En cuatro años, 2028, se cumplirá el primer centenario de que Joseph Goebbels fue convertido en jefe de propaganda del partido nazi y coordinara la campaña electoral que llevaría a Hitler al poder en enero de 1933.
Impulsó once principios que se convirtieron en estrategias (de simplificación, del enemigo único, contagio, transposición, exageración, desfiguración, vulgarización, orquestación, renovación, verosimilitud) tomó el de transposición que me parece ha sido una constante en los recientes años en algunas partes del mundo, responsabilizar a los adversarios de los propios errores o defectos, respondiendo al ataque con ataque y convertir cualquier cosa en amenaza grave bajo una premisa: mentir.
Goebbels enfocó su estrategia en las mentes de la sociedad a quien llegó a través de la radio.
En esos años la sociedad alemana tenía en posesión de gente acomodada económicamente un aparato receptor de comunicación, no era accesible. Para obtener el resultado esperado en la elección empezaron por impulsar una producción de radio receptores mismos que fueron entregados masivamente.
Tras esta primera parte vino la segunda: hacer que Adolf Hitler, el Führer ocupara todos los días a las seis de la tarde los espacios radiofónicos para emitir un mensaje, cuyo contenido responsabilizaba a la población Judía de todos los males de Alemania.
El efecto de la estrategia de Goebbels “miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá”, dejó en la historia odio y muerte mientras se elevaba bajo esos principios una nación que intentaba dominar el mundo.
Hitler, el Führer no está más físicamente, tampoco lo está el ministro para la ilustración pública y propaganda en el ejercicio de III Reich, sin embargo, debemos preguntarnos ¿en verdad ya no están?
En esta sociedad contemporánea del primer trienio del siglo XXI, llamado a ser el siglo de la luz, parece que ambos personajes campean en algunas partes del planeta.
Los principios siguen tan presentes que parece que cabalgan todavía en sociedades que le apuestas no al progreso sino al retroceso. En sociedades que buscan acabar con principios democráticos e impulsan bajo el esquema de la renovación los métodos más anquilosados de la mentira y la subordinación humana, se erigen figuras que cercenan liderazgos humanos para convertirlos en dictaduras.
Esos principios que cuentan la historia más vergonzante del mundo deberían estar en los anales de la revisión para su no aplicación y sin embargo, parece que, a cuatro de ese centenario se enarbolan con más firmeza como el principio de transposición que se erige en poner de víctima al victimario. ¿dónde lo habré escuchado? Surrealismo.