Acapulco, como todas las metrópolis en desarrollo, operó su antiguo campo aéreo a partir de 1932 y recibió su primer vuelo el 3 de diciembre a las 14:07 horas procedente de la Ciudad de México, cuyo costo del pasaje fue de 30 pesos.
De acuerdo a datos recabados de viejos textos históricos, la pista se construyó en huertas de coco, guayabas, Ilama y mango, que fueron expropiadas por el entonces ministro de Comunicaciones (1930-1932), general Juan Andrew Almazán, bajo el argumento de darles "utilidad pública".
Los terrenos abarcaban desde el hotel Las Hamacas, en la esquina de 5 de Mayo y Costera Miguel Alemán, hasta el Farallón del Obispo, en la Glorieta de la Diana y se extendía por la avenida Cuauhtémoc, hasta la playa de los Hornos y Farallón.
Era todo un espectáculo ver despegar las aeronaves, como aterrizar, aunque lo realmente peligroso, era esquivar a los caballos, vacas y burros, que se cruzaban en la pista y que puso aprueba la destreza de los intrépidos pilotos de esa época, sin que se tengan reportes de algún incidente.
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Como dato al margen, el primer piloto en aterrizar en el antiguo campo aéreo que existió en este balneario del Pacífico, fue Cloyd Clavenger, que tripulando un avión Verville, de seis plazas y con matricula X-BAEW, partió de la Ciudad de México, junto con otras dos aeronaves hacia este destino de playa.
Por cierto, al llegar al campo de Los Hornos, los aviadores fueron recibidos por una gran cantidad de público y autoridades locales, que los ovacionaron porque se abría la ruta México-Acapulco, que se transformaría en una piedra angular para el transporte nacional.
A partir de ese momento, según el historiador, Carlos Adame Ríos, se inicio el nuevo servicio aéreo: “Nueva Línea Aérea Entre México y Acapulco”, se trató del vuelo sin escalas entre la capital y el puerto y duraría solamente 1:40 horas, tendría un costo de 30.00 pesos por pasajero en viaje sencillo, mientras que el servicio de express y mensajería, el valor sería de 0.50 por kilo.
El empresario Javier Saldivar Rodríguez, dijo que gracias al servicio aéreo, Acapulco pronto llegaría a ser reconocido internacionalmente y se convertiría en uno de los más selectos lugares para el turismo nacional e internacional, dando pauta a la época dorada.
Pero, además, se abrieron nuevas rutas con el vecino Estado de Michoacán, a través de Aeronaves de Michoacán-Guerrero, que operaba de lunes a sábado y volaba entre Uruapan, con escalas en Tecpan, Petatlán, Zihuatanejo, Lázaro Cárdenas, Playa Azul, Arteaga y Apatzingán, compañía que, por cierto, fue absorbida por Aeronaves.
Sin embargo, pese al éxito y que se operó otra ruta con Oaxaca, el aeropuerto paró sus operaciones el 31 de agosto de 1946, luego que el general Andrew Almazán, después de trámites y de mover sus influencias, se apoderó de la extensa propiedad y la fracciono, para dar vida a la segunda etapa de crecimiento de este destino de playa.
Por cierto, hubo oposición de las aerolíneas y pilotos que siguieron surcando el cielo, hasta que les llegó un ultimátum para que desocuparan el área, apoyados por militares, por lo que despegan los aviones y se instalan en un terreno de Pie de la Cuesta.
Cuentan los historiadores, que solo un hidroavión no fue retirado, debido a que su propietario Chante Obregón se encontraba fuera de la ciudad, por lo que a su regreso tuvo que empujar su anfibio con el apoyo de varios "voluntarios" por la calle y el monte hasta llegar a la playa donde esta el hotel Ritz.
Ahí, con gran esfuerzo es llevado hasta el mar, de donde despega hacia Pie de la Cuesta, que se convertiría en el segundo campo aéreo del puerto de Acapulco. Hoy del antiguo aeropuerto no queda ningún vestigio, salvo algunas fotografías en blanco y negro, que se aprecian en oficinas del ayuntamiento municipal.
