Son los primeros días del ejercicio de gobierno federal. La estrategia de seguridad de caminar por las plazas cívicas, los centros de convivencia natural de las ciudades está en marcha.
Por esos espacios, al menos en dos, en Culiacán, capital de Sinaloa, caminan los secretarios de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, y el General Secretario de la Defensa Nacional, Ricardo Trevilla; en Guerrero, en el tercer día del asesinato del Alcalde de Chilpancingo, Alejandro Arcos, caminan el Secretario de Seguridad Pública, Josué Barrón Sevilla, y el Subsecretario de Asuntos Políticos del gobierno estatal, Francisco Rodríguez Cisneros, pasan frente a Palacio Municipal, ahí hay una cruz de veladoras en un improvisado altar donde está el rostro sonriente del político, los funcionarios sonríen, es una manera de enviar el mensaje de que todo está tranquilo, a cierta distancia un discreto operativo de seguridad los sigue, elementos de la Guardia Nacional portando armas de fuego; en el de Sinaloa, la grabación de una ciudadana muestra que tras los funcionarios federales hay un despliegue de elementos de seguridad, que no salen en las fotos oficiales bien cuidadas.
En la Plaza Cívica Primer Congreso de Anáhuac de la capital de Guerrero, se han dado cita más de tres mil personas que no han permitido la presencia de políticos en su marcha. No, porque esta es una convocatoria ciudadana clamando justicia y pidiendo paz, sus armas no son bélicas, sus armas son su enojo, su indignación, su repudio a un hecho no solo violento, sino cruel, innecesario para quien era portador de la paz, de la felicidad, del progreso y salen cuando en otros lugares donde se han dado decesos por violencia, en otras partes del estado y del país, se quedan en sus casas mascullando su ira. No, aquí no, aquí salieron con el rostro de frente a todos, es el hartazgo de no contar con estrategias claras que les brinden seguridad.
En Tabasco, el crimen ha quemado patrullas, retando, provocando a la autoridad.
En Sinaloa, la autoridad se replegó mientras espera a que los dos grupos en pugna dejen de aterrorizar a la sociedad y al mismo tiempo, provocándose muerte.
Pero el que dejó físicamente Palacio Nacional nunca lo vio y quien está al frente del Ejecutivo ha recibido una papa caliente que le brinca en las manos pero no la puede pasar, porque a su lado están los mismos, como si no hubiera más ciudadanos con capacidad para hacer el trabajo y dar resultados.
La Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2024 que realizó el INEGI arroja estos datos:
* En 2023, el 27.5 % de los hogares en México tuvo, al menos, una o uno de sus integrantes como víctima del delito.
* Hubo 21.9 millones de víctimas de 18 años y más. La tasa de prevalencia delictiva fue de 23 mil 323 víctimas por cada 100 mil habitantes, cifra superior respecto a 2022.
* Los delitos más frecuentes fueron fraude, robo o asalto en calle o transporte público y extorsión.
* Ocurrieron 31.3 millones de delitos: 92.9 % no se denunció o la autoridad no inició una carpeta de investigación. Este subregistro se denomina cifra oculta o cifra negra.
Los datos hablan por sí mismos de lo que sienten las y los mexicanos.
En uno de los pilares del edificio del Ayuntamiento de Chilpancingo, Guerrero, hay una corona de flores, como en cada pilar, para honrar a Alejandro Arcos.
Pero en uno alguien dejó un recado. Está pidiendo ayuda para combatir a los grupos criminales que considera aterrorizan la capital de Guerrero, pero no hace esta petición de ayuda a las autoridades formalmente constituidas, sino a otro grupo criminal.
Sin duda un reflejo de la confianza que tiene la ciudadana a la seguridad porque en todo el país el clamor es igual que en el de Chilpancingo: “Queremos paz” y también justicia.