/ viernes 26 de noviembre de 2021

Cambió el tiempo y cambió la forma de estudiar

Es bonita la convivencia, pero ya no se puede, ni se quiere

Hola, muy poquitas veces salgo, ya que me gustaba ir a cualquier supermercado, pero como en muchos, sólo dejan entrar a una sola persona, recuerdo una vez que fuimos a un super grande, fue también una mamá y sus dos hijas, mi hijo y yo y sorpresa, sólo podía entrar la mamá, pero no las hijas, también sólo mi hijo, pero yo no, así que me quedé con las niñas afuera.

Así que les conté como era Acapulco antes, mucho turismo extranjero, muchos barcos. Tanto les gustó, que seguido pedían que mi hijo y su mamá, fueran más seguido, para quedarse afuera conmigo y conocer más historias. Que les contara por qué las playas de Acapulco se llamaban así. Les conté sus historias, empezando por Pie de la Cuesta, ya que muchas personas saben el nombre, pero no de dónde nació..... ¿Sabes? La comunicación ahora es muy pobre, ya casi no se convive, ya casi no se platica. Les relataré algo que también me enviaron, y es que a mí me gusta la convivencia, pero ya no se puede, ni se quiere.

PONME LA CADENITA. En algún lugar del mundo, esa mañana, como todos los días, se escuchaban los gritos alterados de un hombre, regañando a su hijo: Levántate pronto, lávate la cara, los dientes, péinate, ponte la camisa..... Pero apúrate, tienes que ir a clases. ¿Sabes qué?... Ya no hay tiempo para que desayunes, en el camino tomarás el jugo, pero no lo vayas a tirar. ¿Que te dije, tonto? Ya te manchaste la camisa. ¡Me tienes harto, nunca aprendiste a hacer bien las cosas! El chiquillo guardaba silencio, sabía que le podía ir peor.

Estaba tan atemorizado, que ni siquiera podía decirle "papá". En la escuela constantemente era reprendido por su maestra, porque se distraía. Siempre pensando, porqué no podía ser feliz como los demás niños. Esa tarde al regresar a casa, sin saber porqué, se atrevió a romper el silencio y dijo: Hoy me preguntó la maestra, en qué trabajabas, y no supe qué responder.....Yo entreno perros, dijo el hombre. ¿Y para que los entrenas? Dijo el niño. Los enseño a ser obedientes, a sentarse, a echarse, a quedarse quietos, a brincar obstáculos, a no hacer destrozos, cuidar la casa, cuidar y proteger a los niños, los entrenó para trabajar en la policía, en los bomberos, los entrenó para rescatar personas, salvar vidas, localizando explosivos, y muchas cosas más.......Ah, también los entreno para ayudar a caminar a las personas ciegas._Con mucho interés seguía preguntando: ¿Y les pagan a los perros por hacer todo éso? .... Claro que no, dijo él. A cambio reciben mucho amor, atención, cuidado de parte de sus dueños, o de quienes trabajan con ellos. ¿Y como logras entrenarlos? Es muy sencillo, dijo. Solamente les pongo una cadenita, los llevo a pasear, camino y platico con ellos, y poco a poco les voy enseñando. Cuando no hacen bien los ejercicios, los corrijo firmemente, pero sin lastimarlos, después los acaricio, para que sientan que no estoy enojado con ellos. ¡Pero se necesita mucha paciencia!

El pequeño muy emocionado, quería salir corriendo a platicarle a sus amiguitos lo que acababa de escuchar, pero de pronto.....con ese gesto infantil, característico y natural que hacen los niños, cuando sienten que van a brotar sus lágrimas, levantó su carita inocente y dijo.......¡Ponme la cadenita! Yo también quiero salir a pasear contigo, quiero aprender muchas cosas de tí, quiero que me corrijas si lo hago mal, y después me acaricias, para sentir que no estás enojado conmigo. A cambio yo seré un niño obediente, no te haré enojar más, no haré destrozos, cuidaré la casa, aprenderé a cuidar a las personas, a salvar vidas......¡Ah, y si un día te quedas ciego, yo te ayudaré a caminar! ¡Por favor, ponme la cadenita! ¡Sólo tenme paciencia! El hombre aquel, estalló en en un sollozo profundo que le desgarró el pecho. Y al abrazar a su hijo, sintió que de su corazón salía una cadenita que rápidamente se enlazaba con el corazón de su hijo. Era una cadenita con muchos eslabones de amor, de calor humano, de comprensión y mucha paciencia. El niño sonrió y se acurrucó en su pecho. ¡GRACIAS PAPÁ! Autor: Ramón Sánchez Mata..... Por favor, léelo con el corazón.. Con amor y respeto.

Hola, muy poquitas veces salgo, ya que me gustaba ir a cualquier supermercado, pero como en muchos, sólo dejan entrar a una sola persona, recuerdo una vez que fuimos a un super grande, fue también una mamá y sus dos hijas, mi hijo y yo y sorpresa, sólo podía entrar la mamá, pero no las hijas, también sólo mi hijo, pero yo no, así que me quedé con las niñas afuera.

Así que les conté como era Acapulco antes, mucho turismo extranjero, muchos barcos. Tanto les gustó, que seguido pedían que mi hijo y su mamá, fueran más seguido, para quedarse afuera conmigo y conocer más historias. Que les contara por qué las playas de Acapulco se llamaban así. Les conté sus historias, empezando por Pie de la Cuesta, ya que muchas personas saben el nombre, pero no de dónde nació..... ¿Sabes? La comunicación ahora es muy pobre, ya casi no se convive, ya casi no se platica. Les relataré algo que también me enviaron, y es que a mí me gusta la convivencia, pero ya no se puede, ni se quiere.

PONME LA CADENITA. En algún lugar del mundo, esa mañana, como todos los días, se escuchaban los gritos alterados de un hombre, regañando a su hijo: Levántate pronto, lávate la cara, los dientes, péinate, ponte la camisa..... Pero apúrate, tienes que ir a clases. ¿Sabes qué?... Ya no hay tiempo para que desayunes, en el camino tomarás el jugo, pero no lo vayas a tirar. ¿Que te dije, tonto? Ya te manchaste la camisa. ¡Me tienes harto, nunca aprendiste a hacer bien las cosas! El chiquillo guardaba silencio, sabía que le podía ir peor.

Estaba tan atemorizado, que ni siquiera podía decirle "papá". En la escuela constantemente era reprendido por su maestra, porque se distraía. Siempre pensando, porqué no podía ser feliz como los demás niños. Esa tarde al regresar a casa, sin saber porqué, se atrevió a romper el silencio y dijo: Hoy me preguntó la maestra, en qué trabajabas, y no supe qué responder.....Yo entreno perros, dijo el hombre. ¿Y para que los entrenas? Dijo el niño. Los enseño a ser obedientes, a sentarse, a echarse, a quedarse quietos, a brincar obstáculos, a no hacer destrozos, cuidar la casa, cuidar y proteger a los niños, los entrenó para trabajar en la policía, en los bomberos, los entrenó para rescatar personas, salvar vidas, localizando explosivos, y muchas cosas más.......Ah, también los entreno para ayudar a caminar a las personas ciegas._Con mucho interés seguía preguntando: ¿Y les pagan a los perros por hacer todo éso? .... Claro que no, dijo él. A cambio reciben mucho amor, atención, cuidado de parte de sus dueños, o de quienes trabajan con ellos. ¿Y como logras entrenarlos? Es muy sencillo, dijo. Solamente les pongo una cadenita, los llevo a pasear, camino y platico con ellos, y poco a poco les voy enseñando. Cuando no hacen bien los ejercicios, los corrijo firmemente, pero sin lastimarlos, después los acaricio, para que sientan que no estoy enojado con ellos. ¡Pero se necesita mucha paciencia!

El pequeño muy emocionado, quería salir corriendo a platicarle a sus amiguitos lo que acababa de escuchar, pero de pronto.....con ese gesto infantil, característico y natural que hacen los niños, cuando sienten que van a brotar sus lágrimas, levantó su carita inocente y dijo.......¡Ponme la cadenita! Yo también quiero salir a pasear contigo, quiero aprender muchas cosas de tí, quiero que me corrijas si lo hago mal, y después me acaricias, para sentir que no estás enojado conmigo. A cambio yo seré un niño obediente, no te haré enojar más, no haré destrozos, cuidaré la casa, aprenderé a cuidar a las personas, a salvar vidas......¡Ah, y si un día te quedas ciego, yo te ayudaré a caminar! ¡Por favor, ponme la cadenita! ¡Sólo tenme paciencia! El hombre aquel, estalló en en un sollozo profundo que le desgarró el pecho. Y al abrazar a su hijo, sintió que de su corazón salía una cadenita que rápidamente se enlazaba con el corazón de su hijo. Era una cadenita con muchos eslabones de amor, de calor humano, de comprensión y mucha paciencia. El niño sonrió y se acurrucó en su pecho. ¡GRACIAS PAPÁ! Autor: Ramón Sánchez Mata..... Por favor, léelo con el corazón.. Con amor y respeto.

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