En Guerrero el término libertad de expresión se queda en el papel, pero en la práctica nuestras expresiones tienen que ser calculadas por su impacto y por las consecuencias que pudieran presentarse para cualquier medio de comunicación.
Es decir, tenemos una libertad de publicación pero no así de la manifestación de la realidad, mucho menos en un estado como Guerrero, donde operan más de 10 células delictivas del crimen organizado, ocurren en promedio 10 homicidios dolosos cada día y, sólo en el caso de Acapulco, son más de 40 bandas criminales las que actualmente se disputan territorio.
La violencia es el tema nuestro de cada día, y no ser víctimas de hechos delictivos juega un rol fundamental para la publicación de contenidos que revelen la cruenta situación en la que convivimos.
El reportero todos los días observa un sinnúmero de problemas en los que la impunidad es evidente, pero siempre la pregunta es: escribo o no sobre el tema. En este México de libre prensa, la libertad de expresión es autocensurada para anteponer la vida, pero no sólo eso.
La problemática de violencia es tal, que la actividad comercial y publicitaria ha caído a niveles extraordinarios; hoy en día doctores, estilistas, los pequeños comerciantes ya no se anuncian en los periódicos ante el temor de ser extorsionados o visitados en sus locales y ser víctimas de secuestro; y ¿qué hace la autoridad al respecto?