/ jueves 11 de febrero de 2021

Trompo a la uña

El lugar común es aseverar que Acapulco depende preponderantemente del turismo, nacional y extranjero. Aunque éste se ha ido a otros destinos turísticos como Cancún (48.3 por ciento), la Ciudad de México (9.8 por ciento), Los Cabos (8.8 por ciento), Puerto Vallarta (6.0 por ciento) o Mazatlán (3.8 por ciento). La verdad es que nuestro puerto jamás volverá al estatus que tuvo en los años en que había una Reseña Mundial de Cine y era hogar de descanso, diversión y “despapaye” de grandes luminarias del cine internacional. Los “años maravillosos” de esplendor -del Armando´s Le Club, Bocaccio, Le Dome, La Huerta, entre otros, como la sentencia de cada párrafo del poema de Gustavo Adolfo Bécquer sobre las golondrinas- “¡no volverán!”.

El turismo “gabacho” (estadunidenses, canadienses, europeos) poco a poco se ha ido hacia los destinos arriba mencionados y nos hemos quedado con poquito de éste (1.7 por ciento) y un mucho del nacional. Pero si no fuera por los chilangos y la “supercarretera” nuestro puerto sería un cuasi fantasma.

Volviendo al asunto del turismo internacional, de acuerdo con datos del Instituto Mexicano de la Competitividad en 2019 el número de visitantes fue de nueve millones 316 mil 721 personas. En cambio, en 2020 solo llegaron cuatro millones 330 mil 606 turistas; representando un decremento de 53.5 por ciento. En 2019, la derrama económica que el turismo dejó fue del orden de dos mil 480.9 millones de dólares. Pero en 2020 solo se recaudó un mil 269.9 millones de dólares. Esto es un 48.8 por ciento menos.

Algo debemos hacer los acapulqueños. El próximo presidente del ayuntamiento tendrá que hacer una amplia convocatoria para sumar (hacer sinergia) no solo ideas, sino fuerzas de restauranteros, hoteleros, discotequeros, lancheros, artesanos, entre otros, para elevar nuestra participación en el PIB turístico. Tenemos que encontrar “ventanas de oportunidad” aún con la crisis sanitaria y económica. Dependemos del sector terciario de la economía (los servicios, y en nuestro caso éstos no pueden exportarse). Ello nos debe hacer buscar y encontrar soluciones creativas y novedosas. Algo debemos discurrir y hacer. Por eso hago alusión a una de las más difíciles suertes en el juego del trompo que, en el lenguaje popular, significa la dificultad para vencer o resolver un problema.

El lugar común es aseverar que Acapulco depende preponderantemente del turismo, nacional y extranjero. Aunque éste se ha ido a otros destinos turísticos como Cancún (48.3 por ciento), la Ciudad de México (9.8 por ciento), Los Cabos (8.8 por ciento), Puerto Vallarta (6.0 por ciento) o Mazatlán (3.8 por ciento). La verdad es que nuestro puerto jamás volverá al estatus que tuvo en los años en que había una Reseña Mundial de Cine y era hogar de descanso, diversión y “despapaye” de grandes luminarias del cine internacional. Los “años maravillosos” de esplendor -del Armando´s Le Club, Bocaccio, Le Dome, La Huerta, entre otros, como la sentencia de cada párrafo del poema de Gustavo Adolfo Bécquer sobre las golondrinas- “¡no volverán!”.

El turismo “gabacho” (estadunidenses, canadienses, europeos) poco a poco se ha ido hacia los destinos arriba mencionados y nos hemos quedado con poquito de éste (1.7 por ciento) y un mucho del nacional. Pero si no fuera por los chilangos y la “supercarretera” nuestro puerto sería un cuasi fantasma.

Volviendo al asunto del turismo internacional, de acuerdo con datos del Instituto Mexicano de la Competitividad en 2019 el número de visitantes fue de nueve millones 316 mil 721 personas. En cambio, en 2020 solo llegaron cuatro millones 330 mil 606 turistas; representando un decremento de 53.5 por ciento. En 2019, la derrama económica que el turismo dejó fue del orden de dos mil 480.9 millones de dólares. Pero en 2020 solo se recaudó un mil 269.9 millones de dólares. Esto es un 48.8 por ciento menos.

Algo debemos hacer los acapulqueños. El próximo presidente del ayuntamiento tendrá que hacer una amplia convocatoria para sumar (hacer sinergia) no solo ideas, sino fuerzas de restauranteros, hoteleros, discotequeros, lancheros, artesanos, entre otros, para elevar nuestra participación en el PIB turístico. Tenemos que encontrar “ventanas de oportunidad” aún con la crisis sanitaria y económica. Dependemos del sector terciario de la economía (los servicios, y en nuestro caso éstos no pueden exportarse). Ello nos debe hacer buscar y encontrar soluciones creativas y novedosas. Algo debemos discurrir y hacer. Por eso hago alusión a una de las más difíciles suertes en el juego del trompo que, en el lenguaje popular, significa la dificultad para vencer o resolver un problema.