/ sábado 13 de marzo de 2021

Pasaporte a la nueva normalidad

Frente a la pandemia, el gobierno federal ha dado al turismo un trato cínicamente parsimonioso. Cuesta entenderse el desdén hacia ese sector cuando es pieza esencial del Producto Interno Bruto nacional y regional.

Tan solo en 2019, el PIB turístico significó ingresos por 24 mil 816 millones de dólares para México y representó el 8.7 por ciento del PIB total. Y aunque generaba también 4 millones 500 mil empleos directos hasta antes de la emergencia sanitaria, la Federación no prevé ninguna estrategia prioritaria para una reactivación gradual de los servicios que componen la industria turística.

La indiferencia se acentúa este 2021 con restricciones sanitarias extendidas en esa actividad, mientras se enaltecen los programas sociales federales como panacea de la crisis económica. Y en época electoral, la política paternalista resulta más rentable que un rescate o apoyo al amplio segmento de los viajes.

En otras latitudes, a diferencia de nuestra realidad nacional, se empeñan esfuerzos para retomar de inmediato la captación de visitantes, conforme avanza la aplicación de vacunas a una velocidad dispar a nivel mundial.

Gobiernos que ponderan la importancia del turismo están conscientes de que las divisas generadas por los viajeros son vitales en sus economías. China, aún con el estigma de ser cuna del Covid-19, es un ejemplo de ello. Hace unos días anunció la creación de un pasaporte digital sanitario para que sus ciudadanos viajen hacia o desde el extranjero, medida que pretende, a la par, una reapertura paulatina de sus fronteras. Se trata de una aplicación móvil para teléfonos inteligentes que muestra un historial clínico del usuario, sus resultados de test Covid y si este ya fue inoculado contra el virus. La urgencia de reavivar el turismo no es menor: el gigante asiático captaba más de 62.9 millones de turistas hasta el cierre de 2019.

El “pasaporte sanitario” también es analizado como medida doméstica por Estados Unidos, el tercer país más visitado del mundo, y la Unión Europea, con Francia y España como las naciones con mayor captación internacional de visitantes.

El pasado 1 de enero, planteé en estas páginas la necesidad de crear un chip o carné que identifique a las personas vacunadas contra el Covid-19 para normalizar la actividad turística y el segmento de viajes. Hablé de un distintivo o una suerte de certificado sanitario para portación de los ya vacunados, a prueba de falsificación, como hoy lo hace China.

Este documento físico o digital -referí- ofrecería garantías en México hacia la reapertura total de restaurantes, bares, discotecas, centros nocturnos, hoteles, centros comerciales, entre otros negocios en número rojos que operan en la incertidumbre de un semáforo epidemiológico carente de criterios sanitarios.

Mientras el fin de la pandemia sea impreciso y la vacunación avance según la capacidad económica de cada nación, el gobierno mexicano debe tragarse su aversión a la innovación/adaptación y valorar la emisión de este documento que será un requisito universal indispensable para los viajeros.

México está en franca desventaja en la búsqueda de la inmunización masiva al corto y mediano plazo, pero adoptar iniciativas acordes a la emergencia que potencien la economía acortarían los tiempos de la crisis, si es que la fortaleza de micro, pequeños y medianos empresarios soportan los embates de la pandemia, atizados por la insensibilidad oficial.

Pedro Kuri Pheres en Facebook



Frente a la pandemia, el gobierno federal ha dado al turismo un trato cínicamente parsimonioso. Cuesta entenderse el desdén hacia ese sector cuando es pieza esencial del Producto Interno Bruto nacional y regional.

Tan solo en 2019, el PIB turístico significó ingresos por 24 mil 816 millones de dólares para México y representó el 8.7 por ciento del PIB total. Y aunque generaba también 4 millones 500 mil empleos directos hasta antes de la emergencia sanitaria, la Federación no prevé ninguna estrategia prioritaria para una reactivación gradual de los servicios que componen la industria turística.

La indiferencia se acentúa este 2021 con restricciones sanitarias extendidas en esa actividad, mientras se enaltecen los programas sociales federales como panacea de la crisis económica. Y en época electoral, la política paternalista resulta más rentable que un rescate o apoyo al amplio segmento de los viajes.

En otras latitudes, a diferencia de nuestra realidad nacional, se empeñan esfuerzos para retomar de inmediato la captación de visitantes, conforme avanza la aplicación de vacunas a una velocidad dispar a nivel mundial.

Gobiernos que ponderan la importancia del turismo están conscientes de que las divisas generadas por los viajeros son vitales en sus economías. China, aún con el estigma de ser cuna del Covid-19, es un ejemplo de ello. Hace unos días anunció la creación de un pasaporte digital sanitario para que sus ciudadanos viajen hacia o desde el extranjero, medida que pretende, a la par, una reapertura paulatina de sus fronteras. Se trata de una aplicación móvil para teléfonos inteligentes que muestra un historial clínico del usuario, sus resultados de test Covid y si este ya fue inoculado contra el virus. La urgencia de reavivar el turismo no es menor: el gigante asiático captaba más de 62.9 millones de turistas hasta el cierre de 2019.

El “pasaporte sanitario” también es analizado como medida doméstica por Estados Unidos, el tercer país más visitado del mundo, y la Unión Europea, con Francia y España como las naciones con mayor captación internacional de visitantes.

El pasado 1 de enero, planteé en estas páginas la necesidad de crear un chip o carné que identifique a las personas vacunadas contra el Covid-19 para normalizar la actividad turística y el segmento de viajes. Hablé de un distintivo o una suerte de certificado sanitario para portación de los ya vacunados, a prueba de falsificación, como hoy lo hace China.

Este documento físico o digital -referí- ofrecería garantías en México hacia la reapertura total de restaurantes, bares, discotecas, centros nocturnos, hoteles, centros comerciales, entre otros negocios en número rojos que operan en la incertidumbre de un semáforo epidemiológico carente de criterios sanitarios.

Mientras el fin de la pandemia sea impreciso y la vacunación avance según la capacidad económica de cada nación, el gobierno mexicano debe tragarse su aversión a la innovación/adaptación y valorar la emisión de este documento que será un requisito universal indispensable para los viajeros.

México está en franca desventaja en la búsqueda de la inmunización masiva al corto y mediano plazo, pero adoptar iniciativas acordes a la emergencia que potencien la economía acortarían los tiempos de la crisis, si es que la fortaleza de micro, pequeños y medianos empresarios soportan los embates de la pandemia, atizados por la insensibilidad oficial.

Pedro Kuri Pheres en Facebook