La elaboración de churros de harina bañados con azúcar pareciera ser un oficio fácil, sin embargo no lo es tanto, requiere de una increíble práctica para poder elaborar la masa después tener la fuerza para la operación de la máquina que les da forma y la suavidad para depositarlos en el aceite sin que salpique y queme a quien los elabora.
En los últimos diez años Don Alfredo Cortés Guerrero, se ha convertido en un maestro de este arte culinario, ha logrado dar un toque personal a la mezcla y la destreza de hacer los churros todos del mismo tamaño y con forma de moño.
La historia de Alfredo es como la de muchos, hace 15 años emigró de su natal San Marcos en la región de Costa Chica a buscar suerte en la Ciudad de México donde no le gustó el ambiente, después vino a Chilpancingo y se enamoró del clima, la tranquilidad de la ciudad y la calidez de sus habitantes.
Inició un negocio de comida en las inmediaciones del mercado y rentó un cuarto en una vecindad donde conoció a un joven que se dedicaba a vender los churros, y la necesidad de buscar el sustento familiar lo impulsó a adquirir la máquina para hacer el producto, sin embargo tuvo que aprender solo a elaborarlos, pues por darle su receta y detalles el joven le cobraba 12 mil pesos que definitivamente no tenía para pagar.
"Tuve que andar preguntando y probando, me decían que le pusiera algo y lo intentaba, luego otra cosa y también lo intentaba, así hasta que me quedó un sabor aceptable que poco a poco fui perfeccionando hasta tener el producto que hoy ofrezco".
Relató que al principio fue muy complicado aprender cómo depositarlos en el aceite y no quemarse, porque se trata de aceite hirviendo al que la mano se tiene que acercar y no tienes protección alguna.
Su puesto de Don Alfredo es móvil se instala todos los días a la entrada del parque Skate, en la colonia Benito Juárez, y diariamente prepara más de 70 bolsitas de seis churros cada una, mismas que vende en 15 pesos.
"Es poco lo que se gana, más ahora que la pandemia alejó a muchos de nuestros clientes pero aquí seguiremos mientras Dios nos preste vida y el gobierno nos preste el espacio".
Comentó que la parte más difícil de este trabajo es tener que estar parado todo el día frente al aceite hirviendo, porque todo su cuerpo se calienta y muchas veces sus dedos llegan a tocar el aceite, por eso aunque es una actividad que le ha permitido mantener a su familia en los últimos 10 años, hasta el momento no ha permitido que sus hijos aprendan a elaborar los churros, "prefiero que estén en la escuela, que estudien y que terminen una carretera que les permita tener desarrollo en otro tipo de empleo".
Con el paso de los años don Alfredo ha diversificado su oferta de churros con la aplicación de sabores extra como Cajeta, Lechera, Chocolate o Fresa, "compramos todo de materiales de calidad para que el cliente reciba algo sabroso y seguro porque aunque vendemos en la calle todo está hecho de manera higiénica y con materiales de primera.
Señaló que hasta este momento no ha conocido un cliente que los pruebe y diga que algo no está bueno, pues parte importante también es que los vende calientes, crujientes, "la verdad es que cada churro se hace con amor, y eso es lo que le mejora el sabor".