Se los denomina animales de compañía, pero en realidad hacen mucho más que acompañarnos, porque compartimos con ellos buena parte de nuestra vida, momentos, sentimientos e incluso confidencias. Cuando un perro, gato, u otra mascota se va definitivamente, el hueco que deja en sus propietarios, se llena rápidamente de dolor y soledad.
El impacto emocional que produce la muerte de una mascota en sus dueños puede ser tan importante como el que ocasiona la muerte de un familiar, según psicólogos de la Universidad de Nuevo México, UNM, (EE.UU.), que revisaron la bibliografía sobre cómo reacciona la gente a la pérdida de un animal querido.
"Los animales de compañía proporcionan un apoyo, amor y lealtad, que van mucho más allá de cualquier medición práctica”, según los investigadores de la UNM, cuyo trabajo ha sido publicado en la revista ‘Perspectives in Psychiatric Care’.
Según los autores, “debido a las grandes contribuciones que realiza un animal querido, su muerte, pérdida o robo se convierte en el final de una relación especial, que puede originar uno de los momentos más difíciles en la vida de la persona".
CÓMO AYUDAR A LOS NIÑOS
En otro estudio, en el que se evaluó a personas que habían experimentado la muerte natural o por eutanasia de una mascota, investigadores del Departamento de Ciencias Animales de la Universidad de Hawai, Estados Unidos, hallaron que en un 30 por ciento de los casos el dolor duró seis meses o más, y que en un 12 por ciento de los casos la pérdida fue vivida como un evento muy traumático.
Según la Academia Americana de Psiquiatría Infantil y Adolescente (AACAP, por sus siglas en inglés), para muchos niños su primera experiencia real de una pérdida ocurre cuando se les muere una mascota, lo cual les produce un gran dolor y mucha tristeza, porque no entienden por qué murió.
Según AACAP, las reacciones infantiles ante la muerte del animal dependen de la edad y nivel de desarrollo. En general los niños no entienden del todo hasta los 9 años de edad que dicha desaparición es permanente y final.
Por ello, según la Academia estadounidense a los muy pequeños hay que explicarles que cuando un animal se muere, deja de moverse, ya no puede oír ni ver y no se va a volver a despertar.
Según la AACAP, cuando fallece su mascota, los niños necesitan que se les consuele, ame y respalde y que se les brinde afecto en vez de darles explicaciones médicas o científicas complicadas.
Para decirles a sus hijos que se ha muerto su animal, los padres han de poner a los niños lo más cómodamente posible, emplear una voz sosegada, tomarles las manos, ponerles el brazo alrededor y decírselo en un ambiente familiar.
También es importante ser sincero cuando se le dice al niño que ha muerto su animal, ya que intentar protegerle con explicaciones vagas o inexactas puede crearle ansiedad, confusión y desconfianza, señalan desde la AACAP.