/ lunes 2 de octubre de 2023

Surrealismo Político | ¿Buena fe o cómplice?

El discurso de seducción que desglosa con maestría el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, logra lo que muchos políticos ambicionan: confundir la realidad para presentar el aspecto que les interesa colocar para alcanzar sus objetivos de poder. AMLO es un personaje que ha estado en medios en los últimos 20 años, los 15 previos a su ejercicio se destacaba por ser el opositor ideal del poder en turno, desde donde se elevó como líder y le permitió con tiempos oficiales y con recursos de partidos, moverse libremente por todo el país, sobre todo en zonas de marginación y con personas pensadoras que buscaban el cambio, construir un modelo ideal de gobierno bajo la premisa de que sí era posible.

Solo que, la realidad superó al maestro de las artes de la confusión, de la mentira, de la construcción de las artimañas más inverosímiles que solo su mente no acostumbrada a trabajar sino a elucubrar podía concebir.

Su más reciente intento es mostrarnos que sus colaboradores señalados de corrupción pueden continuar en el ejercicio de su administración porque para él son inocentes y además, vuelve a colocarse en la posición que más le reditúa: ser víctima, perseguido, señalado y hasta vituperado por una oposición -que no existe- pero que él mismo construye para destruir.

Actúa de buena fe cuando frente a señalamientos de malversación de fondos de personas que se presentaron en la sociedad como relevantes figuras cayeron en la seducción de la corrupción y ¿hasta del cinismo? Ana Guevara entre las más recientes, o la directora de Notimex? O el caso SEGALMEX, o los señalamientos hacia sus hijos que se han empoderado económicamente?

¿Por qué debemos creer que actúan de buena fe funcionarios y funcionarias que han denigrado el deporte, la comunicación, han destruido el campo a punto de llevarnos a la hambruna?

¿Por qué debemos creer que sus hijos son tan físicamente seductores que tienen la capacidad de convertirse en mantenidos de sus esposas ricas y no creer que también hay corrupción en el uso del apellido, del linaje de ser descendientes del habitante de Palacio Nacional para conseguir convenios?

¿O que su prima Felipa desarrolló las virtudes de las relaciones públicas y económicas para conseguir contratos millonarios solo por ello y no por el parentesco?

¿O el caso de corrupción de Delfina, la hoy flamante gobernadora del Estado de México, gracias también a la cooperación a modo de su antecesor Alfredo del Mazo sin duda negociada la protección?

La defensa a ultranza a estos personajes, hasta presentarlos abrazado a ellas y ellos en una representación de cobijo político, no puede tener el rasgo de protección porque en el fondo existe algo más que no está a simple vista?

¿No será que quien vive en Palacio Nacional asume el papel de un ejercicio no de democracia, sino de monarquía y considera que su pueblo es sabio porque calla frente a esas fechorías porque no ven en él que exista complicidad con esos personajes?

Ganar poco no es un consuelo que quiera brindar para hacer creer que somos iguales en la pobreza, sino que dentro de esa pobreza la manipulación sea posible para alcanzar otras metas superiores de dominación y riqueza. ¿Surrealismo?

El discurso de seducción que desglosa con maestría el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, logra lo que muchos políticos ambicionan: confundir la realidad para presentar el aspecto que les interesa colocar para alcanzar sus objetivos de poder. AMLO es un personaje que ha estado en medios en los últimos 20 años, los 15 previos a su ejercicio se destacaba por ser el opositor ideal del poder en turno, desde donde se elevó como líder y le permitió con tiempos oficiales y con recursos de partidos, moverse libremente por todo el país, sobre todo en zonas de marginación y con personas pensadoras que buscaban el cambio, construir un modelo ideal de gobierno bajo la premisa de que sí era posible.

Solo que, la realidad superó al maestro de las artes de la confusión, de la mentira, de la construcción de las artimañas más inverosímiles que solo su mente no acostumbrada a trabajar sino a elucubrar podía concebir.

Su más reciente intento es mostrarnos que sus colaboradores señalados de corrupción pueden continuar en el ejercicio de su administración porque para él son inocentes y además, vuelve a colocarse en la posición que más le reditúa: ser víctima, perseguido, señalado y hasta vituperado por una oposición -que no existe- pero que él mismo construye para destruir.

Actúa de buena fe cuando frente a señalamientos de malversación de fondos de personas que se presentaron en la sociedad como relevantes figuras cayeron en la seducción de la corrupción y ¿hasta del cinismo? Ana Guevara entre las más recientes, o la directora de Notimex? O el caso SEGALMEX, o los señalamientos hacia sus hijos que se han empoderado económicamente?

¿Por qué debemos creer que actúan de buena fe funcionarios y funcionarias que han denigrado el deporte, la comunicación, han destruido el campo a punto de llevarnos a la hambruna?

¿Por qué debemos creer que sus hijos son tan físicamente seductores que tienen la capacidad de convertirse en mantenidos de sus esposas ricas y no creer que también hay corrupción en el uso del apellido, del linaje de ser descendientes del habitante de Palacio Nacional para conseguir convenios?

¿O que su prima Felipa desarrolló las virtudes de las relaciones públicas y económicas para conseguir contratos millonarios solo por ello y no por el parentesco?

¿O el caso de corrupción de Delfina, la hoy flamante gobernadora del Estado de México, gracias también a la cooperación a modo de su antecesor Alfredo del Mazo sin duda negociada la protección?

La defensa a ultranza a estos personajes, hasta presentarlos abrazado a ellas y ellos en una representación de cobijo político, no puede tener el rasgo de protección porque en el fondo existe algo más que no está a simple vista?

¿No será que quien vive en Palacio Nacional asume el papel de un ejercicio no de democracia, sino de monarquía y considera que su pueblo es sabio porque calla frente a esas fechorías porque no ven en él que exista complicidad con esos personajes?

Ganar poco no es un consuelo que quiera brindar para hacer creer que somos iguales en la pobreza, sino que dentro de esa pobreza la manipulación sea posible para alcanzar otras metas superiores de dominación y riqueza. ¿Surrealismo?