/ jueves 18 de enero de 2018

“Un pueblo sin memoria, es un pueblo sin historia”

“Ningún hombre conoce lo malo, hasta que no ha tratado de esforzarse por ser bueno. Solo podrás conocer la fuerza del viento, tratando de caminar contra él” Staples Lewis.

Se conoce como alianza política al pacto entre dos o más partidos políticos, para gobernar, para legislar y tomar decisiones en un país, una región u otra entidad administrativa. Pero sencillamente en el caso que hoy nos ocupa, se conoce como alianza política, cuando varios partidos se unen para ganarle al PRI o para que el PRI pueda ganar, y poder seguir siendo parte de las mieles que todavía nos ofrece México.

Llama mucho la atención la incomodidad y la alteración que le ha generado al PRI y a muchas personas de la sociedad civil, la certeza de las alianzas entre los otros partidos políticos, para las próximas elecciones. Pero lo que más gracia causa, es que el PRI y algunos de sus más fervientes seguidores, vean “la paja en el ojo ajeno”, cuando es sabido que en más de una ocasión este partido ha hecho amarres y alianzas con otros partidos, en las cuales su esencia ha sido, si no peor, por lo menos igual de mediática, perversa, extraña y maléfica, que la que “presuntamente” (para ellos), pretenden perpetrar hoy los otros partidos.

Lo realmente importante que su servidora quiere resaltar en este artículo, es que a los partidos (sin excepción), no les importa el bien común, el progreso, la democracia y la independencia ideológica por encima de las conveniencias económicas y de poder.

Hasta el día de hoy y a manera de información, las coaliciones, amarres o alianzas rumbo a las elecciones (grandes) de 2018, son tres y están formadas: Primero bajo el nombre de Frente Ciudadano por México, está integrada por los Partidos Acción Nacional, Revolución Democrática y Movimiento Ciudadano, con Ricardo Anaya al frente. Segundo: La coalición entre Morena, PT y PES, bajo el nombre “Juntos haremos Historia”;y que tras la firma del convenio designaron a Andrés Manuel López Obrador como su candidato presidencial. Y tercero: La coalición “Todos por México” del PRI con PVEM y PANAL, que está encabezada por José Antonio Meade (“Mid”).

Se oye hablar de ganar y perder, pero ¿Quién gana y quién pierde, los políticos y aspirantes; los lambiscones que barbean para las prebendas y canonjías o todo el pueblo? ¿De qué se habla, de candidatos y más candidatos, de alianzas y descalificaciones, se habla de dádivas, es decir, de limosnas, pero en ningún momento se escucha el verdadero interés por alivianar la pobreza y la marginación, ni tampoco se escucha el interés por sacar del atraso de horror a este pueblo que les hará el favor de darles el voto y con ello el resultado de nuestro futuro?

A estas alturas nos queda claro y llegamos a la conclusión, de que sí existían otros partidos además del PRI, es decir, que México era y es una nación “pluripartidista”, porque hay diestros, zurdos, ambidiestros y siniestros; y también percibimos que la razón de ser de las alianzas y mescolanzas (de paso) de los partidos políticos (aparecidos y desaparecidos), es únicamente la de acceder al poder con los beneficios, ventajas y provechos que eso amerita, negociando los intereses que convengan a la política interior del partido “mayor” y aventando las sobras a las rémoras; pero nunca, ni en sueños, pactando para el bien común de todo México sin excepción.

¿Pero realmente qué se puede hacer? Primero y lo más difícil, es que los políticos entiendan que, pertenecer a esa “cúpula” o partidos, no es un privilegio, sino una responsabilidad que los obliga a servir al pueblo, siempre encaminados al bien común. Y segundo, que el pueblo de México ante una visible, manifiesta, evidente, notoria y tangente realidad que ha puesto y pone en peligro el progreso del país, reflexionemos, que hemos sido presa fácil del engaño, ya sea por ambición, necesidad y necedad.

A pesar de la nueva época y los avances de la ciencia y la tecnología, nos queda muy claro, que nuestro sistema electoral y político sigue tan deteriorado y corroído como en la “Era Mesozoica” o “Era Secundaria”, es decir, en la “Era de los Dinosaurios”, en la cual cualquier remplazo de cualquier jerarquía política, se señalaba con el dedo y los “demás de los demás” se aguantaban o si no (….), para muestra tres botones: Madrazo, Colosio y Ruiz Massieu.

Tristemente estamos en estas lamentables condiciones, no por culpa de los gobiernos que vienen y van. Estamos así por ser ciudadanos desinteresados y/o por interesados. Hay que recordar que la democracia no termina con el sufragio, y “un pueblo sin memoria, es un pueblo sin historia”. ¡Vale la pena reflexionarlo!

“Ningún hombre conoce lo malo, hasta que no ha tratado de esforzarse por ser bueno. Solo podrás conocer la fuerza del viento, tratando de caminar contra él” Staples Lewis.

Se conoce como alianza política al pacto entre dos o más partidos políticos, para gobernar, para legislar y tomar decisiones en un país, una región u otra entidad administrativa. Pero sencillamente en el caso que hoy nos ocupa, se conoce como alianza política, cuando varios partidos se unen para ganarle al PRI o para que el PRI pueda ganar, y poder seguir siendo parte de las mieles que todavía nos ofrece México.

Llama mucho la atención la incomodidad y la alteración que le ha generado al PRI y a muchas personas de la sociedad civil, la certeza de las alianzas entre los otros partidos políticos, para las próximas elecciones. Pero lo que más gracia causa, es que el PRI y algunos de sus más fervientes seguidores, vean “la paja en el ojo ajeno”, cuando es sabido que en más de una ocasión este partido ha hecho amarres y alianzas con otros partidos, en las cuales su esencia ha sido, si no peor, por lo menos igual de mediática, perversa, extraña y maléfica, que la que “presuntamente” (para ellos), pretenden perpetrar hoy los otros partidos.

Lo realmente importante que su servidora quiere resaltar en este artículo, es que a los partidos (sin excepción), no les importa el bien común, el progreso, la democracia y la independencia ideológica por encima de las conveniencias económicas y de poder.

Hasta el día de hoy y a manera de información, las coaliciones, amarres o alianzas rumbo a las elecciones (grandes) de 2018, son tres y están formadas: Primero bajo el nombre de Frente Ciudadano por México, está integrada por los Partidos Acción Nacional, Revolución Democrática y Movimiento Ciudadano, con Ricardo Anaya al frente. Segundo: La coalición entre Morena, PT y PES, bajo el nombre “Juntos haremos Historia”;y que tras la firma del convenio designaron a Andrés Manuel López Obrador como su candidato presidencial. Y tercero: La coalición “Todos por México” del PRI con PVEM y PANAL, que está encabezada por José Antonio Meade (“Mid”).

Se oye hablar de ganar y perder, pero ¿Quién gana y quién pierde, los políticos y aspirantes; los lambiscones que barbean para las prebendas y canonjías o todo el pueblo? ¿De qué se habla, de candidatos y más candidatos, de alianzas y descalificaciones, se habla de dádivas, es decir, de limosnas, pero en ningún momento se escucha el verdadero interés por alivianar la pobreza y la marginación, ni tampoco se escucha el interés por sacar del atraso de horror a este pueblo que les hará el favor de darles el voto y con ello el resultado de nuestro futuro?

A estas alturas nos queda claro y llegamos a la conclusión, de que sí existían otros partidos además del PRI, es decir, que México era y es una nación “pluripartidista”, porque hay diestros, zurdos, ambidiestros y siniestros; y también percibimos que la razón de ser de las alianzas y mescolanzas (de paso) de los partidos políticos (aparecidos y desaparecidos), es únicamente la de acceder al poder con los beneficios, ventajas y provechos que eso amerita, negociando los intereses que convengan a la política interior del partido “mayor” y aventando las sobras a las rémoras; pero nunca, ni en sueños, pactando para el bien común de todo México sin excepción.

¿Pero realmente qué se puede hacer? Primero y lo más difícil, es que los políticos entiendan que, pertenecer a esa “cúpula” o partidos, no es un privilegio, sino una responsabilidad que los obliga a servir al pueblo, siempre encaminados al bien común. Y segundo, que el pueblo de México ante una visible, manifiesta, evidente, notoria y tangente realidad que ha puesto y pone en peligro el progreso del país, reflexionemos, que hemos sido presa fácil del engaño, ya sea por ambición, necesidad y necedad.

A pesar de la nueva época y los avances de la ciencia y la tecnología, nos queda muy claro, que nuestro sistema electoral y político sigue tan deteriorado y corroído como en la “Era Mesozoica” o “Era Secundaria”, es decir, en la “Era de los Dinosaurios”, en la cual cualquier remplazo de cualquier jerarquía política, se señalaba con el dedo y los “demás de los demás” se aguantaban o si no (….), para muestra tres botones: Madrazo, Colosio y Ruiz Massieu.

Tristemente estamos en estas lamentables condiciones, no por culpa de los gobiernos que vienen y van. Estamos así por ser ciudadanos desinteresados y/o por interesados. Hay que recordar que la democracia no termina con el sufragio, y “un pueblo sin memoria, es un pueblo sin historia”. ¡Vale la pena reflexionarlo!

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