/ martes 16 de enero de 2018

Violeta del Anáhuac

En el universo no hay vacíos. En la vida política tampoco. Y los recientes acontecimientos que han movido a nuestro Chilpancingo muestran que, cuando no hay a quien acudir, formalmente establecido, se acude a quien pueda representar la inquietud que aqueja a un sector o a un grupo de ciudadanos.

En diciembre de 2017, el último día de ese año, 7 familias quedaron marcadas con el flagelo de la incertidumbre, del miedo al no saber de sus familiares. Una característica unía, la juventud. Una franja de tiempo que condujo a un cruce de llamadas entre conocidos, amigos, amigas, intentando dar con el paradero de estos jovencitos.

Dos días después tres de estos siete jóvenes aparecieron. Golpeados, pero estaban vivos. Se consideró que los demás pudieran pronto aparecer con vida. Solo que, un día después la aparición de una consabida bolsa negra con enredo de cinta canela llenó de luto e indignación, cuando su contenido mostró los cuerpos de dos de los cuatro que faltaban. Y aún faltan dos.

En ese lapso las familias vivieron el dolor y la rabia por no saber a quién acudir para solicitar ayuda. ¿La policía? Se le atribuía. Por lo tanto, quedaba descartada la Policía Preventiva para ser un coadyuvante en la búsqueda, o al menos, un punto confiable en quien depositar la confianza.

¿Quién podía ser un interlocutor con las autoridades? ¿Quién podría acceder al poder para “hablar” por interpósita persona intentando una respuesta?

El nombre de un profesor de nuestra capital empezó a circular. Pioquinto. El mismo que iniciaría en los años 70 con un grupo de empresarios capitalinos una organización que permitió no sólo la defensa del comercio establecido ante el flujo y reflujo de la vida de Chilpancingo que se movía entre la subsistencia y los embates a que el rigor de la famosa SECOFI sometía el crecimiento empresarial, entre otros temas.

El profesor Damián se convirtió en ese entonces en un aliado. De tal forma que su crecimiento social lo condujo a la política y ocupó, entre otros cargos, el de titular de la Secretaría de Educación, en la primera etapa de gobierno de Ángel Aguirre Rivero, justo cuando otra crisis movía la entidad.

Pioquinto es polémico. Logra simpatías. Pero también tiene ojos que miran su actuar y su proceder con reservas.

Una de las más recientes polémicas que desató se dice condujo a no permitir entrar a la contienda interna del PRI para la gubernatura del Estado en el proceso de 2015, al entonces Edil de Chilpancingo, Mario Moreno Arcos. Y se reservó, o se reservaron ambos, cada cual en sus respectivas zonas, para dar paso, un tiempo después a la designación de Mario como Delegado del ISSSTE, logrado por el equipo al que se integró siendo Legislador Federal, con Luis Videgaray. Pioquinto mantuvo un perfil empresarial en Chilpancingo.

Y sale a la luz pública cuando el dolor y la confusión hicieron presa a las familias, logrando, al menos, ser una voz, tal vez la portadora del enojo, de la zozobra, del dolor.

Sólo que, no daba crédito de hasta dónde llega su interlocución, sino hasta que el propio Alcalde de nuestra capital, el también empresario Jesús Tejeda, se observa apanicado, como Presidente Municipal Suplente, frente al Presidente Municipal Constitucional con licencia, Marco Antonio Leyva, cuando reclama su derecho a dar por concluida su “licencia indefinida”.

Frente a esa petición que obra en manos del Poder Legislativo, lo que vimos fue a un Edil Sustituto acompañado de Pioquinto, escudándose en él y en su estrategia de no permitir que Marco ingrese, de nuevo, al edificio del poder municipal.

No hay espacios vacíos, la interlocución siempre ha funcionando, siempre ha sido útil un mediador. Y vemos en quién recae esa figura en nuestra capital.

En el universo no hay vacíos. En la vida política tampoco. Y los recientes acontecimientos que han movido a nuestro Chilpancingo muestran que, cuando no hay a quien acudir, formalmente establecido, se acude a quien pueda representar la inquietud que aqueja a un sector o a un grupo de ciudadanos.

En diciembre de 2017, el último día de ese año, 7 familias quedaron marcadas con el flagelo de la incertidumbre, del miedo al no saber de sus familiares. Una característica unía, la juventud. Una franja de tiempo que condujo a un cruce de llamadas entre conocidos, amigos, amigas, intentando dar con el paradero de estos jovencitos.

Dos días después tres de estos siete jóvenes aparecieron. Golpeados, pero estaban vivos. Se consideró que los demás pudieran pronto aparecer con vida. Solo que, un día después la aparición de una consabida bolsa negra con enredo de cinta canela llenó de luto e indignación, cuando su contenido mostró los cuerpos de dos de los cuatro que faltaban. Y aún faltan dos.

En ese lapso las familias vivieron el dolor y la rabia por no saber a quién acudir para solicitar ayuda. ¿La policía? Se le atribuía. Por lo tanto, quedaba descartada la Policía Preventiva para ser un coadyuvante en la búsqueda, o al menos, un punto confiable en quien depositar la confianza.

¿Quién podía ser un interlocutor con las autoridades? ¿Quién podría acceder al poder para “hablar” por interpósita persona intentando una respuesta?

El nombre de un profesor de nuestra capital empezó a circular. Pioquinto. El mismo que iniciaría en los años 70 con un grupo de empresarios capitalinos una organización que permitió no sólo la defensa del comercio establecido ante el flujo y reflujo de la vida de Chilpancingo que se movía entre la subsistencia y los embates a que el rigor de la famosa SECOFI sometía el crecimiento empresarial, entre otros temas.

El profesor Damián se convirtió en ese entonces en un aliado. De tal forma que su crecimiento social lo condujo a la política y ocupó, entre otros cargos, el de titular de la Secretaría de Educación, en la primera etapa de gobierno de Ángel Aguirre Rivero, justo cuando otra crisis movía la entidad.

Pioquinto es polémico. Logra simpatías. Pero también tiene ojos que miran su actuar y su proceder con reservas.

Una de las más recientes polémicas que desató se dice condujo a no permitir entrar a la contienda interna del PRI para la gubernatura del Estado en el proceso de 2015, al entonces Edil de Chilpancingo, Mario Moreno Arcos. Y se reservó, o se reservaron ambos, cada cual en sus respectivas zonas, para dar paso, un tiempo después a la designación de Mario como Delegado del ISSSTE, logrado por el equipo al que se integró siendo Legislador Federal, con Luis Videgaray. Pioquinto mantuvo un perfil empresarial en Chilpancingo.

Y sale a la luz pública cuando el dolor y la confusión hicieron presa a las familias, logrando, al menos, ser una voz, tal vez la portadora del enojo, de la zozobra, del dolor.

Sólo que, no daba crédito de hasta dónde llega su interlocución, sino hasta que el propio Alcalde de nuestra capital, el también empresario Jesús Tejeda, se observa apanicado, como Presidente Municipal Suplente, frente al Presidente Municipal Constitucional con licencia, Marco Antonio Leyva, cuando reclama su derecho a dar por concluida su “licencia indefinida”.

Frente a esa petición que obra en manos del Poder Legislativo, lo que vimos fue a un Edil Sustituto acompañado de Pioquinto, escudándose en él y en su estrategia de no permitir que Marco ingrese, de nuevo, al edificio del poder municipal.

No hay espacios vacíos, la interlocución siempre ha funcionando, siempre ha sido útil un mediador. Y vemos en quién recae esa figura en nuestra capital.