/ domingo 8 de agosto de 2021

Semáforo y economía, en rojo

Exceso de confianza, atizado por indolencia y desdén, echó por la borda meses concatenados de certidumbre sanitaria y parsimoniosa recuperación económica en Guerrero. A partir de este lunes 09 de agosto, el estado regresa al temido semáforo rojo de riesgo epidemiológico por el alarmante repunte de casos activos de Covid-19, en esta fase que las autoridades han designado como la tercera ola de contagios.

El miércoles pasado, según cifras de la Secretaría de Salud estatal, Guerrero registró más de 870 casos positivos del nuevo coronavirus en un día -el número más alto en más de un año de esta pandemia-, con todo y el acelerado proceso de vacunación que está por cubrir a toda la población mayor de 18 años de edad con la primera dosis del antígeno contra el virus.

La falla está en cuestiones mínimas que la sociedad sigue desairando, como el correcto uso del cubrebocas por parte de la vendedora de legumbres en un mercado, del chofer del transporte público o de quienes hacen fila en alguna sucursal bancaria.

Aunque los nuevos lineamientos para el desarrollo de distintas actividades esenciales y no esenciales se darán a conocer en el transcurso de hoy domingo, lo previsible son mayores restricciones en horarios de funcionamiento y limitaciones de aforo que impactarán en negocios con números agónicos y otros que intentaban mantenerse de pie mediante esfuerzos extrahumanos.

Desde el inicio de la pandemia los apoyos han sido nulos al sector turístico guerrerense, el más castigado por las prohibiciones en viajes ya la movilidad habitual. Hablamos de micro, pequeños y medianos empresarios que tienen desde una fonda hasta un pequeño hotel, no de potentados ni transnacionales que el gobierno federal repudia. Son empresarios locales que dan empleos y buscan preservarlos para no resquebrajar la endeble economía familiar en medio de esta crisis interminable.

El anuncio del retroceso en el semáforo epidemiológico, por tanto, es condena de muerte a un sector empresarial que hizo frente a aquel cierre temporal de playas y de actividades no esenciales sin ayuda gubernamental de por medio, y sentencia a la clase obrera del mismo modo .

Esta vez, con deudas contraídas y ajustes dolorosos, la iniciativa privada no será capaz de librar el periodo gris que se cierne sobre el turismo. Superar esta crisis extendida como consecuencia del Covid-19 requiere alianzas entre empresarios y autoridades sin concesiones que impulsen estrategias para amortiguar las pérdidas anunciadas y planes de financiamiento e incentivos que eviten quiebras.

Desdeñar la aportación del sector empresarial turístico, uno de los pilares económicos de Guerrero, restará efectividad a todos los programas que componen la política federal de bienestar dirigida a la población más pobre, consideró la insignia de la Cuarta Transformación.

De nada servirá llevar más recursos a adultos mayores, madres, personas discapacitadas y jóvenes porque el ejército de desempleados por el cierre de fuentes de trabajo en Acapulco y los destinos turísticos del estado seguirá creciendo, a la par de las dificultades económicas.

Así lo confirma el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Conveal) que en su reciente medición expone un crecimiento de la pobreza en el país entre 2018 y 2020, derivado de los efectos de la pandemia.

Guerrero, uno de los estados más beneficiados con los programas sociales del gobierno federal, apenas redujo la pobreza en un 0.6 por ciento y se mantiene como una de las entidades más marginadas del país con 2 millones 363 mil de sus habitantes en esa situación, es decir, el 66.4 de su población total.

Si el impacto de este nuevo semáforo rojo tiene alcances similares a los del año pasado, nuestro estado se adentraría a un escenario más funesto en materia económica y social que aquella larga crisis entre 2006 y 2011, cuando el turismo extranjero, los cruceros y la bonanza pasaron de realidad a meras añoranzas.


Exceso de confianza, atizado por indolencia y desdén, echó por la borda meses concatenados de certidumbre sanitaria y parsimoniosa recuperación económica en Guerrero. A partir de este lunes 09 de agosto, el estado regresa al temido semáforo rojo de riesgo epidemiológico por el alarmante repunte de casos activos de Covid-19, en esta fase que las autoridades han designado como la tercera ola de contagios.

El miércoles pasado, según cifras de la Secretaría de Salud estatal, Guerrero registró más de 870 casos positivos del nuevo coronavirus en un día -el número más alto en más de un año de esta pandemia-, con todo y el acelerado proceso de vacunación que está por cubrir a toda la población mayor de 18 años de edad con la primera dosis del antígeno contra el virus.

La falla está en cuestiones mínimas que la sociedad sigue desairando, como el correcto uso del cubrebocas por parte de la vendedora de legumbres en un mercado, del chofer del transporte público o de quienes hacen fila en alguna sucursal bancaria.

Aunque los nuevos lineamientos para el desarrollo de distintas actividades esenciales y no esenciales se darán a conocer en el transcurso de hoy domingo, lo previsible son mayores restricciones en horarios de funcionamiento y limitaciones de aforo que impactarán en negocios con números agónicos y otros que intentaban mantenerse de pie mediante esfuerzos extrahumanos.

Desde el inicio de la pandemia los apoyos han sido nulos al sector turístico guerrerense, el más castigado por las prohibiciones en viajes ya la movilidad habitual. Hablamos de micro, pequeños y medianos empresarios que tienen desde una fonda hasta un pequeño hotel, no de potentados ni transnacionales que el gobierno federal repudia. Son empresarios locales que dan empleos y buscan preservarlos para no resquebrajar la endeble economía familiar en medio de esta crisis interminable.

El anuncio del retroceso en el semáforo epidemiológico, por tanto, es condena de muerte a un sector empresarial que hizo frente a aquel cierre temporal de playas y de actividades no esenciales sin ayuda gubernamental de por medio, y sentencia a la clase obrera del mismo modo .

Esta vez, con deudas contraídas y ajustes dolorosos, la iniciativa privada no será capaz de librar el periodo gris que se cierne sobre el turismo. Superar esta crisis extendida como consecuencia del Covid-19 requiere alianzas entre empresarios y autoridades sin concesiones que impulsen estrategias para amortiguar las pérdidas anunciadas y planes de financiamiento e incentivos que eviten quiebras.

Desdeñar la aportación del sector empresarial turístico, uno de los pilares económicos de Guerrero, restará efectividad a todos los programas que componen la política federal de bienestar dirigida a la población más pobre, consideró la insignia de la Cuarta Transformación.

De nada servirá llevar más recursos a adultos mayores, madres, personas discapacitadas y jóvenes porque el ejército de desempleados por el cierre de fuentes de trabajo en Acapulco y los destinos turísticos del estado seguirá creciendo, a la par de las dificultades económicas.

Así lo confirma el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Conveal) que en su reciente medición expone un crecimiento de la pobreza en el país entre 2018 y 2020, derivado de los efectos de la pandemia.

Guerrero, uno de los estados más beneficiados con los programas sociales del gobierno federal, apenas redujo la pobreza en un 0.6 por ciento y se mantiene como una de las entidades más marginadas del país con 2 millones 363 mil de sus habitantes en esa situación, es decir, el 66.4 de su población total.

Si el impacto de este nuevo semáforo rojo tiene alcances similares a los del año pasado, nuestro estado se adentraría a un escenario más funesto en materia económica y social que aquella larga crisis entre 2006 y 2011, cuando el turismo extranjero, los cruceros y la bonanza pasaron de realidad a meras añoranzas.