/ lunes 18 de septiembre de 2017

¡Re-evolución a la injusticia!

Vamos a empezar mencionando la palabra “evolución”, que en el municipio de Acapulco ha sido frecuentemente tomada como un “toque de distinción”, es decir, como un añadido de “privilegio” al (segundo) nombre de pila del alcalde actual del puerto Jesús Evodio Velázquez Aguirre para la ciudad y puerto que gobierna; y que supone por consiguiente, el progreso y desarrollo económico, político y social de dicho lugar.

Una breve nota de inicio al escrito, que servirá para narrar un desagradable suceso en el cual estuvieron involucrados –servidores públicos-, que se supone acompañan al presidente municipal Evodio Velázquez en el quehacer ¿evolutivo? de su gobierno.

Concisamente les diré que el martes pasado, fuimos seriamente agredidas un grupo de mujeres (en su mayoría) que asistimos al Parque de la Reina, a ejercitarnos bailando Zumba.

Si el director de Ecología (a su decir) recién ungido en el puesto, Christian Uriel Garnica San Román, consideró necesaria una visita al parque para hacer un operativo contra el ruido (obviamente de la bocina de la música), atendiendo la denuncia de los policías que ¿vigilan? el parque, y que arguyeron que “el estridente sonido” (algo así, como de camión urbano en la Costera Miguel Alemán), no les permitía escuchar sus llamadas en los radios de comunicación, exactamente en su “guarida” que se ubica a bastantes metros del lugar donde realizamos nuestro ejercicio diario ¿por qué permitió que dos elementos de dicha policía estuvieran custodiando el lugar portando “sendas ametralladoras” como si se hubiera cometido un delito?

El resultado es que el director de Ecología (para variar) le echó la bolita y la responsabilidad (que es compartida) al jefe, capitán o lo que sea de la policía turística (en minúscula), que está cuando no debe ni puede estar; y no está cuando puede y debe estar, es decir, atendiendo los sucesos trágicos, balaceras, violaciones, abusos, etc. como es su obligación; y no amedrentando y violando Derechos Humanos a un grupo de señoras (muchas) que desde hace cinco años acudimos a ese lugar, sin hacerle daño a nadie, y aclarando que los parques son espacios públicos para el esparcimiento de la sociedad, que paga los sueldos de los funcionarios públicos y anexas, con los tributos, fruto de nuestro trabajo limpio y honesto.

Lo más grave, es que dicha decisión (a decir también del director Christian Garnica), fue tomada sin el conocimiento del primer edil Evodio, pues señaló “que por eso el alcalde delega responsabilidades”.

Efectivamente está en lo correcto; a su gabinete o en su defecto a sus caballeros de compañía para eso se les remunera, para que ¿unidos? cumplan mejor su tarea de gobernar. Pero en este caso ¿no era importante avisarle al alcalde que dicho operativo se realizaría con lujo de violencia “subliminal” para amedrentar con ametralladoras (eso pensaron ellos) a un grupo de mujeres tontas?

¿Misoginia, abuso, prepotencia, maldad, envidia, coraje, estupidez, ignorancia, cobardía? Cualquiera de estos adjetivos calificativos, no justifican la aberrante y errónea acción que realizaron el pasado martes, tanto el director de Ecología municipal y cía., como los elementos de la policía turística y su jefe (en minúscula, porque así son).

La herencia maldita que se supone dejaron los gobiernos anteriores y a la que tanto acude Evodio para excusarse, era rescatable, pero cuando las cosas en su gobierno se han vuelto tan complicadas, intrínsecas y fuera de control en el cual, la inmensa corrupción, la impunidad, la violencia exacerbada, la denigrante inseguridad, la conveniencia, el nepotismo, el cinismo y la insensibilidad de esta administración, ha permitido que sus “adeptos” (vía pagos, moches y chayotes), tengan la oportunidad de brincarse la delgada línea que separa lo humano de lo inhumano.

Hay que tener dignidad (y el estómago también la tiene), porque la justicia reclama su lugar con cada uno de nosotros; en nuestras existencias, porque nunca un ser humano, que sea humano, puede llegar a acostumbrarse a la injusticia, y porque lo que es injusto para unos, nunca puede ser justo para los otros. ¡Vale la pena reflexionarlo!

Vamos a empezar mencionando la palabra “evolución”, que en el municipio de Acapulco ha sido frecuentemente tomada como un “toque de distinción”, es decir, como un añadido de “privilegio” al (segundo) nombre de pila del alcalde actual del puerto Jesús Evodio Velázquez Aguirre para la ciudad y puerto que gobierna; y que supone por consiguiente, el progreso y desarrollo económico, político y social de dicho lugar.

Una breve nota de inicio al escrito, que servirá para narrar un desagradable suceso en el cual estuvieron involucrados –servidores públicos-, que se supone acompañan al presidente municipal Evodio Velázquez en el quehacer ¿evolutivo? de su gobierno.

Concisamente les diré que el martes pasado, fuimos seriamente agredidas un grupo de mujeres (en su mayoría) que asistimos al Parque de la Reina, a ejercitarnos bailando Zumba.

Si el director de Ecología (a su decir) recién ungido en el puesto, Christian Uriel Garnica San Román, consideró necesaria una visita al parque para hacer un operativo contra el ruido (obviamente de la bocina de la música), atendiendo la denuncia de los policías que ¿vigilan? el parque, y que arguyeron que “el estridente sonido” (algo así, como de camión urbano en la Costera Miguel Alemán), no les permitía escuchar sus llamadas en los radios de comunicación, exactamente en su “guarida” que se ubica a bastantes metros del lugar donde realizamos nuestro ejercicio diario ¿por qué permitió que dos elementos de dicha policía estuvieran custodiando el lugar portando “sendas ametralladoras” como si se hubiera cometido un delito?

El resultado es que el director de Ecología (para variar) le echó la bolita y la responsabilidad (que es compartida) al jefe, capitán o lo que sea de la policía turística (en minúscula), que está cuando no debe ni puede estar; y no está cuando puede y debe estar, es decir, atendiendo los sucesos trágicos, balaceras, violaciones, abusos, etc. como es su obligación; y no amedrentando y violando Derechos Humanos a un grupo de señoras (muchas) que desde hace cinco años acudimos a ese lugar, sin hacerle daño a nadie, y aclarando que los parques son espacios públicos para el esparcimiento de la sociedad, que paga los sueldos de los funcionarios públicos y anexas, con los tributos, fruto de nuestro trabajo limpio y honesto.

Lo más grave, es que dicha decisión (a decir también del director Christian Garnica), fue tomada sin el conocimiento del primer edil Evodio, pues señaló “que por eso el alcalde delega responsabilidades”.

Efectivamente está en lo correcto; a su gabinete o en su defecto a sus caballeros de compañía para eso se les remunera, para que ¿unidos? cumplan mejor su tarea de gobernar. Pero en este caso ¿no era importante avisarle al alcalde que dicho operativo se realizaría con lujo de violencia “subliminal” para amedrentar con ametralladoras (eso pensaron ellos) a un grupo de mujeres tontas?

¿Misoginia, abuso, prepotencia, maldad, envidia, coraje, estupidez, ignorancia, cobardía? Cualquiera de estos adjetivos calificativos, no justifican la aberrante y errónea acción que realizaron el pasado martes, tanto el director de Ecología municipal y cía., como los elementos de la policía turística y su jefe (en minúscula, porque así son).

La herencia maldita que se supone dejaron los gobiernos anteriores y a la que tanto acude Evodio para excusarse, era rescatable, pero cuando las cosas en su gobierno se han vuelto tan complicadas, intrínsecas y fuera de control en el cual, la inmensa corrupción, la impunidad, la violencia exacerbada, la denigrante inseguridad, la conveniencia, el nepotismo, el cinismo y la insensibilidad de esta administración, ha permitido que sus “adeptos” (vía pagos, moches y chayotes), tengan la oportunidad de brincarse la delgada línea que separa lo humano de lo inhumano.

Hay que tener dignidad (y el estómago también la tiene), porque la justicia reclama su lugar con cada uno de nosotros; en nuestras existencias, porque nunca un ser humano, que sea humano, puede llegar a acostumbrarse a la injusticia, y porque lo que es injusto para unos, nunca puede ser justo para los otros. ¡Vale la pena reflexionarlo!

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