/ domingo 8 de enero de 2017

Vínculos que sanan o enferman

Una relación sana es, a grandes rasgos, aquella que empuja y sostiene el crecimiento de todos aquellos que la viven.

Partimos con la seguridad de que todos los vínculos que tenemos o realizamos, ninguno es igual.

Las relaciones con los demás suceden en diferentes grados de intimidad y de compromiso, diferentes niveles de profundidad o superficialidad; algunas más duraderas mientras que otras mucho más efímeras, otras abiertas y pasionales, o quizá misteriosas y ocultas... Todo esto casi sin darse verdaderamente cuenta se vive casi a diario, depende del lugar y la función emocional del momento donde se observan y viven los encuentros y desencuentros entre las personas.

Es necesario poner énfasis en las relaciones saludables y de una forma más detalladas aquellas que por llamarlas de alguna manera las nombraremos relaciones enfermizas. Los vínculos muchas veces son creados conscientemente o no con aquellas personas que se ajustan a los mejores y también a los peores defectos de cada uno. Una relación sana es, aquella que sostiene y empuja el crecimiento de todos aquellos que la viven, son muy gratificantes y generan bienestar. Las relaciones enfermizas podrían definirse como aquellas en las que las personas se sienten empantanadas, estancadas, bloqueadas y puede aparecer en un futuro no lejano el dolor y la amargura en el desarrollo personal. Nunca será sencillo diagnosticar lo enfermizo en una relación. Muchas veces el esfuerzo y la ilusión por crear vínculos positivos sin querer, o quizá queriendo se teje una propia prisión.

Más allá de las lógicas tendencias autodestructivas en algunas personas, es bueno admitir que establecemos relaciones con los demás ya sea para bien o para mal, buscando consciente o inconscientemente satisfacer ciertas necesidades creadas, o adquiridas, pretendiendo con esto ajustar desde afuera la estructura personal. Ciertas relaciones enfermizas nacen con la ilusión de ser la solución anhelada, pero poco a poco ésta se va transformando en una espiral de problemas interminable. Cuando la relación es sana y nutritiva son los aspectos sanos los que se complementan; mientras que en una relación toxica el ¨enganche¨ se da justamente en los aspectos más conflictivos de ambos.

Estos vínculos estereotipados y repetitivos se dan entre personas que se encuentran teóricamente para compartir un momento o una situación vital, pero que en realidad comparten sobre todo una perfecta ¨coreografía¨ y dinámica que los complementa y que se actualiza en cada interacción, conflicto o desencuentro. Con el tiempo, la secuencia de palabras y actitudes se vuelve tan igual a las anteriores que todos saben lo que sucederá a continuación y, a pesar de lamentarse, ninguno quiere o puede evitarlo.

Son los llamados ¨juegos del hambre¨ intercambios en los que cada uno ocupa y juega un rol determinado, para ajustarse al ¨tablero de la vida¨ casi siempre planteado por el otro. Ejemplo: una persona excesivamente perfeccionista va a ¨buscar¨ o quizá a ¨encontrar ¨ un amigo que, por sus características de autocrítica y culposas nunca está conforme con sus acciones y sus resultados, sabiendo y declarando que todo lo que hace, le sale mal. Así como las sanas y buenas relaciones traen agua nueva a la persona y gratificaciones el sólo emular recuerdos. Las relaciones tóxicas son capaces de producir grandes daños, especialmente si se mantienen durante periodos muy largos, naturalmente se producirán verdaderas adicciones a esos estados emocionales. Quizá la mayor complicación de las patologías vinculares por no llamarlas directamente enfermedades radica en que, como sucede con la adicción a cualquier droga, todo comienza ofreciendo el sueño de una situación deseada y esperada. ¨El compañero o la compañera que el destino ha cruzado en mi camino me dará por fin lo que siempre he merecido¨. En las manos y mente propia está encontrar la salida a un vínculo que resulta dañino: retirar por completo el poder que en cierto modo le diste al otro. Las relaciones tóxicas se parecen al genio de la botella que aparece en la orilla del mar como un regalo del cielo. (Las mil y una noches).

Se presentan a tu servicio y aparentemente te ayudarán a realizar tus tareas con mayor facilidad, ya no tendrás que preocuparte más por el futuro, en el comienzo tienen el poder y la voluntad de cumplir lo que han prometido, pero tarde o temprano, despiertas a la realidad y tu ¨genio encantado¨ exige cada vez más y más y te costará mucho más caro tenerlo conforme, aquel que prometía ser tu protector y servidor, se vuelve tu enemigo y su poder lejos de tranquilizarte, te inquieta.

Exactamente igual sucede con las otras drogas. La puerta que parecía conducirte a un mar de soluciones se transforma en una siniestra espiral de problemas inaguantables.

Quizá no haya mejor consejo que aquel de nuestras madres (del que con seguridad todos nos burlamos). Cundo ellas nos recomendaban ¨cuidarnos de las malas compañías¨.

En el fondo, sin saberlo, se referían a aquellas personas qué, sin querer o a propósito, son capaces de sacar en muchos momentos lo peor de nosotros. El camino más seguro es el de una verdad que no debes olvidar: Difícilmente alguien tendrá sobre ti un poder que no sea el que tú le diste. Si no olvidas y te das cuenta de que tú le diste ese poder, entonces también te darás cuenta que puedes también retirarlo.

Aurea1721@hotmail.com

Una relación sana es, a grandes rasgos, aquella que empuja y sostiene el crecimiento de todos aquellos que la viven.

Partimos con la seguridad de que todos los vínculos que tenemos o realizamos, ninguno es igual.

Las relaciones con los demás suceden en diferentes grados de intimidad y de compromiso, diferentes niveles de profundidad o superficialidad; algunas más duraderas mientras que otras mucho más efímeras, otras abiertas y pasionales, o quizá misteriosas y ocultas... Todo esto casi sin darse verdaderamente cuenta se vive casi a diario, depende del lugar y la función emocional del momento donde se observan y viven los encuentros y desencuentros entre las personas.

Es necesario poner énfasis en las relaciones saludables y de una forma más detalladas aquellas que por llamarlas de alguna manera las nombraremos relaciones enfermizas. Los vínculos muchas veces son creados conscientemente o no con aquellas personas que se ajustan a los mejores y también a los peores defectos de cada uno. Una relación sana es, aquella que sostiene y empuja el crecimiento de todos aquellos que la viven, son muy gratificantes y generan bienestar. Las relaciones enfermizas podrían definirse como aquellas en las que las personas se sienten empantanadas, estancadas, bloqueadas y puede aparecer en un futuro no lejano el dolor y la amargura en el desarrollo personal. Nunca será sencillo diagnosticar lo enfermizo en una relación. Muchas veces el esfuerzo y la ilusión por crear vínculos positivos sin querer, o quizá queriendo se teje una propia prisión.

Más allá de las lógicas tendencias autodestructivas en algunas personas, es bueno admitir que establecemos relaciones con los demás ya sea para bien o para mal, buscando consciente o inconscientemente satisfacer ciertas necesidades creadas, o adquiridas, pretendiendo con esto ajustar desde afuera la estructura personal. Ciertas relaciones enfermizas nacen con la ilusión de ser la solución anhelada, pero poco a poco ésta se va transformando en una espiral de problemas interminable. Cuando la relación es sana y nutritiva son los aspectos sanos los que se complementan; mientras que en una relación toxica el ¨enganche¨ se da justamente en los aspectos más conflictivos de ambos.

Estos vínculos estereotipados y repetitivos se dan entre personas que se encuentran teóricamente para compartir un momento o una situación vital, pero que en realidad comparten sobre todo una perfecta ¨coreografía¨ y dinámica que los complementa y que se actualiza en cada interacción, conflicto o desencuentro. Con el tiempo, la secuencia de palabras y actitudes se vuelve tan igual a las anteriores que todos saben lo que sucederá a continuación y, a pesar de lamentarse, ninguno quiere o puede evitarlo.

Son los llamados ¨juegos del hambre¨ intercambios en los que cada uno ocupa y juega un rol determinado, para ajustarse al ¨tablero de la vida¨ casi siempre planteado por el otro. Ejemplo: una persona excesivamente perfeccionista va a ¨buscar¨ o quizá a ¨encontrar ¨ un amigo que, por sus características de autocrítica y culposas nunca está conforme con sus acciones y sus resultados, sabiendo y declarando que todo lo que hace, le sale mal. Así como las sanas y buenas relaciones traen agua nueva a la persona y gratificaciones el sólo emular recuerdos. Las relaciones tóxicas son capaces de producir grandes daños, especialmente si se mantienen durante periodos muy largos, naturalmente se producirán verdaderas adicciones a esos estados emocionales. Quizá la mayor complicación de las patologías vinculares por no llamarlas directamente enfermedades radica en que, como sucede con la adicción a cualquier droga, todo comienza ofreciendo el sueño de una situación deseada y esperada. ¨El compañero o la compañera que el destino ha cruzado en mi camino me dará por fin lo que siempre he merecido¨. En las manos y mente propia está encontrar la salida a un vínculo que resulta dañino: retirar por completo el poder que en cierto modo le diste al otro. Las relaciones tóxicas se parecen al genio de la botella que aparece en la orilla del mar como un regalo del cielo. (Las mil y una noches).

Se presentan a tu servicio y aparentemente te ayudarán a realizar tus tareas con mayor facilidad, ya no tendrás que preocuparte más por el futuro, en el comienzo tienen el poder y la voluntad de cumplir lo que han prometido, pero tarde o temprano, despiertas a la realidad y tu ¨genio encantado¨ exige cada vez más y más y te costará mucho más caro tenerlo conforme, aquel que prometía ser tu protector y servidor, se vuelve tu enemigo y su poder lejos de tranquilizarte, te inquieta.

Exactamente igual sucede con las otras drogas. La puerta que parecía conducirte a un mar de soluciones se transforma en una siniestra espiral de problemas inaguantables.

Quizá no haya mejor consejo que aquel de nuestras madres (del que con seguridad todos nos burlamos). Cundo ellas nos recomendaban ¨cuidarnos de las malas compañías¨.

En el fondo, sin saberlo, se referían a aquellas personas qué, sin querer o a propósito, son capaces de sacar en muchos momentos lo peor de nosotros. El camino más seguro es el de una verdad que no debes olvidar: Difícilmente alguien tendrá sobre ti un poder que no sea el que tú le diste. Si no olvidas y te das cuenta de que tú le diste ese poder, entonces también te darás cuenta que puedes también retirarlo.

Aurea1721@hotmail.com

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