperaturas provocadas por los fuertes rayos de sol, obligaban a los acapulqueños a adquirirlas para mitigar un poco el calor.