/ lunes 3 de septiembre de 2018

Surrealismo Político

Cuando el presidente de la Mesa Directiva de la 64 Legislatura del Congreso de la Unión, el político Porfirio Muñoz Ledo, determinó que los tiempos establecidos para iniciar sesión estaban pasando y decidió que las actividades tendrían que arrancar, solo 401 Diputados y 87 Senadores estaban en sus curules. Sí había Quórum. Los trabajos y acuerdos eran válidos, legalmente válidos.

Cuando concluyó la sesión en la que se recibió el documento del Sexto Informe de Gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto y fijaran su posición los partidos políticos con representación popular en la Legislatura federal, estaban 499 Diputados y 127 Senadores.

Dos estaban ausentes. En las filas de los Diputados faltó Roger Aguilar, de Yucatán, quien representa a Morena. Y de la fila de los Senadores Noé Castañón. El Diputado que no acudió a recibir su constancia cruza por un delicado, grave problema de salud, esperemos se recupere. El Senador estaba en una audiencia para responder por incumplir en su responsabilidad de dar alimentos.

Los demás, quienes llegaron tarde y no reportaron con tiempo su retraso, gozaban de las garantías que la Constitución nos brinda a todos, pero, indudablemente, para ellos, aún existe dificultad para entender que son quienes deben velar por las leyes y que éstas cobijan a todos, incluidos ellos mismos.

En las filas de los partidos hemos visto desfilar figuras de la política y de la farándula, no está mal si los partidos abren para toda la ciudadanía esa oportunidad, salvo cuando incumplen con su responsabilidad, pero siguen devengando sus dietas-salario. Y cuando no se preparan para asumir con altura el compromiso legislativo.

Cuando señalan las voces en el Congreso y Senado que quitarán partidas presupuestales, entre ellas la destinada a los asesores, ésta es la parte que preocupa de quienes investidos como Legisladores puedan carecer no solo del conocimiento de cómo se formula una iniciativa, sino incluso, de las formas en que las Comisiones desarrollan sus actividades. ¿Si una parte del trabajo es la representación y hay tiempos en los que deben cumplir con giras a sus distritos, a sus entidades, a los compromisos propios de su encargo y no cuentan con un equipo de apoyo, con el conocimiento sustantivo del trabajo en las Cámaras, como pensar en reconstruir las instituciones nacionales si incumplen en un aspecto mínimo de su trabajo, la puntualidad?

¿Si habrá ausencia de quienes han formado su actividad en la vida cotidiana de los recintos, cuánto tiempo tendremos que esperar para que se formen en la vida parlamentaria para que no se de una parálisis legislativa?

¿Cuánto le costará al país mostrar un rostro de austeridad republicana a costa de suprimir a quienes tienen ese conocimiento sin ser legisladores?, ¿no será más caro para el país?, no tendremos costos innecesarios por los propios tiempos que tienen los Congresos para tomar decisiones?

Si no asumen la primera responsabilidad de estar en la sesión, ¿qué nos garantiza que los temas parlamentarios que deben conocer, presentar, debatir y autorizar o no mediante su voto, estarán en sus prioridades?

Con el contexto de lo que dijeron en voz alta en los largos meses de campaña, resulta este inicio con esa marcada ausencia de Diputados y Senadores, salvo las dos excepciones con un mensaje incongruente.

Parece difícil considerar que cuando hablan de cambio puedan esperar a que la ciudadanía los asuma si ellos y ellas mismas no lo hacen como representantes populares.

En ese primer mensaje está el reto que tienen que superar para hacernos creer que los tiempos por venir serán distintos como la expectativa que generaron en las campañas, porque distinto puede ser también incumplirlas, y los nuevos tiempos sociales son distintos a las otras épocas. ¿Podrán hacerlo, porque si hay Quórum legalmente está bien, pero, y moralmente?, el tiempo nos lo dirá si no lo convierten en un gatopardismo. ¿Surrealismo?

Cuando el presidente de la Mesa Directiva de la 64 Legislatura del Congreso de la Unión, el político Porfirio Muñoz Ledo, determinó que los tiempos establecidos para iniciar sesión estaban pasando y decidió que las actividades tendrían que arrancar, solo 401 Diputados y 87 Senadores estaban en sus curules. Sí había Quórum. Los trabajos y acuerdos eran válidos, legalmente válidos.

Cuando concluyó la sesión en la que se recibió el documento del Sexto Informe de Gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto y fijaran su posición los partidos políticos con representación popular en la Legislatura federal, estaban 499 Diputados y 127 Senadores.

Dos estaban ausentes. En las filas de los Diputados faltó Roger Aguilar, de Yucatán, quien representa a Morena. Y de la fila de los Senadores Noé Castañón. El Diputado que no acudió a recibir su constancia cruza por un delicado, grave problema de salud, esperemos se recupere. El Senador estaba en una audiencia para responder por incumplir en su responsabilidad de dar alimentos.

Los demás, quienes llegaron tarde y no reportaron con tiempo su retraso, gozaban de las garantías que la Constitución nos brinda a todos, pero, indudablemente, para ellos, aún existe dificultad para entender que son quienes deben velar por las leyes y que éstas cobijan a todos, incluidos ellos mismos.

En las filas de los partidos hemos visto desfilar figuras de la política y de la farándula, no está mal si los partidos abren para toda la ciudadanía esa oportunidad, salvo cuando incumplen con su responsabilidad, pero siguen devengando sus dietas-salario. Y cuando no se preparan para asumir con altura el compromiso legislativo.

Cuando señalan las voces en el Congreso y Senado que quitarán partidas presupuestales, entre ellas la destinada a los asesores, ésta es la parte que preocupa de quienes investidos como Legisladores puedan carecer no solo del conocimiento de cómo se formula una iniciativa, sino incluso, de las formas en que las Comisiones desarrollan sus actividades. ¿Si una parte del trabajo es la representación y hay tiempos en los que deben cumplir con giras a sus distritos, a sus entidades, a los compromisos propios de su encargo y no cuentan con un equipo de apoyo, con el conocimiento sustantivo del trabajo en las Cámaras, como pensar en reconstruir las instituciones nacionales si incumplen en un aspecto mínimo de su trabajo, la puntualidad?

¿Si habrá ausencia de quienes han formado su actividad en la vida cotidiana de los recintos, cuánto tiempo tendremos que esperar para que se formen en la vida parlamentaria para que no se de una parálisis legislativa?

¿Cuánto le costará al país mostrar un rostro de austeridad republicana a costa de suprimir a quienes tienen ese conocimiento sin ser legisladores?, ¿no será más caro para el país?, no tendremos costos innecesarios por los propios tiempos que tienen los Congresos para tomar decisiones?

Si no asumen la primera responsabilidad de estar en la sesión, ¿qué nos garantiza que los temas parlamentarios que deben conocer, presentar, debatir y autorizar o no mediante su voto, estarán en sus prioridades?

Con el contexto de lo que dijeron en voz alta en los largos meses de campaña, resulta este inicio con esa marcada ausencia de Diputados y Senadores, salvo las dos excepciones con un mensaje incongruente.

Parece difícil considerar que cuando hablan de cambio puedan esperar a que la ciudadanía los asuma si ellos y ellas mismas no lo hacen como representantes populares.

En ese primer mensaje está el reto que tienen que superar para hacernos creer que los tiempos por venir serán distintos como la expectativa que generaron en las campañas, porque distinto puede ser también incumplirlas, y los nuevos tiempos sociales son distintos a las otras épocas. ¿Podrán hacerlo, porque si hay Quórum legalmente está bien, pero, y moralmente?, el tiempo nos lo dirá si no lo convierten en un gatopardismo. ¿Surrealismo?