El paisaje marino se ha transformado, al pasar de las olas bioluminiscentes de hace un año a un mar turbio en el presente, por la contaminación que provocan las descargas de aguas residuales y la basura que es arrastrada de las partes altas del puerto de Acapulco.
Luego de las medidas preventivas que se tuvieron que aplicar hace un año por la emergencia sanitaria por el alto nivel de contagios de Covid-19, que obligó al cierre de las playas de la bahía y aplicar la cuarentena, el mar recobró su color turquesa.
Fue en el mes de abril de 2020, cuando las playas de este destino de playa fueron noticia, pero no por los efectos que estaba provocando la pandemia, sino por el espectáculo que ofreció el paisaje marino.
En un hecho sin precedentes, por vez primera se observó diversas especies marinas nadando en la bahía, al amparo de aguas cristalinas y en algunos puntos, como la playa Majahua, en Puerto Marqués, registró el fenómeno de bioluminiscencia.
En contraste, en el presente, las playas lucen en algunos puntos con un color chocolataso u obscuro, por las descargas de aguas negras que llegan directas por los canales de las partes altas.
A esto hay que añadir que, al incrementar el número de turistas por las vacaciones de verano, la contaminación es inevitable y el color del mar cambia, de azul a un color de turbiedad.
El relajamiento de las restricciones sanitarias y la llegada masiva de turistas, crean un caldo de cultivo propicio para minar la calidad del agua de mar, que puede repercutir en la salud de las personas.
Hasta el momento no se ha dado a conocer los habituales estudios que realiza la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios ( COFEPRIS), para tener información sobre el estado que guardan las playas en materia de niveles de enterococos y bacterias que pueden ocasionar infecciones o hasta enfermedades más serias.
Tampoco, ninguna autoridad de los tres órdenes de gobierno, se ha ocupado por el tema ambiental de las playas, porque se ha estado priorizando los asuntos de la transición de los poderes del estado, dejando en segundo término la contaminación del mar, como ha sido la constante en los últimos años.