/ martes 11 de diciembre de 2018

La leyenda del cacao

El cacao es un manjar de origen mexicano y tiene una leyenda extraordinaria de amor que encontramos en el Tonalámatl, el libro de los augurios de los sacerdotes de la diosa Xochiquetzal.

El cacao es un manjar de origen mexicano y tiene una leyenda extraordinaria de amor que encontramos en el Tonalámatl, el libro de los augurios de los sacerdotes de la diosa Xochiquetzal.

Cuenta la leyenda que ante las penurias que pasaba el pueblo tolteca los dioses compadecidos decidieron mandar a un dios para brindarles sabiduría, enseñándoles ciencias y artes, para realizar esta misión eligieron al dios Quetzalcótl, quien tomó forma humana y descendió en un rayo de luz de la estrella de la mañana.

La llegada de Quetzalcóatl a la tierra fue sorpresiva para los toltecas quienes al ver su resplandor lo veneraron pues estaban seguros de que no era un simple mortal. Fue así como Quetzalcóatl, con ayuda de Tláloc, el dios de lluvia y Xochiquetzal “flor emplumada” diosa del amor y creadora del pulque dotaron al pueblo de sabiduría convirtiéndolos en artistas.

Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl por Diego Rivera en un mural del Palacio Nacional de ciudad de México.

Pero Quetzalcóatl tenía más planes para el pueblo, pues antes de llegar a la tierra robó a sus hermanos un fruto que era exclusivo de las deidades quienes la guardaban celosamente, porque de ella obtenían una bebida tan magnífica que sólo ellos eran dignos de probarla.

Quetzalcóatl plantó el pequeño arbusto de flores rojas en los campos de Tula pidió a Tláloc que lo alimentara con la lluvia, y a Xochiquetzal que lo adornara con flores. Pronto el pequeño árbol comenzó a dar frutos. Quetzalcóatl recogió las vainas, hizo tostar el fruto, enseñó a molerlo a las mujeres toltecas y lo batieron con agua en jícaras y así nació el chocolate.

Ante el acto los dioses enfurecieron y juraron venganza contra Quetzalcóatl y contra los toltecas, fue así como descendió Tezcatlipoca, dios de la noche y de las tinieblas quien se encargaría de avergonzar. El dios luminoso se hallaba en su palacio inmensamente triste, pues un sueño le había hecho saber que los dioses preparaban su venganza y temía por el pueblo al que había hecho rico, sabio y feliz.

Fue así como Tezcatlipoca se hizo pasar por un mercader quien ofreció a Quetzalcóatl una bebida “mejor” que el cacao, convencido bebió del jugo que se le ofrecía, que era el jugo fermentado del metl, el maguey, o sea, el pulque.

Quetzalcóatl lo bebió y se embriagó, y bailó y gritó y el pueblo o miró hacer gestos ridículos. Después se durmió, y, al despertar, con la boca amarga y en la cabeza un dolor profundo, se dio cuenta de que los dioses lo habían deshonrado y que se preparaba la ruina del pueblo tolteca y la caída de la gloriosa Tollan. Avergonzado decidió marchar rumbo a la estrella vespertina, su casa y en las playas de lo que hoy es Tabasco arrojó, por última vez, las semillas del cacao.


El cacao es un manjar de origen mexicano y tiene una leyenda extraordinaria de amor que encontramos en el Tonalámatl, el libro de los augurios de los sacerdotes de la diosa Xochiquetzal.

Cuenta la leyenda que ante las penurias que pasaba el pueblo tolteca los dioses compadecidos decidieron mandar a un dios para brindarles sabiduría, enseñándoles ciencias y artes, para realizar esta misión eligieron al dios Quetzalcótl, quien tomó forma humana y descendió en un rayo de luz de la estrella de la mañana.

La llegada de Quetzalcóatl a la tierra fue sorpresiva para los toltecas quienes al ver su resplandor lo veneraron pues estaban seguros de que no era un simple mortal. Fue así como Quetzalcóatl, con ayuda de Tláloc, el dios de lluvia y Xochiquetzal “flor emplumada” diosa del amor y creadora del pulque dotaron al pueblo de sabiduría convirtiéndolos en artistas.

Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl por Diego Rivera en un mural del Palacio Nacional de ciudad de México.

Pero Quetzalcóatl tenía más planes para el pueblo, pues antes de llegar a la tierra robó a sus hermanos un fruto que era exclusivo de las deidades quienes la guardaban celosamente, porque de ella obtenían una bebida tan magnífica que sólo ellos eran dignos de probarla.

Quetzalcóatl plantó el pequeño arbusto de flores rojas en los campos de Tula pidió a Tláloc que lo alimentara con la lluvia, y a Xochiquetzal que lo adornara con flores. Pronto el pequeño árbol comenzó a dar frutos. Quetzalcóatl recogió las vainas, hizo tostar el fruto, enseñó a molerlo a las mujeres toltecas y lo batieron con agua en jícaras y así nació el chocolate.

Ante el acto los dioses enfurecieron y juraron venganza contra Quetzalcóatl y contra los toltecas, fue así como descendió Tezcatlipoca, dios de la noche y de las tinieblas quien se encargaría de avergonzar. El dios luminoso se hallaba en su palacio inmensamente triste, pues un sueño le había hecho saber que los dioses preparaban su venganza y temía por el pueblo al que había hecho rico, sabio y feliz.

Fue así como Tezcatlipoca se hizo pasar por un mercader quien ofreció a Quetzalcóatl una bebida “mejor” que el cacao, convencido bebió del jugo que se le ofrecía, que era el jugo fermentado del metl, el maguey, o sea, el pulque.

Quetzalcóatl lo bebió y se embriagó, y bailó y gritó y el pueblo o miró hacer gestos ridículos. Después se durmió, y, al despertar, con la boca amarga y en la cabeza un dolor profundo, se dio cuenta de que los dioses lo habían deshonrado y que se preparaba la ruina del pueblo tolteca y la caída de la gloriosa Tollan. Avergonzado decidió marchar rumbo a la estrella vespertina, su casa y en las playas de lo que hoy es Tabasco arrojó, por última vez, las semillas del cacao.


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