Contrario a los protocolos sanitarios establecidos por Covid-19 con semáforo naranja, en las playas de Acapulco el ambulantaje está sin control y sin ninguna medida de sanidad venden alimentos como mariscos, elotes y esquites, donas, frutas, aguas, bebidas alcohólicas y para rematar el ambiente pequeños grupos musicales recorren la zona federal para hacer bailar a los turistas.
Sin importar los contagios, los vacacionistas se divierten en las playas y consumen las quesadillas, la campechana y el ceviche que venden más económico, pero sin ninguna seguridad de higiene.
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Mientras que un grupo de jóvenes que se presentan como “La picosita de Guerrero”, hacen sonar el acordeón, la tuba, el bongo y la guitarra y tocan una cumbia a una familia de turistas, todas mujeres, y las hacen bailar para sacar el estrés y olvidarse del Covid-19.
Pero la música también las hace olvidarse de la sana distancia... y que en Acapulco también hay contagios.
Las mujeres bailan, una con su niño en brazos, aplauden con alegría al ritmo de la cumbia y graban los momentos de un domingo familiar en la playa.
Como abejas en el panal y en menos de cinco minutos a esta misma familia se le acercó a ofrecer sus productos la señora de los esquites y elotes, también la señora de las pescadillas y la campechana, la dona de chocolate y de paso la botana.
Sin cubrir sus alimentos, los vendedores ambulantes recorren las playas ofreciendo su mercancía y esperan buenas ventas ante la afluencia de turistas que saturan los balnearios del puerto.