/ jueves 4 de marzo de 2021

San Marcos, desarrollo turístico

Gran parte de la riqueza del estado de Guerrero se centra en su litoral con el Océano Pacífico.

En verdad, basta un recorrido por la Costa Chica y Costa Grande, pasando por Acapulco, para quedar boquiabierto con la belleza natural con que Dios nos dotó.

Cierto, no podemos competirle a Cancún y en general a la Riviera Maya con su mar de distintos tonos de azul y su arena blanca y fresca, pero tampoco ellos pueden competir con las costas, escotaduras, paisajes verdes de la montaña y el mar color turquesa que abundan en nuestro territorio costero.

Si de ruinas y vestigios arqueológicos se trata, tampoco podemos competir con la grandeza Maya, pero acá también tenemos algo que aportar a la cultura prehispánica en el municipio de tierra colorada, a 30 minutos de Acapulco y de San Marcos, donde tenemos una zona arqueológica llamada TEHUACALCO, (en náhuatl: Tehuacalli, 'agujeros perforados en piedras para ser utilizado con fines rituales´, “El lugar de la caja de piedra", “La casa de los sacerdotes" o “Casa del agua sagrada”’), cuna de la cultura Yope que fundó al puerto de Acapulco y que paradójicamente saben de ella más los extranjeros que vienen a visitarnos que los propios acapulqueños.

En pero, volviendo al tema, se está hablando de un nuevo proyecto en el municipio de San Marcos, vecino del municipio de Acapulco.

Varios inversionistas del sector hotelero ya vieron la viabilidad del proyecto y están apostando su dinero en el mismo.

Acapulco como destino turístico ya es un producto terminado con todos los aciertos y fallas que hoy se padecen.

Se debe aprender de los errores y uno de ellos es el de convertir destinos turísticos de playa en ciudades de concreto.

El turismo actual busca la naturaleza, tranquilidad y paz en su mejor acepción. Esto es, no desdibujar el lugar de paseo en la selva, en maquetas de grandes hoteles de cemento.

En el pasado le apostaron a levantar altas hospederías en la playa, craso error, porque se impide la vista y la frescura de la brisa para él paseante y el lugar en general. El bañista que sale del mar ve solo paredes de caprichosas formas arquitectónicas y colores que rompen el encanto natural del sitio.

Las sillas y techos que actualmente se ofertan en la playa dejan mucho que desear al cambiar la clásica palapa que eran de tronco y las mesas y sillas de madera, a las feas de plástico (que se abren de las patas y se quiebran) y toldos de lona.

Con aquellas se generaba un ingreso a los internos del Cereso por ser ellos quienes las fabricaban, pero con las modernas solo se beneficia al vendedor, con el sabido “diezmo” para el adquirente.

Las calles en lugar de hacerlas de concreto pueden ser adoquinadas con la prohibición de paso de vehículos pesados. Respetar la flora y fauna del lugar sin alterarla con la siembra de especies de ornato.

La naturaleza es bella por sí misma.

Basta ver el verde de sus hojas para sentir la frescura del lugar. Se debe pugnar por la construcción de hospederías horizontales y de ser posible de tipo boutique. Ya no son atractivas las moles de decenas de pisos y sobre todo en un lugar sísmico como San Marcos. Las lagunas y esteros que están cerca del mar pueden ser otro atractivo para andar en lancha y deportes acuáticos como el velero, cayac, pesca, ski, etcétera, o simplemente para paseos de los turistas que convivan con las especies de aire,

tierra y agua como son las garzas, patos, zanates y otras especies de pájaros, así como cocodrilos, las iguanas, armadillo, serpientes, cangrejos y peces.

Paseos en calandrias con motores de celdas solares que no contaminen; restaurantes de enramadas con el sabor típico de la gastronomía de la costa donde abunda el pescado a la talla, el ceviche y otros mariscos.

Las bebidas típicas como el fresco chilate, la mareadora “tuba” o el “coco brujo”, sin olvidar claro está, el impedir a toda costa verter las aguan crudas en el mar o las lagunas colocando para ello plantas tratadoras de aguas.

Ojalá se puedan ver pronto los resultados de este y muchos otros desarrollos costeros porque en verdad que hay bastante que admirar.

Hay que viajar y conocer primero lo nuestro para poder medirlo con otros lugares, tomando lo mejor de aquellos y desterrando lo malo de nosotros.

Gran parte de la riqueza del estado de Guerrero se centra en su litoral con el Océano Pacífico.

En verdad, basta un recorrido por la Costa Chica y Costa Grande, pasando por Acapulco, para quedar boquiabierto con la belleza natural con que Dios nos dotó.

Cierto, no podemos competirle a Cancún y en general a la Riviera Maya con su mar de distintos tonos de azul y su arena blanca y fresca, pero tampoco ellos pueden competir con las costas, escotaduras, paisajes verdes de la montaña y el mar color turquesa que abundan en nuestro territorio costero.

Si de ruinas y vestigios arqueológicos se trata, tampoco podemos competir con la grandeza Maya, pero acá también tenemos algo que aportar a la cultura prehispánica en el municipio de tierra colorada, a 30 minutos de Acapulco y de San Marcos, donde tenemos una zona arqueológica llamada TEHUACALCO, (en náhuatl: Tehuacalli, 'agujeros perforados en piedras para ser utilizado con fines rituales´, “El lugar de la caja de piedra", “La casa de los sacerdotes" o “Casa del agua sagrada”’), cuna de la cultura Yope que fundó al puerto de Acapulco y que paradójicamente saben de ella más los extranjeros que vienen a visitarnos que los propios acapulqueños.

En pero, volviendo al tema, se está hablando de un nuevo proyecto en el municipio de San Marcos, vecino del municipio de Acapulco.

Varios inversionistas del sector hotelero ya vieron la viabilidad del proyecto y están apostando su dinero en el mismo.

Acapulco como destino turístico ya es un producto terminado con todos los aciertos y fallas que hoy se padecen.

Se debe aprender de los errores y uno de ellos es el de convertir destinos turísticos de playa en ciudades de concreto.

El turismo actual busca la naturaleza, tranquilidad y paz en su mejor acepción. Esto es, no desdibujar el lugar de paseo en la selva, en maquetas de grandes hoteles de cemento.

En el pasado le apostaron a levantar altas hospederías en la playa, craso error, porque se impide la vista y la frescura de la brisa para él paseante y el lugar en general. El bañista que sale del mar ve solo paredes de caprichosas formas arquitectónicas y colores que rompen el encanto natural del sitio.

Las sillas y techos que actualmente se ofertan en la playa dejan mucho que desear al cambiar la clásica palapa que eran de tronco y las mesas y sillas de madera, a las feas de plástico (que se abren de las patas y se quiebran) y toldos de lona.

Con aquellas se generaba un ingreso a los internos del Cereso por ser ellos quienes las fabricaban, pero con las modernas solo se beneficia al vendedor, con el sabido “diezmo” para el adquirente.

Las calles en lugar de hacerlas de concreto pueden ser adoquinadas con la prohibición de paso de vehículos pesados. Respetar la flora y fauna del lugar sin alterarla con la siembra de especies de ornato.

La naturaleza es bella por sí misma.

Basta ver el verde de sus hojas para sentir la frescura del lugar. Se debe pugnar por la construcción de hospederías horizontales y de ser posible de tipo boutique. Ya no son atractivas las moles de decenas de pisos y sobre todo en un lugar sísmico como San Marcos. Las lagunas y esteros que están cerca del mar pueden ser otro atractivo para andar en lancha y deportes acuáticos como el velero, cayac, pesca, ski, etcétera, o simplemente para paseos de los turistas que convivan con las especies de aire,

tierra y agua como son las garzas, patos, zanates y otras especies de pájaros, así como cocodrilos, las iguanas, armadillo, serpientes, cangrejos y peces.

Paseos en calandrias con motores de celdas solares que no contaminen; restaurantes de enramadas con el sabor típico de la gastronomía de la costa donde abunda el pescado a la talla, el ceviche y otros mariscos.

Las bebidas típicas como el fresco chilate, la mareadora “tuba” o el “coco brujo”, sin olvidar claro está, el impedir a toda costa verter las aguan crudas en el mar o las lagunas colocando para ello plantas tratadoras de aguas.

Ojalá se puedan ver pronto los resultados de este y muchos otros desarrollos costeros porque en verdad que hay bastante que admirar.

Hay que viajar y conocer primero lo nuestro para poder medirlo con otros lugares, tomando lo mejor de aquellos y desterrando lo malo de nosotros.