Los riscos de La Quebrada fueron su lugar de juegos , donde nació el amor y la tradición de la familia Ramírez.
Jorge, contador de profesión y tercero en la generación de clavadistas, aún sigue sintiendo temor cada vez que se lanza desde el emblemático acantilado, sin embargo los aplausos le dan ánimo y lo hacen sentir como una estrella de rock.
Turistas nacionales e internacionales se dan cita para admirar el espectáculo que ya es tradición desde hace 88 años, 60 de los cuales han estado presentes los miembros de la familia Ramírez.
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Jorge Antonio Ramírez López es la tercera generación de clavadistas. Comenzó hace 17 años cuando cursaba la secundaria, le ha seguido los pasos a su abuelo Mónico Ramírez Marín , así como a su padre Jorge Mónico Ramírez Vázquez, por lo que se convirtió en una tradición familiar.
“A mi me traían de niño a La Quebrada , realmente yo venía a nadar pero daba mucho miedo tanto el mar y las alturas”, dice Jorge quien a pesar de ver a su padre lanzarse de los riscos, él no se animaba.
Pero Jorge empezó desde abajo como auxiliar de clavadista, limpiando la basura que llegaba al canal donde caen los clavadistas para ganarse algunas monedas y comprar sus antojos.
A veces se ganaba sus 80 o 100 pesos diarios cuando estaba como auxiliar apoyando a sus compañeros cuando se tiraban sus clavados.
Jorge no ha perdido ese miedo cada vez que se lanza de los acantilados de La Quebrada y que inició a los 15 años con una altura de cinco metros, pero ahora es todo un profesional y se ha lanzado desde los 35 metros.
Pero antes de lanzarse de La Quebrada, Jorge Ramírez quién es el soltero de la familia, hace un ritual y le pide a la Virgen de Guadalupe para que todo salgan bien.
“Nos persignamos, nos encomendamos a la Virgen, hacemos nuestra oración y en lo personal pido por todos nuestros compañeros para que salga bien ese clavado y nos paramos en la plataforma de 28 o 35 metros y de ahí comenzamos a concentrarnos para lanzarse”
Jorge, dice que lanzarse de las alturas de La Quebrada y caer al agua, donde a veces se presenta un oleaje elevado, es un miedo “controlado pero ahí está”.
Coco, como también lo conocen entre su grupo de amigos de Clavadistas profesionales, se lanza utilizando la técnica del clavado de avión o cisne pero también junto con Mike Vázquez quien se convierte en La Antorcha Humana.
Pero no todo es clavado para Jorge, porque en sus ratos libres le dedica dos horas diarias de entrenamiento y se ejercita para tener la condición y poder seguir tirándose de los discos de La Quebrada.
Además ejerce su profesión de contador público y lleva la contabilidad de algunas empresas y personas que le han dado su confianza.
Jorge Ramírez, cada vez que se lanza de las alturas de La Quebrada se siente como un rockstar cuando recibe la ovación de turistas nacionales e internacionales que visitan en fines de semana o vacaciones este emblemático sitio turístico desde hace 88 años y que es considerado patrimonio cultural inmaterial de Guerrero.
“Me siento una estrella de rock como si estuviera tocando en un concierto cuando les aplauden y le silban, es una sensación muy bonita cuando por algunos momentos eres la atracción principal del espectáculo”.
Pero ser clavadista como Jorge, no todo sale bien, porque él al igual que sus compañeros se ha lesionado durante sus saltos profesionales de La Quebrada.
Jorge tiene una lesión en la columna y que resiente cada vez que se lanza al canal.
Afirma que se siente orgulloso de que los espectáculos de La Quebrada sean reconocidos a nivel internacional e incluso ganen un premio como excelencia turística en España y los 100 imperdibles a nivel nacional.
Este joven con 17 años de clavadista, se siente orgulloso de seguir la tradición familiar con tres generaciones.