La pobreza y el desempleo obligó a madre e hija abandonar su pueblo en Oaxaca, para probar fortuna en el puerto de Acapulco, danzando entre los automóviles para ganarse unos pesos y poder subsistir en estos tiempos de pandemia por el Covid-19.
Ataviadas con su vistosa vestimenta de la era prehispánica, adornada con coloridas figuras y penachos con plumas; además de los caracoles atados en ambas piernas, exhiben en la vía pública sus manifestaciones artísticas corporales.
La señora Guadalupe, es quien entona las notas musicales, con una flauta y un pequeño tambor, mientras su pequeña hija Rosita, de cinco años, sin dejar de danzar se acerca a los automovilistas con un pequeño bote para pedir cooperación.
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Esta misma rutina la repiten desde hace un mes, en el entronque de avenida Ruiz Massieu y costera Miguel Alemán, desde las 10:00 de la mañana a las 2:30 de la tarde, en donde por breves minutos danzan y obtienen algunos pesos que les permite subsistir.
Doña Guadalupe, confiesa que hay días buenos, pero también en ocasiones les va mal, pero nunca se rinden y todos los días ensayan sus pasos, así como la música que entona con la flauta y el pequeño tambor.
En breve entrevista, dijo que rentan un pequeño cuarto por la colonia Chinameca, en ese lugar confeccionó sus trajes, los penachos con las plumas de aves, las pulseras y los adornos con caracoles, que llevan atadas en ambas piernas.
Confío que pronto se regrese a la normalidad, porque extrañan su pueblo y no pierden la esperanza de regresar a Oaxaca, aunque esto signifique ampliar su horario de trabajo.
En tanto, seguirán, como todos los días, en la Costera, bailando y solicitando cooperación a los automovilistas, porque algunos son generosos, pero también, hay quienes las ignoran, como si no existieran, sin entender que la pobreza no es un delito y que con su arte, lo único que tratan es ganarse la vida honradamente.